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Las rosas asesinadas por Franco

Placa conmemorativa en el cementerio de La Almudena

Miles fueron las mujeres que fueron asesinadas tanto en la guerra como en la posguerra. En la mayoría de los casos su único delito era ser las esposas, hermanas, hijas, de hombres que de alguna manera habían defendido la legalidad republicana. El asesinato planificado que se llevó a cabo por los mandos franquistas no se contentó con asesinarlas, también se ocupó de vejarlas de las maneras más infames. Solo apuntaré algunos casos que servirán como ejemplo de la barbarie que llevaron a cabo unos individuos que tenían muy poco de seres humanos.

Seguro que conocen los sucesos de Casas Viejas acaecidos entre los días 10 y 12 de enero de 1933. De aquella sangrienta matanza logró escapar María Silva Cruz «La Libertaria». En julio de 1936 fue detenida en Ronda, le arrebataron a su hijo de pocos meses y la llevaron a las afueras del pueblo donde la asesinaron vilmente.

En El Carpio, municipio de Córdoba, los fascistas asesinaron a 200 obreros, cuando terminaron las ejecuciones avisaron a sus familiares para que pudieran despedirse de ellos. Cuando las esposas, madres, hermanas, hijas estaban ante los cadáveres, el jefe local de Falange ordenó que dispararan sobre ellas. En otra población cordobesa, Morón, cuando las tropas republicanas recuperaron el pueblo se encontraron a muchas mujeres a las que habían cortado los pechos; estos salvajes habían escrito en una tapia: Nosotros moriremos, pero vuestras mujeres parirán fascistas.

Según el periódico Solidaridad Obrera del 15 de septiembre de 1936 en Granada se fusiló a 25 mujeres por el simple hecho de ser compañeras de milicianos que habían podido huir de la capital antes de que cayera en manos de los sublevados. Una de ellas estaba embarazada y le dispararon junto al vientre.

En Sevilla la represión sobre las mujeres alcanzó unos inimaginables niveles de salvajismo. En Fuentes de Andalucía, cargaron un camión con mujeres, las llevaron a una finca llamada El Aguaucho –cercana al pueblo La Campana-. Entre ellas había cuatro niñas de entre 14 y 18 años. Antes de ser violadas y asesinadas les obligaron a servir la comida a sus asesinos. Al regresar al pueblo los asesinos desfilaron con la ropa interior de las mujeres asesinadas «adornando» sus fusiles En Arahal en julio/agosto de 1936 se asesinó a 28 mujeres –ninguna fue inscrita en el Registro Civil-; en Villanueva del Rio 26 mujeres son asesinadas y no inscrita su defunción; en Paradas, 24; en Utrera, 13; en Marchena, 36; en Morón de la Frontera, 20. En total 164 mujeres asesinadas en siete pueblos sevillanos. Sólo en la provincia de Sevilla se han documentado 500 mujeres que perdieron la vida a manos de los franquistas.

Todos conocemos el brutal asesinato en Madrid de las conocidas como Las Trece Rosas, fusiladas en el cementerio de la Almudena madrileño el 5 de agosto de 1939. Pero hubo otras muchas rosas asesinadas en distintas poblaciones de la geografía española. En principio debería haber sido catorce, pero por un error burocrático se salvó, momentáneamente, Antonia Torres Vera, asesinada el 19 de febrero de 1940.

Algunas de las 13 rosas

El tribunal que ordenó el asesinato de las 13 rosas madrileñas estaba compuesto por el teniente coronel Isidro Cerdeño Gurich como presidente[2], como vocales actuaron los capitanes Remigio Sigüenza Plata, Fernando Ruiz Feingespan y el teniente José Sastre Juliá, el ponente fue el capitán García Marco.

Fueron acusadas de haber participado en el asesinato del comandante de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón, su chófer y su hija de 18 años, en la carretera de Oropesa a Talavera de la Reina. Las acusadas no tuvieron absolutamente nada que ver con el atentado[2]. En el juicio participó en los interrogatorios Arias Navarro[3]. Se sospecha que los instigadores del atentado fueron unos oficiales franquistas sobre los que Gabaldón tenía informes comprometedores.

Sobre las Trece Rosas hemos tenido que escuchar las palabras de dos individuos que con las declaraciones que han efectuado demuestran la nula calidad humana que tienen. El responsable de prensa de Vox, Juan E. Pflüger publicó un artículo titulado Desmontando las mentiras de los rojos: las Trece Rosas, otro mito de la izquierda que gusta a la clase política. En esta basura acusa a las Trece Rosas de terroristas, asesinas y chequistas. Esta asquerosa descripción la suscribió uno de los líderes del partido neofascista Ortega Smith. Esta basura la publicaron El Correo de Madrid, La Gaceta.es, y El Nuevo Acción.

Las Trece Rosas eran jóvenes entre 18 y 29 años: Carmen Barrero Aguado (20 años), Martina Barroso García (24), Blanca Brisac Vázquez (29), Virtudes González García (18), Ana López Gallego (21), Joaquina López Laffite (23), Dionisia Manzanero Salas (20), Victoria Muñoz García (18), Luisa Rodríguez de la Fuente (18), Pilar Bueno Ibáñez (27), Julia Conesa Conesa (20), Adelina García Casillas (19) y Elena Gil Olaya (20).

En Guillema (Sevilla) diecisiete rosas fueron asesinadas entre el 6 y el 8 de noviembre de 1937. Fueron detenidas en septiembre de 1937. Rapadas y paseadas por el pueblo el 4 de noviembre se las trasladó en un camión a Gerena para ser asesinadas en el cementerio del pueblo. Hubo un testigo de la masacre, José Domínguez Núñez, que contó lo ocurrido y gracias al cual se localizó la fosa en las que fueron enterradas. Según el testigo, el «Maestro Empedradu» sacó con un cuchillo el hijo que una de las asesinadas llevaba en el vientre.

Las Rosas de Guillema

La mayoría de ellas tenían hijos y dos estaban embarazadas. Fueron exhumadas el 23 de enero de 2012. Sus nombres: Natividad León Hidalgo, Rosario Liañez González, Trinidad López Cabeza, Ramona Manchón Merino, Manuela Méndez Jiménez, Ramona Navarro Ibáñez, Dolores Palacios García, Mª Josefa Peinado López, Tomasa Peinado López, Ramona Puntas Lorenzo, Manuel Sánchez Gandullo «La Serrana», Eulalia Alania García «La Cunera», Ana Mª Fernández Ventura, Antonia Ferrer Moreno, Ana Granada Garzón «La Gitana», y Granada Hidalgo Garzón.

En el pueblo gaditano de Grazalema se asesinó a quince rosas. La mayoría fueron asesinadas por no decir el paradero de sus familiares. Antes de asesinarlas las vejaron como solían tener por costumbre, rapadas, obligadas a tomar ricino y paseadas por el pueblo. Sus asesinos fueron los falangistas del pueblo, todos conocidos por ellas. Aparte de las armas de fuego se utilizaron armas blancas. A varias de ellas les aplastaron la cabeza con una pala. Una vez asesinadas –en una curva de la carretera de Grazalema a Ronda- las arrojaron a la fosa sin taparlas, obligando a los familiares a que acudieran a enterrarlas y ver el dantesco espectáculo.

Una de las víctimas, Catalina Alcaraz, escribió una nota a su amiga Adelina para que se hiciera cargo de sus tres hijos de 8, 5 y 3 años de edad: Adelina le agradeceré que atienda usted a mis pequeños y les de comer [sic]. La comida me la dejé en la puerta. Pueden dormir en mi casa y ustedes echarle una miradita que, como son tan malos, no quiero que les den mucha guerra. A ver si pudiera ser que pronto me dejaran salir, puesto que yo no tengo culpa, […], gracias y le queda muy agradecida su amiga. Catalina Alcaraz[4].

Eran: Teresa Castro Ramírez, Salud Alberto Barea (estaba embarazada), Catalina Alcaraz Godoy, Isabel Atienza Gómez (embarazada), Josefa de Jesús Gómez, Isabel Barea Rincón, María Barea Rincón, Ana Fernández Ramírez (embaraza y con tan solo 18 años), Cristina Carrillo Torres, Lolita Gómez, Mª Josefa Nogales Castro, Teresa Menacho, Antonia Pérez vega, Mª Isabel Romás Montes, Natividad Vilches, también asesinaron en el mismo acto a un crio de 12 años Francisco Peña García «El Bizarrito».

A otras quince rosas les segaron la vida en Puebla de Guzmán (Huelva), unas asesinadas en el cementerio y otras en el callejón de la Fuente Vieja; María San Blas Álvarez Cano (esposa de Diego Domínguez primer teniente de alcalde, también asesinado), Beatriz Álvarez Gómez, Mercedes Álvarez Pérez, Sampedro Álvarez Rodríguez, Antonia Beltrán, Dolores Clemente Martín, María Rodrigo Domínguez Ponce (su hermano también fue asesinado), María Peña Domínguez Suarez (esposa de Juan Mora, primer secretario del PSOE), Catalina García Márquez, María Márquez González «La Mora» (tenía dos hijas, una de ellas lactante, ambas se hicieron monjas), Concha Orta Blanco, Concepción Orta, Dolores Ponce Barbosa 8asesinaron a dos hermanos), María Dolores Rodríguez, María Roldán García.

Lugar donde fueron asesinadas las mujeres de Puebla de Guzmán

Otro pueblo onubense, Zufre, sufrió la pérdida de 16 rosas asesinadas en Higuera de la Sierra. Antes habían sido rapadas, purgadas y paseadas por el pueblo, y algunas de ellas violadas. El comandante militar de Zufre era el cabo de la Guardia Civil Eduardo Novoa que dijo que Había llegado el momento de ajustar todas las cuentas pasadas. Como la gran mayoría no tuvieron ningún tipo de juicio. El supuesto delito era que habían desnudado y tirado unos comestibles que llevaba a Rosario Expósito por haber votado a las derechas. Las víctimas fueron; Dominica Rodríguez, Felipa Rufo, Antonia Blanca, Josefa Labrador, Fátima Ventura, Carlota Garzón, Remedios Gil, Mariana Sánchez, Amadora Sánchez, Encarnación Méndez, Elena Ramos, Bernadela Rodríguez, Alejandra Garzón, Teodora Garzón, Amadora Rodríguez «La Pasionaria».

En Huelva, como en Sevilla, la represión sobre las mujeres fue brutal. En Puebla de Guzmán fueron asesinadas quince mujeres, tras ser paseadas y purgadas. En este pueblo fueron asesinadas 78 personas. A José Domínguez Álvarez le asesinaron a su padre Diego Domínguez y a su madre María San Blas Álvarez Cano. José recuerda el asesinato Ordenaron el asesinato de aquellas mujeres y hombres sólo por satisfacer el instinto criminal fascista, esa ansia de destrucción de la vida que tenían muertas fueron vejadas, José Domínguez cuenta: uno del pelotón levantó la falda a una de las que acababa de fusilar y le hizo gestos obscenos.

Las quince mujeres fueron asesinadas en septiembre de 1937. Solamente se inscribió en el Registro Civil la muerte de ocho, seis de ellas a partir de 1979.

Para terminar con esta relación de rosas asesinadas por las hordas franquistas, mencionaré a las nueve aceituneras de San Juan de Analfarache. Estaban afiliadas a la UGT, algunas de ellas vivían en un barrio de chabolas conocido como el Mandrón, situado a las afueras de la localidad sevillana. El 10 de agosto de 1936 fueron arrestadas y enviadas al buque Cabo Carvoeiro, anclado en el puerto de Sevilla. Estuvieron prisioneras en este buque prisión 66 días. El 24 de octubre el siniestro capitán Manuel Díaz Criado, sacó del barco a 43 personas, 21 hombres y 13 mujeres para asesinarlos en las tapias del cementerio de San Fernando de Sevilla.

Aceituneras de San Juan de Analfarache

Las aceituneras asesinadas eran: Rosario González Rodríguez (28 años), Victoria Quintanilla Muñoz (24), Josefa Romero Barberán (28), antes de ser asesinada la violaron y le cortaron los pechos. La conocían por «La Rojilla» porque siempre llevaba un pañuelo rojo anudado al cuello, Leonisa Panadero Maya (19), las hermanas Gabina Isabel y Francisca Parro Domínguez, de 36 y 43 años, Guadalupe Sánchez López (34), (también asesinaron a su marido Antonio Anillo Marín) dejó un hijo de 10 años; Josefa Tierno García (24). Otras asesinadas del pueblo fueron Serafina Vela Vela (36), poco después mataron a su hijo José Vela de 18 años de edad, y Carmen Bermúdez Pavón de 21 años.

El 24 de octubre de 2017 se inauguró el Paseo de las Nueve Aceituneras –antes la calle se llamaba Cardenal Segura-. A las pocas horas la inscripción con el nombre de las nueve aceituneras y el resto de personas asesinadas por los franquistas fueron destruidas.


[1] Coronel inspector de campos de concentración. Murió el 9 de junio de 1940. Su hermano Rafael también presidió consejos de guerra con penas de muerte a sus espaldas.

[2] Al parecer los asesinos fueron Damián García Mayoral, Sebastián Santamaría y Francisco Rivares. Gabaldón pertenecía al SIMP (Servicio de Información de la Policía Militar), además fue uno de los que dirigió la represión en Talavera de la Reina. Fueron fusilados junto a las 13 rosas y otros militantes de las JSU, En total ese día acabaron con la vida de 56 personas.

[3] Conocido como El carnicero de Málaga. Fue el último presidente de Gobierno franquista.

[4] Su padre Ignacio Alcaraz era concejal del Ayuntamiento, huyó el 13 de septiembre de 1936 al entrar las tropas franquistas en el pueblo.

Los anarquistas en la II República y la Guerra Civil

INTRODUCCIÓN

Existe mucha bibliografía sobre la actuación de los anarquistas durante el período de la II República y la Guerra Civil provocada al fracasar el golpe de Estado que los sectores más reaccionarios de la sociedad española dieron con el fin de acabar con el legítimo y democrático régimen instaurado el 14 de abril de 1931.

Mucha de esta bibliografía ha sido escrita por simpatizantes del anarquismo o por aquellos que fueron protagonistas del período histórico que nos ocupa. Larga es la lista de estos últimos, Abad de Santillán, Ricardo Sanz, Cipriano Mera, García Oliver, Federica Montseny, etc. Desgraciadamente la subjetividad y falta de autocrítica, cuando no la ciencia ficción, son las características que mejor describen estos escritos.

La historiografía anarquista suele considerar que todas las críticas que se hicieron a la actitud de los anarquistas durante la II República se deben a oscuros intereses políticos y no a un intento de contar la historia tal como fue.

Es por lo anterior que veo necesario, como con todo el período, que se escriba sobre el comportamiento anarquista desde la idea de dar a conocer las luces y las sombras que envolvieron esta actuación. Es a partir de estos parámetros cuándo podremos sacar conclusiones, más o menos, objetivas de lo que significo el movimiento anarquista en el desarrollo de la II República española. Ese, y no otro, es el objetivo de este trabajo.

ANTECEDENTES

Pierre Joseph Proudhon

El primero que se denominó anarquista fue Pierre Joseph Proudhon (1809-1865) a partir de sus ideas comienza a gestarse un movimiento que defendía, junto a socialistas y comunistas, la creación de una sociedad más justa, más libre, la abolición del Estado como instrumento para la conformación y desarrollo de la sociedad. Junto a Proudhon destacaron en estos primeros tiempos del anarquismo, los rusos Bakunin (1815-1876) y Kropotkin (1842-1921), el alemán Max Stirner (1806-1856), el italiano Enrico Malatesta (1853-1932).

Unidos fueron anarquistas, comunistas y socialistas en la creación de la I Internacional en 1864; y juntos pelearon en las barricadas de la Comuna de París en la primavera de 1871. Poco después acabaría esta unión, las discrepancias entre Bakunin y Carlos Marx acabarían con una escisión en 1872 y la posterior expulsión de los anarquistas de la I Internacional. Divergencias en el modo de actuar y la acusación que los anarquistas hicieron de autoritarismo a comunistas y socialistas.

Mijail Bakunin

En 1873 los anarquistas crean la que se conoce como Internacional Antiautoritaria, de corta vida, ya que se disuelve en 1877, un año después de la muerte de Bakunin. No sería hasta 1922 cuando crean en Berlín la conocida como Internacional Anarquista –ellos prefieren llamarla AIT, al considerarse los herederos de la I Internacional-.

Corrientes

No era homogéneo el pensamiento anarquista. Desde sus comienzos se observan en él varias tendencias, sobre todo desde comienzos del siglo XX, con mayor o menor desarrollo en la historia del anarquismo.

Por un lado estaba el Ilegalismo, surgida en Francia, Italia, Bélgica y Suiza a comienzos del siglo XX; esta corriente adoptó el crimen como medio de vida. Para sus seguidores no era necesaria una justificación moral para robar, era lo que los ilegalistas denominaban “expropiación individual”. De alguna manera era la continuación del anarquismo individualista de finales del siglo XIX, que tenía como bandera la “propaganda por el hecho”, y del que fueron destacados actores Émile Henry, Michelle Angiolillo o Gerónimo Caserio. Esta corriente fue duramente criticada por otras corrientes como el anarcosindicalismo.

Similar al Ilegalismo es el conocido como Anarquismo expropiador, corriente que tiene su mayor auge entre 1920 y 1935. Esta concepción del anarquismo tiene su mayor implantación en Argentina y España. En nuestro país esta corriente está representada por el grupo Los Solidarios (Buenaventura Durruti, García Oliver, Alejandro y Francisco Ascaso, y Gregorio Jover)

Algunos Solidarios: Vivancos, Gª Oliver, R. Sanz, Ascaso, Durruti

De estas corrientes parte el término de la acción directa y del uso de la violencia, no sólo como medio para conseguir sus fines, también como elemento propagandístico. Algo con lo que no todos los anarquistas estaban de acuerdo, como Pierre Besnard que decía que « Dejarse llevar por la cólera para la ejecución irracional de un acto violento o de un sabotaje inútil es inoportuno, es dar prueba de debilidad, de ineducación, de incomprensión; significa presentar distancia al adversario y dar pie a la violencia del bando adverso»

Con respecto a la acción directa, hay que señalar que su verdadero fin no era el uso de la violencia sin más. El concepto lo crea el británico Robert Owen (1771-1858) en el siglo XIX. Este socialista utópico se refería a la resolución de los problemas surgidos entre patronos y trabajadores de forma directa y sin la intervención de terceros. La principal arma de esta acción directa sería la huelga.

A estas corrientes individualistas se oponía el conocido como comunitarismo socialista –que fue el que acabaría imponiéndose en España-. Este comunitarismo, también conocido como anarcocomunismo –término acuñado por Enrico Malatesta- defendía más la lucha colectiva, la agrupación de los trabajadores en sindicatos organizados para la defensa de sus intereses; sin despreciar el uso de la violencia en determinados momentos.

Esta disparidad de posicionamientos ideológicos y estratégicos tendrían mucho que ver en el posterior desarrollo del anarquismo; y en buena parte también fue la causa del paulatino ocaso del anarquismo que se da a partir de los años treinta del siglo pasado. Como señala Antonio Fontecha (FONTECHA: 154) « El análisis de las bases ideológicas de la actuación pública de las organizaciones libertarias revela la falta de sistematización en las críticas hacia la sociedad y el Estado»

El anarquismo en España

El anarquismo es introducido en España por el italiano Giuseppe Fanelli en la visita que realizó a España en noviembre de 1868. Fanelli venía en representación de la Alianza Democrática Socialista. Sus primeros seguidores en España fueron Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, Rafael Farga, Gaspar Sentiñon, o Tomás González Morago, que según Malatesta era el más grande anarquista español.

Giuseppe Fanelli

En un principio la táctica que adoptan los primeros anarquistas españoles podría catalogarse de puro terrorismo, en muchas ocasiones indiscriminado y con poco sustento ideológico. No vamos a hablar de la Mano Negra, supuesta organización creada en Andalucía en 1880 y que actuó durante los años 1882 y 1883. Y no vamos a hablar porque no está documentado que esta supuesta organización secreta llegara a existir. Pero si hay que mencionar alguna de las acciones –ejemplo claro del anarquismo individualista- que llevaron a cabo: en 1893 bomba en el Liceo de Barcelona, arrojada por Santiago Salvador que causo veinte víctimas mortales, diez de ellas mujeres: y atentado contra Martínez Campos, perpetrado por Pallás; en junio de 1886 lanzamiento de una bomba durante la procesión del Corpus en Barcelona provocando la muerte de siete obreros y un soldado; en agosto de 1887 asesinato de Cánovas, bomba lanzada por Mateo Morral el 31 de agosto de 1906 al cortejo en el que iba el rey Alfonso XII y su esposa, murieron 25 personas y hubo más de 100 heridos; el 13 de noviembre de 1912 asesinato de Canalejas.

Aunque en España predominó la corriente colectivista, el individualismo tuvo una importante acogida, sobre todo el planteado por Max Stirner, que defendía, entre otras cosas, que el delincuente era un revolucionario. Según Stirner este criminal sería el que conseguiría la destrucción del Estado y no la lucha proletaria. Esto va en contra del ideario anarquista en donde el bien común está por encima del individual. Hubo anarquistas muy críticos con esta posición, como Joan Peiró que escribía: « El materialismo de individualidades es mucho más amoral que el de los burgueses y capitalistas […] Las revoluciones las hace el pueblo para el pueblo […] no para el disfrute de determinados individuos […] los atracadores y los ladrones no han tomado ninguna revolución. Por el contrario han sido siempre la deshonra de todas las revoluciones»[1]

El primer grupo anarquista organizado en España fue la Federación regional Española (FRE), representante de la I Internacional. En estas primeras organizaciones ácratas españolas predominaba el pensamiento de Bakunin y el francés Fernand Pelloutier (1867-1901), creador del sindicalismo revolucionario. Entre los días 30 de octubre y 1 de noviembre se crea en Barcelona la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), se forma a partir de la unión de varios grupos anarquistas. La idea surge del grupo Solidaridad Obrera que fue el convocante de la reunión a la que acudieron 124 sociedades obreras -67 de ellas catalanas-. El objetivo era salir del ámbito regional catalán y crear una organización de corte federal que abarcara a toda España. En septiembre de 1911 la CNT celebra su primer congreso.

Congreso fundacional de la CNT

La CNT se organiza de forma muy descentralizada. El organigrama comenzaba con el Sindicato local del ramo (con secciones por oficios), Sindicato local (con un representante de cada sección); Federación local de Sindicatos (unión de sindicatos autónomos, servía de coordinadora, pero no podía imponer a los sindicatos las acciones que debían realizarse); posteriormente venían la Federación comarcal, la Confederación regional, y finalmente la Confederación nacional. Todos ellos contaban con comités encargados de la administración y la coordinación. Esta estructura tenía un hándicap, la falta de coordinación entre las distintas secciones que componían la CNT.

En III Congreso, celebrado en el teatro del Conservatorio, entre los días 11 y 16 de junio de 1931. Se aprobó por abrumadora mayoría la creación de Federaciones Nacionales de Industria, que actuarían de forma paralela a las distintas federaciones locales, comarcales, regionales y nacional de sindicatos únicos. Esta fórmula haría que existiera una mayor coordinación, y, sobre todo, planificar la actuación de cada sector industrial según sus especiales características. En definitiva se trataba de una medida centralizadora. Contra esta resolución se posicionó vehementemente la FAI, con García Oliver a la cabeza. A pesar de su aprobación nunca llegó a llevarse a la práctica.

Durante los años veinte, incluyendo la dictadura de Primo de Rivera, los anarquistas españoles crean grupos, que hoy serían definidos como terroristas, que recurren constantemente al uso de la violencia, en gran medida provocada por la creación de los Sindicatos Libres y el auge del pistolerismo en Cataluña. Grupos de esta índole eran Crisol, Los Solidarios, Los Justicieros, por poner sólo algunos ejemplos. Muchos de estos individuos no eran anarquistas sino simples pistoleros a sueldo. Pestaña cuenta que en esa época, dos supuestos anarquistas se le acercaron y le dijeron que estaban dispuestos a matar al empresario que les dijese a cambio de una remuneración económica. Por supuesto Pestaña se negó en rotundo a aceptar esta proposición.

« Una particularidad del anarquismo español que se hace notar cada vez más a partir de ahora, fue la admisión en sus filas de malhechores profesionales – ladrones y pistoleros que ciertamente no hubieran sido aceptados por ningún otro partido u organización de la clase trabajadora- junto con idealistas de la más pura y desinteresada calidad» (BRENAM, 2011:114)

Este problema no se subsanó con el paso del tiempo. En 1936 las cosas parecían seguir igual. Timoteo Ruiz, anarquista de Los Navalmorales de Pusa (Toledo) lo veía claramente: « La CNT cometió un tremendo error al abrir sus puertas a todo el que quisiera ingresar. Sé por experiencia propia […], que los elementos falangistas más reaccionarios del pueblo ingresaron en la CNT» (citado FRASER, 1979b:399)

En noviembre de 1926 se crea en Lyon otra organización anarquista, la FAI (Federación Anarquista Ibérica). La primera reunión clandestina la realizan en Valencia en julio de 1927. La FAI se organizó mediante “grupos de afinidad” compuestos por entre tres y diez miembros. Estos grupos una vez creados solicitaban su ingreso en la FAI. A nivel organizativo su estructura era igual a la de la CNT.

Su principal objetivo, hacerse con el control de la CNT, ya que pensaban que ésta estaba desviándose hacia posiciones “revisionistas”. Esta aseveración la confirma las palabras de José Peirats en el IV Congreso de Zaragoza, celebrado del 1 al 11 de mayo de 1936: « La CNT no es una organización anarquista y los trabajadores que la integran tampoco […] si la CNT fuera anarquista, sobraba la FAI o la CNT ¿Por qué querríamos la organización específica si la CNT fuese anarquista?

1931-1936

Proclamación de la República

Proclamación de la República

En principio la CNT se mostraba dispuesta a la colaboración con el resto de fuerzas antimonárquicas. En la primavera de 1930, J. Peiró y A. Pestaña dieron un mitin en el Teatro Nuevo de Barcelona, allí abogaron por la colaboración con otras fuerzas: « Que no vea nadie en la solemne declaración de nuestra conciencia, el abandono ni tan siquiera la mengua o el debilitamiento de nuestros ideales particulares […] Consciente de nuestro deber histórico, hacemos, pues, un fervoroso llamamiento a los hombres de buena voluntad de Cataluña y de toda España para que hagan coincidir su esfuerzo hacia la instauración de la república democrática» (citado BRADEMAS: 42).

Según Emilio Mola –entonces director general de Seguridad-, la CNT envió a dos observadores a la reunión que dio paso al Pacto de San Sebastián; Progreso Alfarache y Rafael Vidiella.

Cuando la República es proclamada la CNT de Cataluña lanzó un manifiesto:

« Ha sido proclamada la República.

El infame Borbón que nos tenía la argolla al cuello ha tenido que dejar el poder.

El Ayuntamiento, la Diputación, Correos y Telégrafos están manos del pueblo. Para sancionar estos hechos, el pueblo debe manifestarse en la calle. No nos entusiasma una república burguesa, pero no consentiremos una nueva dictadura. Contra una posible reacción de los elementos armados, el pueblo debe estar en pie.

Si la República ha de consolidarse, será indudablemente contando con la organización obrera, de lo contrario no será.

Como condición previa exigimos la inmediata libertad de los presos. Después de esto, primordialmente impondremos otras condiciones. La Confederación Regional de Trabajo de Cataluña declara la huelga general y está a la expectativa de los acontecimientos ¡Por la libertad de los presos! ¡Por la revolución! » (citado PADILLA: 252)

En similares términos se manifestaba un comunicado emitido por el Comité Nacional de la CNT. Pero no todos los anarquistas estaban de acuerdo con este apoyo, aunque fuera condicionado, a la República. Algunos como Galo Díez si vieron que la República era lo que deseaba el pueblo, por lo que no era conveniente atacarla frontalmente e ir en contra de la inmensa mayoría de los españoles. La propuesta de Galo Díez era mantenerse a la expectativa y esperar el lógico desgaste del sistema republicano, con lo que los anarquistas pasarían a ser la nueva esperanza de los trabajadores.

Pero no todos los anarquistas pensaban así. En un mitin que la FAI celebró el 1 de mayo de 1931 en Barcelona, se lanzaron una serie de exigencias a la República, fue el anticipo de unas constantes convocatorias de huelgas. Esta distinta forma de ver el advenimiento del nuevo régimen fue el comienzo de las serias divergencias que se dieron en el seno de la CNT y, sobre todo con la FAI.

Como acertadamente señala Brademas: « El anarquismo debilitó al liberalismo, no a las derechas» (BRADEMAS: 73)

Relación tumultuosa con la República

Le vino bien a la CNT la proclamación de la República, tras la vuelta de la clandestinidad el sindicato anarquista afilió a 1.200.000 personas entre abril de 1931 y junio de 1932.

Conocido es que una de las máximas anarquistas es la no participación en política y, por tanto, abstenerse en cualquier sufragio convocado por lo que ellos consideran democracias burguesas. A este respecto la CNT no siguió un patrón durante el período republicano. En 1931 realizaron una campaña abstencionista de bajo nivel; en 1933 los anarquistas se volcaron para que sus afiliados y simpatizantes no acudieran a las urnas, lo que sin duda ayudó al triunfo de la derecha; en 1936 el cambio fue radical; no sólo dejaron “libertad de conciencia” sino que algunos de sus líderes destacados, como fue el caso de Durruti, anunciaron su intención de votar.

Pero no iba a ser ni mucho menos idílica la relación de los anarquistas –en honor a la verdad hay que señalar que todos-, ya que durante todo el período que abarca de 1931 a 1936 estuvo plagado de huelgas, negativas a cualquier tipo de colaboración –como fue su negativa a participar en los Jurados Mixtos-, e insurrecciones. Esta actitud como señala Julián Casanova (CASANOVA, 2006:73) privó a la República de un apoyo social fundamental, a la vez que se lanzaba una imagen de la República al resto del mundo que no le ayudaba en lo más mínimo.

Un congreso de extraordinaria importancia para el devenir de las relaciones CNT/FAI-República, fue el celebrado en el Teatro del Conservatorio de Madrid, entre los días 11 y 16 de junio. Por un lado estaba el sector sindicalista representado por Joan Peiró, Juan López y Ángel Pestaña, que defendían que era posible llevar a cabo la lucha sindical dentro del régimen republicano; por el otro lado estaban los faistas revolucionarios, liderados por García Oliver, Durruti, Ascaso y Federica Montseny, que insistían en comenzar inmediatamente la actividad revolucionaria. Por parte de estos se pedía iniciar inmediatamente la revolución. Contra esta postura se manifestaron destacados cenetistas como Gayo Díez: «Yo no he visto que en un pueblo sin cultura estemos capacitados para hacer una revolución» (citado BRADEMAS: 66); o Joan Peiró: «La CNT no está preparada para hacer la revolución… La Confederación podría posiblemente conquistar el Estado capitalista, pero después no podría reconstruir la sociedad que todos ansiamos» (citado BRADEMAS: 65)

Esta actitud de acoso a la República le costó caro a la CNT; muchos de sus afiliados no comprendían el porqué de los constantes ataques a la República, como tampoco entendían muchas de las huelgas que se convocaban en donde se pedían cosas irrealizables. Esto provocó un descenso importante de afiliados, un ejemplo es la Regional de Cataluña que pasó de 300.000 miembros en 1931 a unos 136.000 en mayo de 1936. Y todo esto pasó cuando la República estaba más necesitada del apoyo de las clases populares.

La actitud de los anarquistas ante las reformas que estaba llevando a cabo el Gobierno republicano fue de constante oposición. En el Congreso de la Regional de Andalucía, celebrado en octubre de 1931, se rechazó el proyecto de reforma agraria que estaba elaborando el Gobierno; su principal argumento era que se pretendía parcelar la tierra; asimismo veían en la conversión a pequeños propietarios de los jornaleros como un peligro, ya que estos se acomodarían y olvidarían los pensamientos revolucionarios. Actitudes como esta es la que provocaron un descenso masivo de afiliados a los sindicatos agrícolas de la CNT, como ejemplo valga el caso de Andalucía:

 

Provincia 1931 1936
Sevilla 11.750 2.105
Córdoba 6.110 2.142
Cádiz 3.000 5.237
Málaga 500 1.234
Total 21.360 10.718

Fuente: González Calleja, p. 677

Nada de lo que hacía la República en materia laboral les parecía bien. Como hemos comentado se negaron a participar en los Jurados Mixtos, según ellos porque el Estado no debía inmiscuirse en las relaciones patrón-obrero. Se negaron a inscribirse en el Servicio de Colocación Obrera; se negaron a participar en la gestión de industrias por parte de los obreros al amparo de la Ley de Control Obrero, asimismo se negaron a inscribirse en las Asociaciones Profesionales, se opusieron a aceptar el subsidio obrero. A pesar de que todas estas leyes favorecían a los trabajadores la CNT mantuvo su cerrazón sin importarle si su actitud beneficiaba o perjudicaba a la clase trabajadora.

Pasemos a repasar las acciones más destacadas que promovieron los anarquistas. El primer incidente importante ocurre a partir de la convocatoria por parte de la FAI de una huelga en la CTNE, convocatoria que se realiza el 4 de julio de 1931. La huelga tiene bastante éxito en Barcelona, Zaragoza y Sevilla. En esta última es donde se produce el asesinato de cuatro anarquistas detenidos a los que se les aplica la “ley de fugas” en el Parque de María Luisa. La violencia empleada en esta huelga, tanto por los faistas como por las fuerzas de orden público conllevó que el conflicto se saldara con 30 muertos, 200 heridos y más de 2.000 detenidos. La llamada a esta huelga no la compartía buena parte de la CNT. El Comité Regional de Cataluña publicó en el periódico L’Opinió su rechazo a las huelgas indiscriminadas: « Creemos que han de evitarse algunas de las cosas que suceden: que los Sindicatos provoquen excesivos conflictos, dando lugar a que muchos de éstos, faltos de apoyo moral y material indispensables, se pierdan cuando, en realidad deberían ganarse» (citado PADILLA: 265).

Casa Cornelio, bombardeada por el Ejército

Hay que reconocer que los gobiernos de la República se emplearon con dureza en la represión de las algaradas anarquistas, lo que no ayudó a apaciguar al sector más violento del sindicato anarquista. Les fueron aplicadas con todo rigor la Ley de Defensa de la República, de octubre de 1931; y la Ley de Orden Público de agosto de 1933. Lo que no significa que la República se dedicó a perseguir a la CNT gratuitamente; no fue así, independientemente del victimismo que inunda la historiografía anarquista.

Insurrecciones

Hasta cuatro movimientos insurrectos de importancia se llevaron a cabo entre enero de 1932 y octubre de 1934. Los tres primeros fueron orquestados por los anarquistas. Hay que señalar que de estos tres intentos, dos se produjeron cuando gobernaba la izquierda, y la tercera a los pocos días de que la derecha venciera en las elecciones de 1933.

El elemento común de estas insurrecciones fue el fracaso total de las mismas; fracaso que sus inductores sabían que iba a ocurrir. A pesar de saber de antemano el resultado final, los valedores de la revolución las justificaban como una forma de que las masas no se durmieran y se volvieran reformistas. Las consecuencias fueron todo lo contrario, ya que desmovilizaron a muchos afiliados que no estaban de acuerdo con estas tácticas, y agotaron las fuerzas de los que si pensaban que había llegado el momento de la revolución. Otro elemento común es la falta total de coordinación, en gran medida debido a la estructura totalmente descentralizada que tenía la CNT y que permitía, entre otras cosas, que cualquier sindicato local iniciara la acción sin contar con el resto.

Julián Casanova hace un certero análisis de las consecuencias de estos movimientos: « Se anunciaba la revolución para un día ya fijado, generalmente condicionado a lo que hiciera el enemigo y sin objetivos políticos claros […] Por decirlo de forma clara: la República se tiñó de “sangre del pueblo”, pero la CNT, heroicidades al margen, ganó poco y perdió mucho» (CASANOVA, 2000: 58)

Alto Llobregat

Detenidos tras la insurrección

Transcurrió entre el 18 y 25 de enero de 1932. La insurrección se llevó a cabo sin que el Comité Comarcal del Alto Llobregat, ni el Comité Regional de Cataluña tuvieran conocimiento de su preparación. El Comité Regional de Zaragoza so sólo no estaba de acuerdo con este levantamiento sino que hizo todo lo posible por pararlo.

Todo comienza con el recorrido que hicieron Arturo Parera, Buenaventura Durruti y Vicente Pérez “Combina” por varias localidades de la zona soliviantando los ánimos y promocionando la revolución; incluso Durruti enseñó a los mineros a fabricar bombas con notes de hojalata y dinamita.

Todo comenzó con los mineros de la colonia San Cornelio en Figols, población con importantes minas de potasio. Se extendió por la comarca proclamándose el comunismo libertario en varias poblaciones como Berga, Sellent, Figols, Cardona y Suria, llegando incluso a Manresa. El día 25 la insurrección estaba totalmente dominada por el ejército.

Las consecuencias, clausura de sindicatos y periódicos, más de doscientos detenidos –entre ellos Durruti y los hermanos Ascaso-, deportaciones a Villa Cisneros; y, lo más importante quizás, la ruptura total entre las dos facciones más señaladas de la CNT: los treintistas y los faistas.

 

Enero de 1933 – Casas Viejas

Asesinados en Casas Viejas

Todo comenzó por una huelga ferroviaria. La Federación Nacional de la Industria Ferroviaria (FNIF) convocó una huelga general del sector para el 8 de enero de 1933. Esperaban que el Comité Nacional y las regionales convocaran una huelga general. Pero las discrepancias en la forma y en el fondo entre la FNIF, el Comité Nacional de la CNT, y la Regional de Cataluña, hicieron que se produjera un verdadero caos. Al final el llamamiento lo hizo en solitario la Regional catalana, con resultado totalmente negativo. Hay que resaltar que de las 71 subsecciones de la FNIF, 36 dijeron no estar preparados para llevar a cabo la huelga. La propia FNIF no estaba segura de convocarla, aunque finalmente así lo hiciera; aunque la orden no se llegó a dar porque los faistas iniciaron la sublevación un día antes en Barcelona.

Antes del día 8 ya se habían registrado incidentes en Asturias, Sevilla, Lérida y Ciudad Real; para el 8 ya se había extendido la revuelta a Madrid, Valencia, Zaragoza, Murcia, Oviedo. En varios ayuntamientos se proclamó el comunismo libertario: Pedro Muñoz (Ciudad Real), Bugarra (Valencia), La Rinconada (Sevilla), Casas Viejas (Cádiz).

La insurrección la encabeza el grupo Nosotros (F. Ascaso, Durruti, García Oliver, Rafael Escartín, Aurelio Fernández, Ricardo Sanz, Pepita Not, María Luisa Tejedor, Adolfo Bueno, entre otros). A pesar que desde varias regionales se les hace saber que no estaban preparados para una revolución, los líderes del movimiento hacen caso omiso y continúan con su plan.

Esta insurrección se hizo tristemente famosa por Casas Viejas, el pueblo gaditano en donde la feroz represión llevada a cabo y dirigida por el capitán Rojas se saldó con el asesinato de 21 personas. Esta insurrección fue la que más trágicas consecuencias tuvo: 75 muertos y 101 heridos entre los revolucionarios, y 11 guardias civiles y 3 guardias de asalto muertos, y 63 heridos.

Desde los propios núcleos anarquistas llovieron las críticas: en su editorial del día 9 el diario CNT decía. « Esa no es nuestra revolución»; mientras que el Comité Nacional de la CNT se desmarcó de la convocatoria: « Los referidos acontecimientos han sido de pura significancia anarquista sin que para nada haya intervenido en ellos el organismo confederal». La FAI asumió su total responsabilidad en el alzamiento.

José Peirats fue muy crítico con esta insurrección y con sus dirigentes: « Mandados por García Oliver, fueron los cuadros un factor determinante del movimiento de enero. Responsables de que el alzamiento fuera prematuro, también debe culpárseles de la falta de coordinación de la revuelta» (palabras de José Peirats a John Brademas, citado BRADEMAS: 100). También fue crítico  Joan Peiró que denunció que «la vieja teoría de minorías audaces sólo conduce al desastre; para él solamente existía una forma de hacer la revolución «las revoluciones se hacen sumando fuerzas, no dividiéndolas.»

Diciembre de 1933

La insurrección se decidió en el pleno nacional de la CNT celebrado el 26 de noviembre de 1933 en Zaragoza. Allí se nombró un comité revolucionario en el que se encontraban Durruti, Mera, Isaac Puente, y Joaquín Ascaso entre otros. Gran parte de las Regionales no estaban de acuerdo, aduciendo que ya habían sufrido demasiadas derrotas y no estaban en condiciones de apoyar la rebelión. Incluso García Oliver dudó de la idoneidad del alzamiento, todo lo contrario que Durruti, su principal valedor.

Hubo enfrentamientos en Valencia, Logroño, Gijón, Fabero, Villanueva de la Serena, en donde un grupo de soldados dirigidos por el sargento Pío Sopena –que murió en los enfrentamientos-  se unieron a los revolucionarios, Sants, Bajo Llobregat, Logroño y algunas poblaciones aragonesas; en Barcelona el fracaso de la convocatoria fue total. El resultado final fue de 75 paisanos y 14 guardias civiles muertos, y 101 y 63 heridos respectivamente.

El periódico sindicalista catalán Vía Libre publicó el 29 de diciembre un artículo titulado Después del último movimiento: « […], los delegados de las comarcales y locales que asisten a los plenos regionales para discutir y tomar acuerdos sobre la consulta hecha por el comité regional, no representan a nadie, absolutamente a nadie […] Pero ello no obsta para que se proclamen representantes de poderosas fuerzas de su localidad o comarca y que además ostenten el mandato de las mismas en el sentido de ir a la revolución social inmediatamente e implantar el comunismo libertario» (citado Brademas: 116)

Octubre de 1934

Barricadas en Oviedo

No vamos a extendernos sobre la revolución de octubre ya que son de sobra conocidos los hechos que se produjeron en la insurrección más grave que se produjo hasta 1936. Lo primero que hay que señalar es que la CNT no secundó la insurrección excepto en Asturias. Este retraimiento de la CNT puso un grano de arena más en el fracaso del movimiento.

La no adscripción de los anarquistas a la revolución viene ya marcada por la decisión anterior de negarse a participar en las Alianzas Obreras, unión de fuerzas de izquierda promovida principalmente por la UGT.

En la primavera de 1936 el secretario del Comité Nacional de la CNT, Horacio Martínez Prieto hizo un comentario respecto a la revolución de Asturias: « Cuando llegó octubre no aconsejamos a nadie que secundara la revolución ni que dejase de secundarla»

Es sintomático que en la mayor insurrección obrera que se produjo durante la República los anarquistas, una vez más, prefirieran desmarcarse de algo que no era promovido por ellos mismos, independientemente de que fuera algo que se hacía defendiendo los derechos de la clase trabajadora.

Ni dios, ni amo, ni aliados

Una constante en el movimiento anarquista fue su reticencia, cuando no franca negativa, a actuar en colaboración con otras formaciones de izquierdas, ya fueran partidos o sindicatos, prefiriendo siempre hacer la guerra por su cuenta. Aunque en 1916 –antes de la irrupción de faísmo- si se aliara con la UGT para convocar la gran huelga de 1917.

Esta negativa a colaborar con otras fuerzas se toma en el III Congreso Confederal celebrado en Madrid en junio de 1931: « Estamos frente a las Cortes Constituyentes como estamos frente a todo poder que nos prima. Seguimos en guerra abierta contra el Estado» (citado GIL PECHARROMÁN: 236)

No todos los anarquistas estaban a favor de esta falta de colaboración con otras fuerzas, de hecho esta fue una de las causas de las fuertes desavenencias en el seno de la comunidad anarquista española, como veremos en el siguiente capítulo.

Un ejemplo claro de este individualismo fue la formación de las Alianzas Obreras. A finales de 1933 varios grupos comienzan a plantear la unificación de fuerzas sindicales y políticas de izquierda para formar una Alianza Obrera; frente común contra todas las derechas y, sobre todo, contra el fascismo. Más o menos en estas fechas es cuando comienza la radicalización de algunos sectores de la UGT y del PSOE.

En diciembre de 1933 se forma la primera Alianza Obrera en Cataluña. De esta alianza formaron parte el Bloc Obrer i Camperol, inspiradora de la alianza; la sección catalana de la UGT; Izquierda Comunista; Unión de Rabassaires, la federación Socialista de Barcelona (PSOE) y la Unión Socialista. LA CNT se negó a participar esgrimiendo como argumento que la CNT tenía más fuerza por si sola que todos los demás partidos y sindicatos juntos; por lo que no necesitaba aliarse con nadie para llevar a cabo sus propósitos revolucionarios.

No todas las regionales estaban en contra de esta posición de no colaboración, como era el caso de la asturiana y la de centro. Un destacado anarquista, Valeriano Orobón Fernández[2] realizó un perfecto análisis de porque era necesaria la alianza: « Para vencer al enemigo que se está acumulando frente al proletariado es indispensable el bloque granítico de las fuerzas obreras […] Porque mil veces es preferible a la derrota que el aislamiento nos depararía, inevitablemente, es una victoria parcial que, sin ser patrimonio exclusivo de ninguna de las tendencias, realice de momento las aspiraciones mínimas coincidentes con todos los elementos pactantes […] Si cada tendencia se empeña en mantener su propia declaración de principios como molde obligatorio a la alianza, ésta sería prácticamente imposible» ( publicado en La Tierra  en febrero de 1934, citado COSTOYA)

Pero desafortunadamente las palabras de Orobón y de la regional asturiana, y en especial José María Martínez, que si refrendó el pacto en Asturias, no calaron entre los dirigentes anarquistas más radicales y que controlaban de facto la FAI y la CNT.

 

Divergencias en el movimiento anarquista

No había uniformidad en el movimiento anarquista. Desde sus orígenes se podían diferenciar claramente dos posturas: la reformista y la revolucionaria. Aunque Gil Pecharromán habla de cuatro tendencias dentro de la CNT: a) una minoría anarquista radical, por ejemplo Los Solidarios; b) mayoría de sindicalistas revolucionarios (anarcosindicalistas), defensores del comunismo libertario y la acción directa, pero con diversas corrientes dentro del grupo; c) sindicalistas puros, partidarios de la práctica sindicalista no violenta, lideraba en sus inicios por Salvador Seguí “el Noi de Sucre”; sindicalistas comunistas como Maurín, Mije o Adame partidarios de la inclusión de la CNT en la III Internacional. Aunque como he indicado antes se podrían simplificar en dos: reformistas y revolucionarios.

Estas dos corrientes tuvieron sus máximos exponentes en la FAI y en el grupo denominado “los Treintistas” que mantuvieron una lucha feroz por el control de la CNT.

« Los faistas defendían un modelo de revolución ruralizante y utópico, frente a las tendencias sindicalistas que preconizaban una adecuación del movimiento libertario a las realidades de una sociedad en vías de industrialización» (GIL PECHARROMÁN: 236)

Todo comenzó con la publicación del conocido como Manifiesto de los Treinta, publicado el 30 de agosto de 1931. En líneas generales los firmantes estaban en total desacuerdo con la denominada “gimnasia revolucionaria” ya que esto suponía obligar a la clase trabajadora a lanzarse a aventuras que estaban condenadas al fracaso de antemano, y que no hacían sino beneficiar al Estado y a la burguesía. De los treinta firmantes destacan Ángel Pestaña (redactor del documento y Secretario General hasta marzo de 1932); Joan Peiró (director de Solidaridad Obrera); Francisco Arin, Juan López y Próspero Alfarache (miembros del Comité Nacional de la CNT).

Ángel Pestaña, autor del Manifiesto

Los primeros choques entre las dos tendencias se producen tras la insurrección del Alto Llobregat, duramente criticada por el sector reformista encabezado por Ángel Pestaña y Joan Peiró. En marzo de 1932 se constituyó un nuevo Comité Nacional de la CNT con Manuel Rivas como secretario general, sustituyendo a Ángel Pestaña; y Ricardo Sanz, miembro del grupo Nosotros, como vicesecretario. En ese mismo instante se procedió a la expulsión del sindicato de Sabadell por negarse a pagar la cuota pro-presos. El asalto a la CNT por parte de los faistas había comenzado.

No fue el sindicato vallesano – que contaba con 20.000 afiliados- el único expulsado; también lo fueron las federaciones de Lérida y Gerona; el mismo camino siguieron los firmantes del Manifiesto, los sindicatos de metalurgia, transporte y madera de Levante, y varios sindicatos sevillanos.

Es importante señalar que la expulsión de Pestaña se realizó obviando incluso el reglamento de la CNT. En el acta de expulsión sólo aparecen unos cientos de votos sobre 30.000 afiliados (Asamblea del Sindicato Único Metalúrgico de Barcelona), en la sección mecánicos, a la que pertenecía Pestaña, sólo votaron su expulsión 32 afiliados de los 15.000 que cotizaban.

Si se lee detenidamente el Manifiesto de los Treinta[3] se verá que lo defendido en el mismo era resultado de la más pura lógica, o si lo queremos decir de otra manera de “sentido común”. Los firmantes se confiesan revolucionarios pero con matices: « Somos revolucionarios, sí, pero no cultivadores del mito de la revolución… Queremos una revolución que se nos ofrece, que pretenden traer unos cuantos enemigos, que si a ella llegaran, se convertirían en dictadores al día siguiente de su triunfo… La Confederación es una organización revolucionaria, no una organización que cultive la algarada, el motín, que tenga el culto de la violencia, de la revolución por la revolución.»

Como consecuencia de esta lucha decenas de afiliados abandonaron la CNT. Sesenta mil de ellos crearon los denominados Sindicatos de Oposición. El 4 de junio de 1933 tuvo lugar el primer pleno regional de los Sindicatos de Oposición catalanes; en él se acordó mantenerse como organización independiente , dejar de pagar las cuotas confederales –algo que ya habían hecho- y combatir a la FAI con una significativa frase: « Ni un paso atrás frente al fascismo.» En este mismo pleno se aprobó enviar una carta al Comité Nacional de la CNT en la que pedían la expulsión de la FAI del seno de la CNT. Como es lógico la propuesta no fue tenida en cuenta ya que por aquel entonces la dirección de la CNT estaba en manos de los faistas. Dos de los puntos de esta carta son sumamente interesantes, son el 4A « Los sindicatos obreros no pueden admitir como táctica de lucha ni el terrorismo ni la acción de grupos.», y el 4B « El sindicato no es solo ajeno al atraco sino que lo condena, considerándolo una inmoralidad consustancial al régimen capitalista, que es el atraco organizado y violento.»

Por su parte la FAI no cejó en su empeño de atacar a los treintistas. Durruti le dijo a Ricardo Fornells (expulsado de la CNT por firmar el Manifiesto de los Treinta): « A los treintistas sólo les tendería la mano en la calle cuando demuestren que son revolucionarios.» Como Durruti pensaban casi todos los miembros de la FAI que, con un rasgo de prepotencia, se creían los únicos revolucionarios. No solo se dedicaron a la descalificación de los que no estaban de acuerdo con sus principios, también pasaron a la acción impidiendo que se reunieran. Prueba de ello es la noticia que publicó Sindicalismo, órgano de expresión de la Federación Sindicalista Libertaria (unión de los Sindicatos de Oposición), el 14 de abril de 1933: « Nuestro mitin del domingo fue suspendido por culpa de la actuación obstaculizadora de la FAI. LA Federación Sindicalista Libertaria […], a partir de ahora, declara que se reafirma en su derecho de pensar y actuar contra el fascismo blanco y contra el fascismo rojinegro ambos igualmente despreciables […] Al grito de ¡Viva la FAI! Opondremos otro ¡Viva el sindicalismo revolucionario! ¡Abajo el grupismo! ¡Frente al fascismo, acción de masas! (citado BRADEMAS.117)

Hubo una tercera vía como la Regional de Asturias que aunque estaba en total desacuerdo con los faistas, no abandonó la CNT para no ahondar en la herida. O militantes como Valeriano Orobón que criticaba a la FAI por el uso de la violencia por la violencia, y a los treintistas que se fueran a convertir en una CGT francesa solo preocupaba por las relaciones laborales olvidándose de atacar el sistema político-social existente.

La consecuencias de este enfrentamiento fueron la marcha de cientos de miles de militantes; y la toma del control de la CNT por parte de la FAI. Ambas cosas nada buenas para la existencia de la CNT. Quizás, como apuntaba Brademas, si Salvador Seguí hubiera estado vivo, esta división no se hubiera llevado a cabo.

GUERRA CIVIL

El estallido de la guerra, aunque parezca paradójico, tuvo un efecto positivo sobre la CNT ya que esta vio incrementado de forma notoria, en parte debido a lo fácil que era afiliarse. Esta masiva afiliación a la larga fue profundamente perjudicial para el sindicato anarquista. Al admitir en su seno a todo el que lo pidiera puso armas en manos de delincuentes, que se aprovecharon de la impunidad  que les deba la pertenencia a un sindicato. Por otro lado, nada más estallar la guerra los anarquistas se dedicaron a reivindicar cosas imposibles de conseguir, por ejemplo, en Madrid pedir la semana de 36 horas; salarios de 15 pesetas al día; convocaron 113 huelgas de sectores enteros de la industria y 230 parciales.

Si debemos destacar algunos rasgos de la actitud de los anarquistas durante la guerra, serían: indisciplina, desorganización y oposición frontal a la militarización. Respecto a esta última hay que señalar que se negaron hasta que entraron en el gobierno, entonces cambió bastante su discurso. En Solidaridad Obrera se leía el 23 de diciembre de 1936: « Nosotros cuando de servir a la revolución se trata, somos los primeros en dar un paso al frente.» más adelante hacia un llamamiento a la aceptación de la militarización como «una necesidad impuesta por la guerra.» No todos aceptaron esta consigna. Los anarquistas que estaban en el frente de Aragón abandonaron este para regresar a Barcelona, cuando se publicó el decreto de militarización. Aquí nació el grupo Los Amigos de Durruti el 8 de marzo de 1937compuesto en su mayoría por miembros de la Columna Durruti que se encontraba en el sector de Gelsa (Zaragoza). Estos no solo se mostraran críticos con la colaboración con otras fuerzas antifascista, sino que en ocasiones hacían oídos sordos a las indicaciones que les llegaban desde la CNT o la propia FAI.

El sector radical tenían un periódico llamado Los Quijotes del Ideal que fue prohibido por el gobierno a petición del Comité Nacional de la CNT; algo similar ocurrió con Acacia y Ruta, este último dirigido por José Peirats.

En cuanto a indisciplina el testimonio de un militante anarquista, Fernando Aragón da buena prueba del comportamiento de algunos anarquistas en el frente. Fernando Aragón estaba en Angüés, pueblo de la provincia de Huesca, en donde había una columna del POUM y otra de la CNT « Cuando la primera entraba en acción, los de la otra se sentaban con las manos en los bolsillos y se echaban a reír […] Así ni se hace una guerra, y mucho menos se gana» (citado FRASER, 1979b: 183)

El abandono del frente, como el que ya hemos señalado, no era práctica inhabitual dentro de las columnas anarquistas. En octubre de 1936 la Columna de Hierro, abandonó el frente de Teruel para ir a Valencia y publicar un manifiesto el 1 de octubre de 1936 en el que exigía la disolución de la Guardia Civil y el desarme de todos aquellos que provinieran de los cuerpos de seguridad del Estado[4]. La Columna de Hierro si por algo se distinguió fue por su total indisciplina y por los abusos cometidos por los lugares que pasaban. En la zona de Levante se dedicaron sistemáticamente al saqueo, el pillaje y el asesinato indiscriminado. En un cabaret de Valencia entraron a saco asesinando a varias personas que se encontraban en el local. Memorable fue el enfrentamiento con los vecinos de Benacil (Valencia). Los vecinos del pueblo lograron echarles de la localidad; posteriormente fueron ametrallados desde aviones enviados por el gobierno central. El ochenta por ciento de sus miembros, liderados por “el Chino” cayeron bajo las balas no sin antes asesinar a los rehenes que habían apresado, entre ellos el alcalde socialista del pueblo.

Miembros de la Columna de Hierro

Quizás sirva como explicación para esta actitud anarquista en los frentes de combate, la confesión del anarquista Manuel Carabaño: «Nosotros no defendíamos la república democrática […] sino que luchábamos contra ella» (citado FRASER, 1979b: 49)

Todo lo expuesto anteriormente no es óbice para reconocer que en muchos casos las columnas anarquistas destacaron por su valor y arrojo en los combates.

Un hecho que nadie podía pensar llegara a ocurrir nunca fue la incorporación de miembros de la CNT a la Generalitat de Cataluña y al Gobierno Central. Esta decisión de colaborar con las instituciones se toma en el pleno de regionales celebrado en septiembre de 1936. Hubo duros enfrentamientos entre los que defendían la entrada en el gobierno –delegación valenciana- y los que se oponían rotundamente – la regional catalana encabezada por Federica Montseny y Francesc Isgleas-. Es curioso que algunos de los más opuestos a la colaboración como Montseny, Isgleas, García Oliver, luego fueran los que formaron parte de los gobiernos catalán y central.

Para justificar su entrada en el gobierno Solidaridad Obrera en su número del 4 de noviembre de 1936 decía: « El Gobierno […] ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya el organismo que separa a la sociedad en clases. Y ambos dejarán aún más de oprimir al pueblo con la intervención en ellos de elementos de la CNT» (citado Ealham, 1973: 128)

El día 4 de octubre de 1936 cuatro anarquistas accedían al gobierno central, dos del sector radical y dos del sector sindicalista: Juan García Oliver en Justicia; Federica Montseny en Sanidad; Joan Peiró ocupó la cartera de Industria, y Juan López en Comercio. Como se observa ocuparon ministerios que no eran trascendentales para el desarrollo de la guerra. Continuaron en sus puestos hasta mayo de 1937. Ya nunca más habría participación anarquista en el gobierno.

Antes de su participación en el gobierno central ya lo habían hecho en la Generalitat catalana. En el primer gobierno de la Generalitat formado el 1 de octubre de 1936, entraron Juan P. Fábregas (Economía), Josep Joan Doménech (Abastos); Antonio García Birlan (Sanidad y Asistencia Social). Hasta mayo de 1937 los anarquistas formaron parte del gobierno catalán ocupando diversas carteras: Abad de Santillán, Pedro Herrera, Francesc Isgleas; Andreu Capdevilla, Aurelio Fernández y Valeri Más Casas.

Una prueba más de las contradicciones en el seno anarquista es que, tras los hechos de mayo de 1937, varios líderes anarquistas entre ellos García Oliver, Federica Montseny o Ricardo Sanz mantenían que la entrada en el gobierno había sido un error ya que habían renunciado a los principios de antipoliticismo y revolucionarios.

Julián Casanova hizo un balance de la actuación de los anarquistas en el Gobierno: « Del paso de la CNT por el Gobierno quedaron escasas huellas […] Se ha recordado mucho más lo que significó la participación de cuatro anarquistas en un gobierno que su actividad legislativa.» (CASANOVA, 2009: 191)

Un lunar muy grande aparece en la actuación de los anarquistas en la guerra civil; el uso de la represión en la retaguardia. Provocaron un inútil baño de sangre, donde cayeron justos y pecadores en un totum revolutum sin pies ni cabeza. En una alocución radiada del Vomité Nacional de la CNT el 28 de julio de 1936 se pudo oír: « ¡Y que los traidores no esperen, después de esto clemencia; no la habrá para nadie! Es la hora de las liquidaciones y éstas habrán de ser totales, absolutas ¡Lo exige la sangre vertida, las vidas inmoladas, la angustia pasada, los horrores sufridos, las torturas de ayer, de hoy, de siempre¡ ¡Arrasémoslo todo! ¡Destruyamos a los que, sólo pensando en destruirnos, se lanzaron a la pelea! ¡En la guerra como en la guerra!

La mayoría de las checas de Madrid las dirigían cenetistas, como las de Narváez, 18 y 20 –posteriormente trasladada a Jorge Juan, 68- dirigida por Mariano García Cascales. En la Memoria Resumen del Pleno Local de Sindicatos Únicos de Madrid celebrado del 6 al 11 de enero de 1937, en su página cinco se lee: « En un plano sereno se examinó la labor realizada por los Ateneos, conviniendo todos en ensalzar el alto espíritu con que la habían llevado a cabo, no logrando oscurecer estos méritos algunos abusos cometidos por algunos de estos organismos»

En Barcelona no se quedaron atrás en la ejecución de la represión. Allí se extendió por todos los lugares, fábricas, barrios. Los grupos supuestamente incontrolados campeaban a sus anchas por las calles de la Ciudad Condal. Esta actuación la reconocía Federica Montseny el 30 de julio de 1936 en La Revista Blanca: « Es posible que nuestra victoria haya significado la muerte violenta de cuatro o cinco mil ciudadanos de Cataluña, catalogados como hombres de derecha, vinculados a la reacción política o a la reacción eclesiástica» (citado BRADEMAS: 177) Algunos, como Abad de Santillán comentaba estos lamentables hechos con bastante cinismo: «excesos inevitables», «explosión de las iras concentradas y de la ruptura de cadenas.» (ver CASANOVA, 2000:130)

Bien es cierto que no todos los anarquistas estaban por la labor represiva. Un hermoso ejemplo de ello es la actuación de Melchor Rodríguez García primero como Delegado de Prisiones en Madrid, desde el 10 de noviembre de 1936, y posteriormente Delegado General de Prisiones del 4 de diciembre de 1936 al 1 de marzo de 1937, fecha en la que es destituido por sus discrepancias con el entonces Delegado de Orden Público de Madrid, el comunista José Cazorla. La actuación de Melchor Rodríguez salvó la vida de muchas personas y logró terminar con las sacas indiscriminadas que se hacían en las cárceles madrileñas de presos políticos para su posterior asesinato.

Melchor Rodríguez

De la actuación de la CNT durante la guerra es obligado leer al anarquista catalán Josep Costa Font: « A fuer de ser sinceros con nosotros mismos, diremos que faltó una “dirección política sindical revolucionaria” para la aplicación de realizaciones adecuadas al período que nos obligó a vivir. Nuestras carencias organizativas, no previstas a priori por todos aquellos que se encontraban – en cierta manera- en la cúspide de la CNT y la FAI, con su puritanismo ideológico en la destrucción a ultranza […], motivó un caos de conductas y caminos emprendidos. Además no supimos valorar el entorno internacional. Tampoco supimos colocarnos en una posición realista y luchamos contra todo y contra todos. Se nos ofrecieron posibilidades que rechazamos por escrúpulos ideológicos, para llegar, finalmente al impasse de 1937, o sea al fin de nuestras experiencias.» (COSTA: 68)

A continuación pasaremos a ver con más detalles algunos de los hechos acaecidos durante la guerra civil en los que fueron protagonistas los anarquistas.

La CNT en el 18 de julio

Para muchos anarquistas el estallido de la sublevación militar lo vieron como el inicio de la revolución, y el momento de cumplir sus utópicos sueños. No fue así, pero al menos “disfrutaron” de los que algunos han denominado “el corto verano de la anarquía”.

Es indudable que los anarquistas fueron de los primeros en lanzarse a la calle el 18 de julio para parar el golpe militar y que lucharon bravamente; pero tampoco como para ponerse la medalla de ser ellos únicos los que pararon el golpe, como hacía Abad de Santillán: « No fue la República la que supo y la que fue capaz de defenderse contra la agresión; fuimos nosotros los que, en defensa del pueblo, hemos hecho posible el mantenimiento de la República y la organización de la guerra.»

Como apunta Julián Casanova, refiriéndose a Barcelona, si colaboraron en el sometimiento de la sublevación, pero no fueron tan decisivos como se suele pensar: « La información disponible prueba […] que solo los militantes más comprometidos y algunos dirigentes salieron a combatir a los sublevados junto con las fuerzas de seguridad leales. El famoso “pueblo en armas” apareció después, cuando, derrotado el levantamiento, las calles se llenaron de hombres y mujeres en huelga que el 19 y el 20 de julio habían permanecido en sus casas aterrorizados por los disparos y la gravedad de los acontecimientos.» (CASANOVA, 2012: 401)

Anarquistas en Barcelona el 18 de julio. Entre ellos Ascaso que moriría poco después

En Barcelona rápidamente los anarquistas comenzaron las incautaciones, requisas, toma de empresas, ante la impotencia de la Generalitat; el problema es que no lo hacían para dárselo a la República, sino para utilizarlo en su propio beneficio. No todas las regionales de la CNT actuaron igual; por ejemplo la Regional de Asturias se encargó de que los fondos del Banco de España en Gijón fuera a manos del Gobierno de la República. De acuerdo con el resto de fuerzas del Frente Popular, respetaron a los pequeños comerciantes y los derechos de la propiedad industrial obtenidos con anterioridad al golpe de Estado.

 

Cataluña

Una primera consecuencia del poder que la CNT tenía en Barcelona es la presión que hicieron sobre el presidente de la Generalitat Lluís Companys para la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña; organismo en el que estaban representadas todas las fuerzas del Frente Popular, pero que era controlado por Juan García Oliver. El Comité se crea el 21 de julio de 1936. Ese mismo día se crearon las “Patrullas de Control” formadas por unos 700 individuos de los que aproximadamente la mitad eran miembros de la CNT o de la FAI.

Teóricamente este Comité se crea como un órgano de administración, y aunque Julián Casanova dice que poco hicieron por ordenar la actividad económica y política de Cataluña; hay que reconocer que gracias a su actuación hizo que en los primeros momentos la escasez de alimentos no se notara en exceso gracias a la creación de comedores populares, o creando cooperativas de consumo en fábricas y barrios. Asimismo consiguieron que las mujeres pudieran recuperar 3.000 maquinas de coser que se habían visto obligadas a empeñar para poder subsistir.

No muy edificante fue la actuación de las Patrullas de Control, que se distinguieron en muchas ocasiones por una actitud totalmente arbitraria. Esta situación la reconoció la propia Federica Montseny en un discurso pronunciado en Valencia el 4 de diciembre de 1936: « últimamente he estado varios días en Cataluña y he dado cuenta de algo muy importante. He de ser, quizá, un poco dura en mis comentarios. Los que no sienten directamente la guerra, viven en juerga revolucionaria. Tienen las industrias y los talleres en sus manos, han hecho desaparecer a los burgueses, viven tranquilos y en una fábrica, en vez de un burgués, hay siete u ocho. Esto es intolerable» (citado PADILLA: 320)

El Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña se autodisolvió el 1 de octubre de 1936, momento en que el gobierno de la Generalitat, con la participación de anarquistas, toma el control de la situación.

Ya hemos comentado con anterioridad la presencia de anarquistas en distintos gobiernos de la Generalitat, por lo que huelga abundar en el tema.

Consejo Nacional de Defensa de Aragón

Portada del diario anarquista Solidaridad Obrera

Una vez sofocado el golpe en Cataluña, columnas anarquistas toman rumbo a Zaragoza, que había caído en manos de los sublevados. En su avance van imponiendo el comunismo libertario en aquellas localidades que caen bajo su control.

La creación del Consejo de Aragón es consecuencia de la decisión adoptada en el Pleno de Regionales de la CNT celebrado en Madrid el 15 de septiembre de 1936. En los territorios ocupados deberían crearse Consejos Regionales de Defensa, que dependerían de un Consejo Nacional de Defensa que actuaría como si fuera el Gobierno central.

El Consejo fue reconocido por el Gobierno el 16 de octubre de 1936, aunque legalización oficial y su regulación no se realizó hasta el 19 de enero de 1937. Se componía de dieciséis miembros: ocho de la CNT, incluyendo a su presidente Joaquín Ascaso y al secretario general Benito Pabón; estando representados Izquierda Republicana, PCE y UGT con dos miembros cada uno.

Este Consejo llegó a controlar la mitad oriental de Aragón, un territorio que contaba con 400.000 habitantes. Situó su sede central en Caspe, a donde se traslado de la provisional situada en Fraga. Se crearon siete departamentos para el control de los distintos aspectos sociales y militares: Agricultura, Economía y Abastos; Información y Propaganda, Instrucción Pública, Justicia y Orden Público, Trabajo, y Transportes y Comercio. Desde prácticamente su inicio el Consejo actuó como un verdadero gobierno independiente: control de la producción y consumo, regulación de salarios, asegurar el orden revolucionario, etc. Es decir que asumía funciones que solamente podía ejercer el Gobierno central.

Decisivo en la creación de las colectividades, a veces intento frenar los abusos que estaban cometiendo muchas de las milicias anarquistas, incluyendo las colectivizaciones forzosas. Aunque hay que reconocer que tampoco puso mucho empeño en frenar los desmanes de los milicianos anarquistas, o quizá es que no tenía la suficiente fuerza como para hacerse respetar por las columnas anarquistas.

La cada vez mayor autonomía que se iba dando el Consejo, así como la decisión que tomo el Gobierno central de retomar el control de la situación, que había perdido momentáneamente al comienzo de la guerra, hizo que el 4 de agosto de 1937, el entonces ministro de la Guerra, Indalecio Prieto ordenada su disolución. Como se preveía que esta no fuera aceptada por el Consejo, se envió a la XI División al mando del comandante Lister para que procediera a la ejecución de la orden. Señalaremos que la actuación de Lister no fue precisamente ejemplar, llegando en ocasiones a emplear una crueldad fuera de lugar. Más de 700 anarquistas fueron detenidos, entre  ellos el presidente del Consejo Joaquín Ascaso[5], que en la mayoría de los casos fueron puestos en libertad al poco tiempo.

Colectivizaciones

Posiblemente este sea el tema que más controversias han suscitado entre los historiadores, los hay desde defensores acérrimos a detractores radicales. Intentaremos mantener un criterio lo más objetivo posible, y que sea el lector el que saque sus propias conclusiones.

Industria colectivizada por la CNT

Las colectivizaciones, tanto en Aragón como en Cataluña, no solían surgir de las cúpulas de la CNT, sino de grupos de militantes deseosos de hacer la revolución social. Aunque buena parte de ellas fueron realizadas de forma voluntaria no faltaron las que se impusieron por la fuerza, algo que iba totalmente en contra del ideario anarquista. Para justificar este uso de la fuerza los anarquistas argüían que era necesaria realizarlas para asegurar el suministro a las tropas que se encontraban en el frente. Aunque algunos historiadores piensen justamente lo contrario: «Las colectivizaciones tendían a cortocircuitar la continuidad de la producción y los mecanismos del mercado, precisamente en el momento en que se necesitaban con mayor urgencia medidas de planificación y coordinación.» (PRESTON: 252)

En primer lugar nos referiremos a las colectivizaciones industriales, remitiéndonos como ejemplo al caso de Cataluña. Otra de las consecuencias del poco poder que tenía el gobierno de la Generalitat en los primeros meses de la guerra fue la promulgación del Decreto de Colectivizaciones el 24 de octubre de 1936. En este decreto se señalaba claramente las condiciones necesarias para la colectivización de una empresa:

  • Todas las empresas de más de cien trabajadores o que hubieran sido abandonadas por sus anteriores propietarios.
  • En las empresas entre cincuenta y cien trabajadores tendrían que estar de acuerdo tres cuartas partes de los obreros para llevar a cabo la colectivización.
  • Las de menos de cincuenta trabajadores seguirían en manos de sus propietarios, pero bajo la supervisión y control de un Consejo Obrero.

Hay que señalar que las colectivizaciones industriales no lo tuvieron fácil: falta de materias primas, problemas de comercialización, derrumbe de la peseta, problemas para la obtención de créditos, etc.

En Cataluña gran parte de las industrias fueron colectivizadas. El sector textil fue abrumadoramente colectivizado, valga el ejemplo de Badalona en donde las treinta y siete empresas colectivas existentes fueron colectivizadas.

No todas las colectivizaciones industriales se hicieron de forma pacífica. En una empresa catalana con ochenta y tres empleados, en la primera asamblea solo doce votaron a favor de la colectivización, en la segunda las coacciones de los cenetistas y los faistas que dijeron que quién no votara a favor sería considerado enemigo de la clase trabajadora hicieron que votaran todos a favor de la colectivización.

Sobre el resultado positivo de estas colectivizaciones los resultados fueron dispares, mientras que en el sector del metal y el químico los resultados fueron, más o menos, positivos, en el resto la producción cayó en picado en los dos primeros meses de guerra.

Tal era el desbarajuste en algunas empresas que una comisión de la CNT barcelonesa emitió el 17 de mayo de 1937 un informe bastante crítico son la actuación de algunas colectividades: « La desmesurada preocupación por colectivizar todo, especialmente las empresas que tenían reservas monetarias, han despertado entre las masas un espíritu utilitario y pequeño burgués […] Considerando a toda colectividad como una propiedad particular, y no como un usufructo solamente, se ha hecho abstracción de los intereses del resto de la colectividad. Las empresas colectivizadas se han preocupado únicamente de su Pasivo produciendo un desequilibrio en las finanzas de las demás empresas» (citado BROUÉ: 79)

En cuanto a las colectivizaciones agrarias estas se extendieron por todo el territorio en bajo control de la República: Andalucía 147 (42 UGT, 36 CNT, 38 CNT/UGT, 31 otras organizaciones); País Valenciano 353 (264 CNT, 69 UGT, 20 CNT/UGT); Cataluña 95 /43 CNT, 18 CNT/UGT, 3 UGT, 31 otras organizaciones); Murcia 122 (59 CNT, 52 UGT, 10 CNT/UGT); Aragón 306 (275 CNT, 31 UGT); Extremadura 40 (la mayoría con control de la CNT/UGT)[6]

Las que mayor fama alcanzaron, por la polémica que conllevan, fueron las creadas en Aragón, sobre todo porque muchas de ellas fueron creadas a viva fuerza como ocurrió en las creadas en La Fatarella a finales de enero de 1937 y en Centelles en marzo del mismo año. Hubo varias protestas denunciando la actuación de los milicianos que actuaban como un ejército de ocupación y no como tropas salvadoras.

El funcionamiento de las colectividades aragonesas no fue precisamente positivo, posiblemente uno de los motivos es que eran creadas por los milicianos anarquistas que prevenían de Barcelona, es decir urbanitas que no tenían mucha idea de cómo funcionaba el mundo rural, y menos en Aragón donde prevalecía la pequeña y mediana propiedad.

Otro motivo para el mal funcionamiento fue el escaso poder que tenía el Consejo de Aragón respecto a los comités locales que eran los hacían y deshacían a su antojo. Otro tanto ocurría en Valencia en donde la dirección regional intentó poner algo de orden en las colectivizaciones que estaban llevando a cabo los comités locales, que estaban poniendo en grave riesgo la distribución, y por tanto el abastecimiento, tanto del ejército como de la población civil.

Un resumen del resultado de las colectivizaciones lo da Juan Zafón (consejero de Propaganda del Consejo de Aragón): « Intentábamos poner en práctica un comunismo libertario sobre el que, triste es reconocerlo, ninguno de nosotros sabía una palabra» (citado PRESTON: 250)

Tras la desaparición del Consejo de Aragón la mayoría de las colectividades fueron disueltas retornando la propiedad de la tierra a sus antiguos dueños.

 

BARCELONA MAYO DE 1937

Todo comenzó a partir de hechos aislados: asesinato el 15 de abril del dirigente del PSUC Roldán Certada por parte de un control ilegal de carreteras que llevaban a cabo anarquistas; enfrentamientos armados entre el comité anarquista de Puigcerdá y civiles y fuerzas de seguridad de Bellver; en donde murió del dirigente anarquista Antonio Martín, jefe de aduanas de la CNT y excontrabandista.

Barricada en mayo de 1937 en Barcelona

Los sucesos de mayo arrancan el día 3 cuando la Generalitat siguiendo la consigna de ir recobrando la autoridad en Cataluña envía a la policía a tomar el edificio de la Telefónica que estaba en poder de la CNT. Ante la resistencia el choque armado se extendió a toda la ciudad –incluso a otros lugares de Cataluña, como el Alto Llobregat, el Alto Empordá, el Penedés, etc.-. Los anarquistas contaron con el apoyo del POUM, que ya venía siendo “asediado” por el resto de fuerzas del Frente Popular por su radicalismo revolucionario.

Muy pronto la insurrección paso a estar totalmente descontrolada; a pesar de los llamamientos del Comité Regional de la CNT de que pararan los combates. Los elementos más radicales –como por ejemplo Los Amigos de Durruti que abandonaron el frente de Aragón para dirigirse a Barcelona a participar en la revuelta- hacían oídos sordos a las órdenes que dictaba el Comité Regional y el Comité Nacional; una prueba más de la falta de coordinación del sindicato anarquista.

Las consecuencias no pudieron ser peor para los anarquistas: desarme de las patrullas de control; desaparición de los ministros anarquistas del Gobierno central y de la Generalitat. Otras consecuencias fueron la práctica eliminación del POUM y, de alguna manera la dimisión de Largo Caballero como presidente del Gobierno. La otra trágica consecuencia fue la muerte de 400 personas y más de mil heridos.

No dejaron los radicales de seguir intentando “caldear” el ambiente tras el día 8, día en que concluyeron los combates. Los Amigos de Durruti lanzaron una octavillas en Barcelona donde seguían empeñados en abogar por una revolución que ya no solo era una utopía, sino una verdadera irracionalidad. El comunicado decía:

« Trabajadores, exigid con nosotros junta revolucionaria. Fusilamiento de los culpables. Desarme de todos los cuerpos armados que participaron en la agresión. Socialización de la economía. Disolución de los partidos políticos que han agredido a la clase trabajadora. Saludamos a los compañeros del POUM por haber confraternizado con nosotros en las calles. ¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL! ¡ABAJO LA CONTRARREVOLUCIÓN! » (citado MINTZ: 49)

Esta octavilla mereció la rápida y contundente respuesta de los Comités Regionales de la CNT y de la FAI:

« Nos vemos sorprendidos por unas octavillas que circulan por la ciudad avaladas por una  entidad denominada Los Amigos de Durruti, su contenido, absolutamente intolerable y en pugna con la declaración del movimiento libertario, nos obliga a desautorizarle plena y públicamente.

Los Comités Regionales de la CNT y de la FAI, no estamos dispuestos a que nadie especule con nuestras organizaciones, ni pueda hacer el juego a posiciones dudosas o tal vez a maniobras de auténticos agentes provocadores» (citado MINTZ: 49)

A partir de los sucesos de mayo de 1937 el discurso revolucionario desapareció completamente tanto de la CNT como de la FAI.

Golpe de Casado

Segismundo Casado

En 1939 ya se sabía que la guerra estaba perdida, pero el entonces presidente Juan Negrín mantenía la postura de seguir resistiendo ya que preveía el próximo inicio de un conflicto europeo –y no se equivocaba-. En esta política de resistencia solamente le apoyaban los comunistas y parte de los socialistas.

Desde hacía tiempo que el coronel Segismundo Casado estaba en contacto con Franco a través de miembros de la Quinta Columna, con el fin de llegar a un acuerdo para finalizar la guerra. El día 5 de marzo Casado un golpe de Estado para hacerse con el poder y firmar un pacto con los sublevados. La excusa fue que los comunistas estaban preparando un golpe de Estado. Los combates se prolongaron hasta el 12 de marzo, momento en que la resistencia de los que continuaban siendo fieles a la República llega a su fin. Dos mil combatientes dejaron sus vidas en las calles de Madrid.

En el aplastamiento de la resistencia tuvo una importancia primordial la intervención de la 70ª Brigada del IV Cuerpo de Ejército que mandaba el anarquista Cipriano Mera –bajo mi punto de vista uno de los personajes más siniestros del anarquismo español de la época-. Tuvo su recompensa la actuación de los anarquistas. En el “Gobierno” que creó Casado dos anarquistas recibieron carteras: Manuel González Marín (Hacienda y Economía) y Eduardo Val Bescós (Instrucción Pública y Sanidad)

Esta intervención en el golpe de Casado fue un triste epílogo de la actuación de los anarquistas durante el período republicano.

CONCLUSIONES

Luces y sombras aparecen en la actuación del anarquismo durante la Segunda República Española. Su intento de llevar a cabo la revolución fuese como fuese, incluso durante la guerra civil, obviando que lo más importante era obtener la victoria y no enfrascarse en aventuras revolucionarias, fue un duro hándicap con el que tuvieron que luchar los distintos gobiernos republicanos.

No es mi pretensión emitir un juicio final sobre la actuación anarquista en el período, eso lo dejo a los lectores. De lo que no hay duda es que si los anarquistas hubieran tomado otra actitud la historia hubiera sido bastante diferente.

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[1] J. Peiró, Perill a la retaguarda, publicado en 1936. La traducción del catalán es propia.

[2] Fue el que puso la letra en castellano a la Warschawjanka (A las barricadas)

[3] Texto completo en el anexo.

[4] El 27 de septiembre se había disuelto el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña

[5] Poco después de su puesta en libertad, Joaquín Ascaso fue nuevamente detenido por robo de joyas y expulsado de la CNT.

[6] Para mayor detalle ver Julián Casanova, De la calle al frente…, p. 299

La iglesia católica cómplice del genocidio franquista en la guerra civil

La iglesia católica cómplice del genocidio franquista en la guerra civil

 

INTRODUCCIÓN

Desde el mismo momento en que se proclamó la República la iglesia católica adoptó una posición de franca hostilidad, aunque en los primeros momentos mantuviera una postura de no beligerancia. Postura que no era seguida por algunos jerarcas, como era el caso del cardenal Segura, y de otros clérigos que defendían incluso la resistencia armada. El rector del seminario de Comillas, Aniceto Castro Albarrán en su libro El derecho a la rebeldía (1934), pedía claramente la resistencia armada. Este mismo autor publicó en 1938 Guerra Santa, con prólogo del cardenal Gomá. Ante la presión del nuncio Tedeschini y el cardenal Vidal i Barraquer, Castro Albarrán fue obligado por el Vaticano a dimitir de su cargo como rector del seminario.

La supresión de los privilegios de los que gozaba la iglesia por parte de la República era algo que no podían admitir. Todo aquello que se legislara eliminando alguna de estas prebendas era elevado al término de persecución, para así justificar un artificial martirologio, del que tanto gusta la iglesia católica.

Desde el momento en que triunfó el Frente Popular, prácticamente desde todas la prensa de derechas –mucha de ella controlada por la iglesia o sectores católicos integristas- se pedía que hubiera un levantamiento militar que acabara, no solo con el Frente Popular, sino con la propia República. Fueron numerosos los eclesiásticos y católicos que alentaron y participaron en el levantamiento militar del 18 de julio. El canónigo Carlos Cardó lo dejó bien claro: « La extrema derecha y la plutocracia injertaron en el árbol del catolicismo sus preocupaciones políticas y sus egoísmos de clase […] Desde el principio se optó por la insurrección armada sin, no digo ya agotar, sino ni siquiera intentar los medios pacíficos prescritos tanto por la moral como las disposiciones positivas de la autoridad. Mejor dicho se sabotearon estos medios» (citado Raguer, 2010: 52)

« […], sacerdotes, religiosos y hasta algún obispo [Segura, Gomá, Irurita], desde el principio rechazaron la República, reprobaban los esfuerzos de los moderados por corregir desde la legalidad el anticlericalismo y adoptaron lo que en Francia se había llamado la “politique du pire”, o teoría de la catástrofe: cuanto peor, mejor, porque provocaría la guerra» (Raguer, 2013:247)

El respaldo de la iglesia a los sublevados fue inmediato, y no porque los militares la solicitaran, sino porque graciosamente se la brindaron las jerarquías eclesiásticas. No sólo se convirtió en su apoyo moral, sino que también colaboró de forma material con la aportación de dinero y joyas. La iglesia vio la sublevación como una bendición, de ahí que fuera desde ella de la que partió el término cruzada para denominarla.

Como coartada para justificar su implicación con la sublevación la iglesia apeló al supuesto anticlericalismo de la República. La República no creó el anticlericalismo, este ya se vio patente en otros momentos de la historia de España, como en el Bienio revolucionario o en la Semana Trágica. Como bien señala Jaume Botey: «La conciencia anticlerical fue a menudo fatalmente alimentada por la propia jerarquía, por sus abusos, por sus riquezas, por su sistemática oposición al progreso, por su vinculación a la dictadura» (Botey: 13)

LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA

Desde el primer momento la jerarquía eclesiástica se mostró beligerante con la República. En muchos de sus discursos no solo se lanzaban soflamas contra la República, incluso se pedía de forma clara que se produjera un levantamiento militar que acabara con el régimen que democráticamente había elegido el pueblo español. Los grandes jerarcas no podían consentir pasar de ser actores principales de la vida pública y política a ser meros espectadores de una nueva sociedad que les relegaba a un segundo plano.

Muchos fueron los jerarcas que con sus palabras y sus obras apoyaron sin remilgos a los sublevados. Más que lo que podamos decir nosotros es mejor cederles la palabra a ellos mismos, y que sea el lector el que obtenga sus propias conclusiones.

Uno de los obispos más reaccionarios fue el cardenal Gomá, que añoraba la España de los Reyes Católicos y de los Austrias, es decir la misma de la Inquisición y del concilio de Trento. Aunque algunos autores, como Miguel Ángel Dionisio quieren presentarle como moderado, sus posiciones siempre estuvieron con el sector más reaccionario del clero. De ahí que criticara duramente a sacerdotes republicanos como Gallegos Rocafull o Leocadio Lobo –ambos suspendidos a divinis -. Gomá que tras el exilio del rey manifestó «Ni me cabe en la cabeza la monstruosidad cometida», tras la toma de Toledo, exclamó lleno de júbilo: « ¡Toledo es nuestro! Éste mismo, en su pastoral El caso de España afirmaba que la guerra civil era una guerra religiosa. Esta pastoral fue contestada el 22 de diciembre de 1936 por el lekandari Aguirre (ferviente católico): « La guerra que se desenvuelve en la República española […] no es una guerra religiosa como ha querido hacerse ver, es una guerra de tipo económico y de tipo económico arcaico y de contenido social […] No es una guerra religiosa, ni es la doctrina cristiana la que puede invocarse […]Díganlo los sacerdotes asesinados por los facciosos y aquellos otros tantos beneméritos sacerdotes que han sido desterrados a lejanas tierras por el enorme terrible delito de amar al pueblo en que vieron su primera vez […] No nos encontramos ante una guerra religiosa […] han asesinado a numerosos sacerdotes y beneméritos religiosos por el mero hecho de ser amantes de su pueblo […] ¿Por qué el silencio de la jerarquía? (citado Boti: 464)

La respuesta del bondadoso Gomá es repugnante. En ella dudaba que los sacerdotes vascos asesinados lo fueran por el mero hecho de ser nacionalistas.

GOMA

Cardenal Gomá en Badajoz

En un principio no se puede decir que los sublevados tuvieran una ideología común propia; les unían los intereses. La iglesia se encargó de que los distintos grupos que se habían alzado contra la República pudieran presentar una idea que les uniera. Esta nueva ideología proviene de la Instrucción Pastoral nº 6 de 6 de agosto de 1936, elaborada por los obispos vascos Olaechea y Múgica. Esta pastoral es el primer posicionamiento oficial de la jerarquía católica ante la guerra. Está principalmente dirigida a los católicos vascos, animándoles a que cesaran en su apoyo a la República: « […], una de las partes de hijos nuestros […] han hecho causa común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia, han sumado sus fuerzas a las de ellos; han fundido su acción con la de ellos, y acometen ferozmente, con todo género de armas mortíferas a los enemigos de ellos, que sus  propios hermanos.

Dan la mano al comunismo en el campo de batalla, y esto en España y en este cristianísimo país vasco-navarro, es aberración que sólo se concibe en mentes obcecadas que han cerrado los ojos a la luz de la verdad que ha hablado por su oráculo en la tierra.». Aunque la firmaron Olaechea y Múgica, diversas fuentes apuntan a que el verdadero autor fue el cardenal Gomá, que la escribió a petición de los dos obispos vascos. Esta pastoral ampliamente difundida por los medios de comunicación franquista, sirvió para que se dividiera aún más la iglesia vasca.

Hubo más ilustres obispos que se significaron. El cardenal Segura, cuando triunfó la República en 1931, dijo: « Que la ira de Dios caiga sobre España, si la República persevera» El obispo de León pidió a los católicos que se unieran en la lucha contra el  «laicismo judío-masónico-soviético». El arzobispo de Zaragoza legitimaba la violencia franquista porque «No se hacía en servicio de la anarquía, sino en beneficio del orden, la patria y la religión». El ya mencionado Múgica, expuso claramente lo que la mayoría de la iglesia pensaba respecto a cuál era el régimen político adecuado: « Para España la mejor de las republicas siempre será peor que la peor monarquía.»

SEGURA

El cardenal Segura detenido para su expulsión de España

Aunque de forma oficial el Vaticano ordenó a los obispos españoles que acataran la República. La verdadera postura del papa Pío XI era muy distinta. En carta dictada al jesuita Enrique de Carvajal, daba órdenes totalmente contrarias: «Que los obispos no estén más tiempo callados, antes de modo claro […] enseñen y amonesten a los fieles a fin de que conozcan con precisión los males que amenazan a la iglesia o que la primen, y procuren impedirlos cuando sea posible, pasiva y activamente, por todos los medios lícitos.» (citado, Raguer, 1977: 34)

La Carta Conjunta del obispado español

Ante el sesgo que estaba tomando a nivel internacional la opinión de parte de los católicos, había que elaborar un documento que posicionara a estos claramente a favor de los sublevados.

El 10 de marzo de 1937, el cardenal Pacelli (futuro Pío XII), en nombre de Pío XI, daba luz verde al cardenal Gomá para que escribiera la carta colectiva. El 10 de mayo de 1937 en una entrevista entre Franco y Gomá, el primero le pidió que los obispos escribieran una carta colectiva, que tuviera repercusión mundial. Según el informe de Gomá al Vaticano, le dijo: Llegar a poner la verdad en su punto, haciendo a un mismo tiempo obra patriótica y de depuración histórica, que podría redundar en gran bien para causa católica de todo el mundo. (citado Rodríguez Aisa: 59) Si algo le faltaba al obispo para escribir la carta, este “empujón” de Franco acabó de decidirle.

El 1 de julio de 1937, 43 obispos residenciales y cinco vicarios capitulares firmaron un manifiesto conjunto en el que se apoyaba sin paliativos a aquellos que se habían alzado en contra de la República. Solamente dos cardenales no firmaron el documento; Mateo Múgica, obispo de Vitoria, y que no firmó por no encontrarse en España en esos momentos, y al arzobispo de Tarragona, Vidal i Barraquer, que pensaba que el escrito podría provocar represalias contra los católicos que se encontraban en la zona republicana, y por otro lado podría ser utilizado políticamente.

Según Alfonso Sánchez la carta tenía dos objetivos: avisar del peligro que suponían los comunistas, y dar prioridad a los motivos religiosos como soporte del levantamiento militar. Estos motivos quedan reflejados en las conclusiones del documento, en sus apartados primero y tercero:

Primero: Que la Iglesia a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra no haber colaborado en ella no podría ser indiferente en la lucha; se los impedían su doctrina y su espíritu […]. Habría que saber a qué espíritu se referían, porque, a saber, el espíritu cristiano no combina muy bien con la violencia.

Tercero: Afirmamos que el levantamiento cívico militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular un doble arraigo: el sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión. Debe ser que los ilustres prelados debían de entender que arraigo popular significaba intervención de las fuerzas mercenarias; porque de haber tenido realmente este arraigo popular el golpe de estado no habría fracasado en la mayor parte de España. Lo del espíritu religioso también debe ser que lo dan como sobrentendido, ya que no fue hasta bien avanzada la guerra cuando los militares comenzaron a hablar de defensa de la religión. También hay que recordar que el término cruzada partió de la iglesia no de los sublevados.

Por si había alguna duda del lado al que apoyaba la iglesia, la conclusión carta decía: Hoy por hoy, no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ellas se derivan, que el triunfo del movimiento nacional […]

En cuanto a los asesinatos perpetrados por los sublevados, la Carta aseguraba que nunca se habían cometido crímenes semejantes a los perpetrados por el Frente Popular, si acaso, algún exceso, que rápidamente justificaban: porque nadie se defiende con total serenidad de las locas acometidas de un enemigo sin entrañas. Tal ejercicio de cinismo da verdaderas ganas de vomitar.

La carta tuvo una enorme difusión por toda Europa y Estados Unidos debido a las múltiples ediciones que de ella hicieron los círculos católicos de varios países. El documento suponía un respaldo total y absoluto al levantamiento, que se produjo, según los obispos por la situación de anarquía contraria al bien común, a la justicia y al orden social. El orden social al que se referían era aquel que mantenía las grandes diferencias, y que permitía el control social y económico de unos pocos sobre la mayoría de la sociedad.

En la carta pueden leerse algunos párrafos que son el máximo exponente del cinismo que la iglesia ha sabido emplear como nadie durante siglos. Por ejemplo, cuando explica porque se produjo el alzamiento: se alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia cristianas que secularmente habían informado la vida de la nación. Pero quién la acuse de haber provocado esta guerra o de haber conspirado para ella, y aún de no haber hecho cuanto en su mano estuvo para evitarla, desconoce y falsea la realidad. Existen numerosas pruebas que demuestran lo contrario: alentó la sublevación y en algunos casos participó activamente en su preparación, y jamás hizo nada por evitarla, sino todo lo contrario.

En otra parte justifica porque la guerra es: a veces el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reino de la paz. Más adelante: bendice [la iglesia] los emblemas de la guerra, ha fundado las órdenes militares y ha organizado cruzadas contra los enemigos de la fe. En pocas palabras, se otorga a la sublevación el rango de cruzada contra los enemigos de la iglesia católica; es decir los republicanos.

Apoyo a la sublevación

Desde el primer momento la iglesia católica se posicionó en contra de la República y alentó, de formas más o menos directas, el derrocamiento de la misma. Mucho antes de la revolución de Asturias, algunos canónigos ya postulaban por una insurrección violenta para derrocar a la República. En el otoño de 1931, el sacerdote Antonio Pildain defendía la resistencia activa a mano armada. El canónigo Aniceto Castro Albarrán en su obra El derecho a la rebeldía (que tras el 18 de julio pasó a titularse El derecho al alzamiento) arremetía contra la política accidentalista de la CEDA y  parte de la jerarquía eclesiástica.

Ya no hay dudas acerca de la colaboración del clero en el golpe militar apoyando a los carlistas. Según Julián Casanova, en Navarra fueron los sacerdotes los que en múltiples ocasiones dirigieron los preparativos para la sublevación. Según el sacerdote Marino Ayerra, en una sastrería eclesiástica que dirigía Benito Santesteban en Pamplona, era visitada por numerosos clérigos en conspiración permanente y abierta contra la república laica. Por esta sastrería pasó el obispo de Zamora Manuel Arce Ochotorena, que le dijo a Santesteban: Bueno, si en lugar de sotanas me envías fusiles, ¡Mejor que mejor! Ya me entiendes (citado, Casanova, 2001: 54). Asimismo es casi seguro que el 19 de julio barcelonés se preparó en el palacio del obispo.

Muchos sacerdotes alentaron desde los púlpitos la sublevación, incluso fueron numerosos los que se incorporaron a la lucha, destacando en esta faceta los curas navarros: De hecho, algunos fueron los primeros en incorporarse a las columnas rebeldes e instaron a sus congregaciones a hacer lo mismo. Con las cartucheras sobre las sotanas y rifle en mano, lleno de entusiasmo partieron a matar rojos. Tantos los hicieron que los fieles se quedaron sin clérigos […], y las autoridades eclesiásticas solicitaron el regreso de algunos de ellos. (Preston: 258). Desde los púlpitos se pronunciaban discursos cargados de odio y violencia; como el que dio el canónigo de la catedral de Salamanca José Artero, en la catedral de Tarragona tras la toma de la ciudad por los sublevados, dejó clara su opinión sobre los catalanes cuando los llamó ¡Perros catalanes! ¡No sois dignos del sol que os alumbra!

CURAS CON FUSILES

Seminaristas recibiendo instrucción militar

            El cardenal Pla i Deniel confesó en una carta al cardenal Gomá que había cedido a las autoridades todos los edificios que estos le habían solicitado, pero solicitaba que su nombre no apareciera en la lista de donantes ya que eso suponía el reconocimiento de su beligerancia.

El extremismo de algunos religiosos – en el que destacaron capuchinos y jesuitas- les llevó a anatemizar incluso lo que ellos consideraban actitudes condescendientes, como la de Gil Robles. El capuchino Gumersindo de Escalante escribió en Acción Española tras las elecciones de noviembre de 1933, un claro avisó a Gil Robles: No están los tiempos en el mundo, y sobre todo en España, para hacer el cuco. No; hay que dar la hora y dar el pecho; hay nada menos que coger, al vuelo, una coyuntura que no volverá a presentarse: la de restaurar la gran España de los Reyes Católicos y los Austrias […] Si este gran destino no se cumple, todos sabemos a quiénes tendremos que acusar […] El dolor, la angustia indecible de que todo puede quedarse en agua de borrajas, en medias tintas, en populismos mediocres, es una especie de lerrouxismo con Lliga Catalana y Concordato, nos dará aún a los menos aptos, voz airada para el anatema y hasta la injuria. Yo, si lo que no quiero fuese, ya sé a donde he de ir. Ya sé a que puertas llamar y a quién –sacando de amores, rabias. He de gritarle ¡En nombre de mi casta; en nombre del dios de Isabel y Felipe II, maldito seas! El aviso no tiene desperdicio: o Gil Robles preparaba el golpe de Estado, o sería un vil traidor. Mientras tanto el obispo Irurita no dudaba en gritar ¡Cristo necesita una espada!

AYUDA A LA REPRESIÓN

Como señalaba Francisco Espinosa, la implicación de los curas en la represión no fue un hecho excepcional, por el contrario fue algo común en los territorios dominados por los sublevados.

Uno de los que mejor representa el cinismo con el que la iglesia justificaba los masivos asesinatos y violaciones de los más básicos derechos humanos, fue el jesuita Constantino Bayle, que en un panfleto titulado ¿Qué pasa en España?, mantenía que en el bando franquista no se había cometido ningún abuso de autoridad; a pesar de que lo que estaban haciendo los “rojos”. Según él, los asesinatos no eran sino el cumplimiento de las sentencias de los tribunales de justicia, asimismo justificaba que era lo deseable que nadie quedara impune para evitar que el pueblo se tomase la justicia por su mano y que las calles españolas se truequen en campos de venganza; esto era justo lo que estaba ocurriendo. Según este “devoto cristiano” solamente se mataba a criminales o a los dirigentes del salvaje movimiento comunista.

Existen numerosos testimonios de clérigos y católicos laicos que no hablan de cómo, desde los púlpitos se pedía el exterminio de los enemigos de la Patria y la fe cristiana. Así lo pedía el párroco de la iglesia de la Merced de Burgos: Habéis de ser con esas personas, todos hemos de ser, como el fuego y el agua…, no puede haber pactos de ninguna clase con ellos… no puede haber perdón para los criminales destructores de iglesias y asesinos de los sagrados sacerdotes y religiosos. Que su semilla sea borrada […] (citado, Casanova, 2001: 218). Lo mismo pensaba el cardenal Gomá que aconsejaba al Vaticano que no interviniera en ningún proceso de negociación para llegar a una paz negociada; había que exterminar al enemigo.

La posición de la jerarquía eclesiástica ante la represión

La actitud de la jerarquía eclesiástica ante la represión que se estaba efectuando de forma metódica en los territorios controlados por los sublevados, puede decirse que fue cualquier cosa menos cristiana. El 11 de agosto de 1936 el arzobispo de Zaragoza Rigoberto Domenech, justificaba la represión porque: no se hace en servicio de la anarquía, sino en beneficio del orden, la patria y la religión. Al obispo de Mallorca, Josep Miralles lo que le preocupaba es que los que iban a ser asesinados se hubieran puesto en “paz” con Dios: Sólo un diez por ciento de estos amados hijos nuestros han rehusado los santos sacramentos antes de ser fusilados por nuestros buenos oficiales; el que hubieran sido asesinados por defender la libertad y la justicia era lo de menos. Este mismo obispo fue acusado por el escritor católico francés Georges Bernanos, en A Diary of My Times, de dar el beneplácito  a las atrocidades cometidas por Arconovaldo Bonacorsi “conde Rossi”, que asesinó a más de 2.000 personas en Mallorca. Ejemplo de vileza fue el que dio el cardenal Gomá durante el Congreso Eucarístico celebrado en mayo de 1938 en Budapest: Paz sí, pero cuando no quede un adversario vivo. El 30 de enero de 1937 este cristiano cardenal había dejado claro que era lo que procedía hacer con los “rojos”: No puede haber en España sino guerra hasta el exterminio de ideas y procedimientos. Defensa contra la anarquía y el terrorismo bolchevique, ha dicho el Generalísimo. (citado Arbeloa: 82)

Salvo en Pamplona ningún obispo protestó por la salvaje represión  que se estaba llevando a cabo, la mayor parte de ella sin haberse incoado ningún proceso judicial. No solo eso, la iglesia colaboró en el ocultamiento de lo que estaba ocurriendo. El obispo de Ávila, Santos Moro Briz, envió una nota a sus párrocos en las que les daba instrucciones sobre lo que había que hacer respecto a los asesinados en las cunetas: Cuando se trate simplemente del caso (tan frecuente como lastimoso) de aparecer por sorpresa en el campo el cadáver de una persona, afecta al parecer a la revolución, pero sin que conste oficialmente ni sea notorio que ha sido condenado a muerte por la autoridad legítima, hágase anotar simplemente que “apareció su cadáver en el campo… y recibió sepultura eclesiástica; pero guardándose mucho los señores párrocos de sugerencia alguna que revele al autor o la causa de la muerte trágica. (citado Espinosa: 80) Con esta postura no son de extrañar las dificultades con las que se encuentran los investigadores a la hora de establecer con exactitud la lista de todos los asesinados por los franquistas durante la guerra.

Julián Casanova resume claramente la postura que mantuvo la jerarquía eclesiástica, y el clero en general respecto a los asesinatos masivos que estaban cometiendo los sublevados: Los obispos y la mayor parte del clero eran cómplices de ese terror “caliente” que no necesitaba de procedimiento ni garantías. Lo silenciaban, lo aprobaban y lo aplaudían públicamente. (Casanova, 2001: 109)

Una de las maneras de salvarse de la represión, si no la única, era contar con un aval que demostrase que era una “persona de bien”, y uno de los avales que más peso tenía era el que otorgaban los párrocos. En este sentido el arzobispo de Santiago, Tomás Muñiz de Pablos, es unas instrucciones redactadas el 31 de agosto de 1936 prohibía al clero dependiente de él avalar la religiosidad de todos aquellos que hubieran estado afiliados a sociedades marxistas, en su escrito mantenía que cuando las autoridades civiles o militares así lo requirieran entonces calificarían en conciencia, sin miramiento alguno, sin atender a consideraciones humanas de ninguna clase (ver Martínez: 250). La orden de Muñiz tuvo un amplio eco y respaldo en la mayor parte de los territorios dominados por los sublevados.

MUÑIZ

Cardenal Tomás Muñiz de Pablos

            Como muchos sacerdotes desobedecieron sus órdenes, Muñiz volvió a la carga el 11 de noviembre de 1936, ordenando que dejasen de ir de acá para allá recomendando o pidiendo recomendaciones, informando sin que les pidan informes los que tienen derecho a pedírselos, o dándolos a veces con marcada parcialidad (citado Martínez: 253)

Aunque la mayoría de los obispos eran del mismo parecer que Muñiz, hubo algunas excepciones, como la del obispo de Burgos, Manuel Castro Alonso; en una circular de 10 de octubre de 1936 aconsejaba todo lo contrario que Muñiz y los doce obispos que le apoyaban. Para Castro lo más importante eran las consideraciones humanas; algo que debería de ser la norma común en todos aquellos que decían seguir la doctrina de Cristo.

El 8 de noviembre de 1936, se publicó un decreto que obligaba al alcalde, el comandante de la Guardia Civil, el párroco, y un padre de familia, a que emitieran informes sobre los maestros que había en sus poblaciones con el fin de realizar las depuraciones correspondientes. La iglesia aceptó de buena gana ser juez y parte en esta labor que eliminaría de los colegios españoles a todos aquellos maestros que no habían mostrado una religiosidad manifiesta, es decir que se habían inclinado hacia una educación laica y libre. No es casualidad que el profesorado fuera el colectivo de funcionarios que más sufrió las depuraciones.

Otro, que como Muñiz, alentaba a sus sacerdotes a colaborar con las autoridades franquistas en la represión, fue el obispo de Badajoz, José María Alcaraz; e su epístola Normas sobre certificados de conducta que no ofrecían ninguna duda a los sacerdotes, señalaba las dos consignas sobre las que basar los certificados: 1) No hacer divagaciones sobre la conducta religiosa de la persona sobre la que se elabora el informe; 2) No dar noticias atenuadas por una mal entendida benevolencia. Es decir olvidarse de la “caridad cristiana” y actuar como vulgares delatores. En su boletín, Alcaraz incorpora una circular firmada por José María Pemán (presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza) en relación a la depuración de maestros: Las personas consultadas [párrocos] deben saber la gravísima responsabilidad en que incurren ocultando determinados extremos […] Sería indigno que el heroísmo de nuestro soldados se correspondiese en retaguardia con la cobardía del [clero] (citado Martínez: 260)

Como se habrá observado en la mayoría de las normas dictadas por los jerarcas de la iglesia para la concesión de avales no cabían ni la piedad ni el perdón. Era más importante la venganza, de ahí que muchos sacerdotes cumplieran la labor de delatores de aquellas personas que ellos consideraban habían actuado en contra de los intereses de la iglesia.

Sería prolijo mencionar a todos aquellos miembros del clero que actuaron como delatores de sus propios vecinos, solamente destacaremos algunos casos que servirán de ejemplo de lo que fue algo usual en toda la España dominada por los franquistas.

En Euskadi muchos religiosos fueron los que delataron a sus propios compañeros que consideraban nacionalistas. Por ejemplo, el 22 de noviembre de 1937, varios escolapios presentaron una lista a las jerarquías eclesiásticas de sacerdotes nacionalistas, solicitando que se les repartiera por toda España alejándolos de Euskadi. O los carmelitas castellanos que pidieron apoderarse del convento de Santander por haber estado ocupado hasta julio de 1936 por los vascos separatistas. En Valderas (León), donde en los primeros días tras el levantamiento fueron asesinadas 120 personas; el cura con pistola al cinto, era el que señalaba los que debían ser ejecutados. El cura Isidro Lombaz Méndez era el encargado en Badajoz, de señalar a aquellos que debían ser llevados a la plaza de toros para ser vilmente asesinados.

Son muchos los sacerdotes encargados de elaborar las listas de los que debían ser ejecutados, por ejemplo; Antonio Ona –posteriormente nombrado obispo de Mondoñedo-; Santos Beriguistain, cura de Obarras (Navarra); el cura Fermín Izurdiaga, fundador de la revista Jerarquía: Revista negra de Falange; el párroco de Rociana (Huelva) que exigía más fusilamientos en su pueblo, aunque ya habían sido asesinadas 200 personas. Otros hacían gala de un marcado sadismo, como el jesuita Vendrell, párroco de la cárcel de Alicante, que a los que iban a ser fusilados en la madrugada les decía No tened miedo porque los moritos tienen buena puntería.

En Huelva, Sevilla, Badajoz, fueron numerosos los sacerdotes que participaban directamente en la elaboración de las listas de los que debían ser asesinados, o se negaban a auxiliar a personas que sí les habían prestado su ayuda en los tiempos pasados. También los hubo que participaron directamente en los saqueos y asesinatos. Un ejemplo es el testimonio de Miguel Arias Godoy en sus memorias refiriéndose a Manuel Vaquero, párroco de Tocina (Sevilla): Este sacerdote era el presidente de una junta compuesta por varios caciques del pueblo que tenían la misión de reunirse cuando les parecía para acordar entre ellos quienes serían las personas que había de detener y cuáles serían fusilados. Esta gentuza tenía su punto de reunión en la casa de Daniel Naranjo, donde hacían las listas de las personas, que eran entregadas al jefe de la cuadrilla de asesinos y éste criminal con su grupo terminaba este sucio y macabro trabajo. Esta junta de asesinos de la que era presidente el cura del pueblo, mató a mucha gente. Hacían su tarea a la sombra de una sotana y un crucifijo. (citado, Espinosa: 62-63)

No les bastaba con la colaboración, eran muchos que se regodeaban de la represión que llevaban a cabo los sublevados; como Juan de Dios Bazán, cura de Campana (Sevilla) que al pelotón que asesinó a más de cien vecinos les dio 500 pesetas como premio.

Otro insigne colaborador fue el sacerdote Juan Tusquets, que dirigió el Servicio Judeomasónico del Servicio de Información Militar, en donde se elaboraban listas de judíos y masones. Gracias a sus listas fueron detenidos más de 300 miembros de la Masonería, la mayoría de ellos posteriormente asesinados. El obispo de Lugo Rafael balanza y Navarro en una circular titulada Informe de conducta religiosa, animaba a sus párrocos a delatar a sus vecinos. Esto hizo el párroco de Seixalbo (Orense), Rafael R. Pato, que ante la petición de informes sobre veinte personas, dio informes negativos de 19, del otro no dijo nada porque no vivía en la localidad y no lo conocía. Recalcitrante colaborador fue el coadjutor de la parroquia de la Concepción de Huelva, Luis Calderón Tejero. Durante la República se dedicó pacientemente a elaborar un fichero de “rojos”, que posteriormente el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo adoptó como “informes cualificados”. Otro tanto hizo Elías Rodríguez Marín, párroco de Salvochea, pueblo minero onubense; o el cura de Rociana, Eduardo Martínez Laorden que, cuando el pueblo fue tomado por los franquistas, se dirigió a los habitantes desde el balcón del ayuntamiento exhortándoles a la venganza: ustedes creerán que por mi calidad de sacerdote voy a decir palabras de perdón y arrepentimiento. Pues ¡No! ¡Guerra contra ellos hasta que no quede ni la última raíz! Fueron asesinadas 60 personas; en 1937 fueron asesinadas otras 17 personas a instancias del vengativo cura.

No fueron pocos los sacerdotes que no solamente colaboraron en el asesinato de miles de personas como delatores o elaboradores de las listas de los condenados; algunos participaron de forma directa en el asesinato perpetrado contra aquellos que se habían posicionado a favor de la República, o que simplemente no habían vivido su vida de acuerdo a las normas dictadas por la iglesia.

Ya que se ha silenciado el nombre de muchas de las víctimas de la terrible represión ejercida por el franquismo, al menos es justo que se conozca el nombre de algunos de estos verdugos con sotana y pistola al cinto.

Una de las funciones que tenía el párroco del penal de Ocaña era dar el tiro de gracia a los fusilados. También participaba activamente en las palizas que les propinaban a los reclusos. Entre 1939 y 1959 fueron asesinadas 1.300 personas en este lúgubre penal. Un preso de aquella época escribió unos versos dedicados al cura verdugo: La luna lo veía y se tapaba / por no fijar su mirada/ en el libro, en la cruz/ y en la Star ya descargada. / Más negro que la noche/ menos negro que su alma/ cura verdugo de Ocaña.

Un caso especialmente espeluznante es el de Juan Galán Bermejo, conocido como “el cura de Zafra”. Era el sacerdote de la 11ª Bandera del 2º Regimiento de la Legión. Con los legionarios entró en Badajoz participando directamente en la masacre que se realizó sobre las personas que se habían refugiado en el sótano de la catedral. Él mismo se jactaba de haber asesinado a un miliciano que encontró escondido en un confesionario. Ante Antonio Bahamonde –ayudante de Queipo de Llano- se jactó de este y otros asesinatos: Aquí donde usted lo ve, esta pistolita lleva quitados de en medio a más de cien marxistas, también confesó que en Zafra había señalado a toda la canalla marxista, que debía ser fusilada; eso a pesar de que en Zafra no había habido represión contra los elementos de derechas. En declaraciones al periodista Marcel Dany dejaba claro cuál era su táctica para vencer en la guerra: […] todos los procedimientos de exterminio de esas ratas son buenos, y Dios, en inmenso poder y sabiduría, los aplaudirá. A Galán se le atribuyen 750 asesinatos.

CURA ZAFRA

Juan Galán Bermejo «el cura de Zafra»

            Un caso similar es el del sacerdote navarro, padre Vicente, también capellán de la Legión y del que el conservador inglés Peter Kemp –que luchó en la Legión- decía que era: el hombre más arrojado y sanguinario que vi jamás en España; según Kemp, en un combate, el padre Vicente gritaba: ¡No le dejes que se escape! ¡Dispara hombre, dispara! ¡Le cazaste! Mientras la víctima yacía en el suelo (citado Espinosa: 40-41)

El odio de estos curas asesinos hacia las mujeres pudiera tacharse de patológico. Veamos dos casos. Hermenegildo de Fustiñana, capuchino y capellán carlista, el 6 de agosto de 1936, junto a otros carlistas, sacó de la cárcel de Jaca a Pilar Vizcarra, que estaba embarazada y que una semana antes había visto como era asesinado su esposo; junto a Pilar fue sacada de la cárcel, Desideria Giménez, de dieciséis años. Las llevaron a campo abierto y las asesinaron vilmente. Fustiñana siempre iba con una escopeta y con una libreta en donde anotaba el nombre de todos los fusilados, y aquellos que se habían confesado antes de morir.

Otro ejemplo de este odio hacia el sexo opuesto lo protagonizó el cura de Sádaba (Zaragoza). Fue el directo causante del asesinato de la joven de 19 años Basilia Casaus, embarazada de gemelos. El médico de Sábada pidió que se demorara su ejecución ya que estaba embarazada y se esperaba diera a luz en apenas dos semanas; tanto la Guardia Civil como los miembros de Falange estuvieron de acuerdo en el aplazamiento. Pero el cura del pueblo, que era primo de la víctima, se negó en rotundo diciendo: Hay que fusilarla, muerto el animal, murta la rabia. Los deseos de este sicópata fueron atendidos.

Otra muestra de la actitud de la iglesia durante la guerra civil, fue la representación de la “caridad” cristiana de la que hizo gala en innumerables ocasiones. Lo único que importaba a la gran mayoría del clero español era que iban a ser asesinados recibieran confesión. Un ejemplo de la hipocresía que forma parte de la idiosincrasia de la iglesia católica de ayer y de hoy. Esta vergonzosa postura tiene su antecedente en uno de los padres de la iglesia, Agustín de Hipona: Es mayor mal que perezca un alma sin bautismo que el hecho de sean degollados innumerables hombres, aún inocentes.

Un rasgo de esta “extrema bondad del clero” nos lo muestra Eustaquio Illundain Esteban, obispo de Sevilla, que consiguió que Queipo suspendiera las ejecuciones en domingo y fiestas de guardar. El obispo pamplonica Marcelino Olaechea pronunció el 15 de noviembre de 1936 su homilía Ni una gota más de sangre de venganza: No más sangre. No más sangre que la que quiere Dios que se vierta, intercesora en los campos de batalla, para salvar a nuestra Patria. No más sangre que la decretada por los Tribunales de Justicia, serena, largamente pensada, escrupulosamente discutida (citado Preston: 260). Se ve que el obispo no tenía mucha idea de cómo funcionaban los tribunales de justicia franquistas.

En muchos sacerdotes la satisfacción que sentían porque algunos de los que iban a ser asesinados recibieran antes confesión tenía mucho que ver con que este hecho era otra manera de “triunfar” sobre los vencidos. Serían asesinados, pero eso sí, en gracia de dios. Ministros de la muerte, generosos con la administración de los últimos sacramentos. Así eran los sacerdotes y religiosos. (Casanova, 2001: 128)

LOS CURAS “ROJOS”

Parte de la iglesia, verdaderamente muy poco representativa, y algunos católicos, no apoyaron la sublevación manteniéndose fieles a la República. La mayoría lo pagó con la muerte o el exilio.

Sacerdotes asesinados

Los primeros sacerdotes asesinados por los sublevados fueron 16 sacerdotes guipuzcoanos (13 diocesanos y 3 religiosos) ejecutados entre el 8 y el 27 de octubre de 1936. El líder carlista Fal Conde, se quejó de que habían sido pocos, de ahí que la cuenta se hubiera incrementado en abril de 1937 a 47. De poco sirvieron las protestas que hicieron los sacerdotes vascos, residentes en Francia, José Miguel Barandiaran, Manuel Lemona, Ramón Laborda y Alberto Onaindia, entre otros. El pecado de estos sacerdotes eran sus inclinaciones nacionalistas. El que la mayoría del clero vasco no apoyara la sublevación era un duro golpe para Franco y para aquellos que equiparaban la sublevación con una cruzada. Esta afrenta nunca la perdonó Franco, de ahí la saña con que fueron perseguidos muchos sacerdotes vascos.

No solo se asesinaron sacerdotes en el País Vasco. El 8 de octubre de 1936 el párroco de Val de Xestoso (A Coruña), Andrés Ares Díaz, fue asesinado por negarse a dar a los sublevados el dinero recogido en la colecta para la fiesta de los Remedios. Fue acusado de pertenecer al Socorro Rojo. En Mallorca fue asesinado Jeroni Alomar Poquet, su delito pedir información sobre el paradero de su hermano Françesc, detenido por su militancia en Esquerra Republicana Balear. El obispo José Miralles justificó su fusilamiento calificándolo de “díscolo” e “izquierdista”. Martín Usero Torrente, fue asesinado en El Ferrol por no apoyar la sublevación. Antonio Bombín Hortelano, franciscano, colaborador del semanario Izquierda Republicana. Francisco González Fernández, cura y maestro de Mijas (Málaga), asesinado en enero de 1939; Matías Usero Torrente, sacerdote y teófista, asesinado el 20 de agosto de 1936 por haber apoyado a la República. Y muchos otros, que la limitación de espacio nos impide nombrar, pero que desde estas páginas quiero rendir un merecido recuerdo y homenaje.

Sobre los sacerdotes asesinados, fray Justo Pérez de Urbel – posteriormente nombrado abad mitrado del valle de los Caídos- dijo: Fueron sacerdotes que se valieron de su autoridad para engañar a sus feligreses, para llevarles a la muerte, para luchar en unión de los enemigos de la fe, traidores a su Patria y, lo que es peor todavía, traidores a su dios. (citado Casanova, 2001:142). Se desprende de sus palabras que bien fusilados estaban; quizás porque su dios no era el mismo que el de los sacerdotes asesinados, bastante más próximos a las doctrinas que impartió Jesús. El cardenal Gomá, muy en sintonía con su ideología y apoyo a los sublevados, eximió de cualquier responsabilidad sobre el asesinado de sacerdotes a Franco; en su informa al Vaticano decía que estos fusilamientos se habían producido por abuso de autoridad por parte de un subalterno. No pensaba lo mismo el obispo Múgica, que al protestar airadamente por la muerte de los sacerdotes vascos, se vio obligado a exiliarse –entre otros empujado por Gomá-. Otros sacerdotes que protestaron por los asesinatos masivos que estaban llevando a cabo las tropas franquistas, junto a falangistas y requetés, fueron amenazados con correr la misma suerte si no abandonaban sus protestas, fue el caso de los curas de Arcos de la Frontera o Carmona.

Otros sacerdotes corrieron “mejor suerte”, ya que, al menos, lograron salvar la vida. En Euskadi más de cien sacerdotes fueron encarcelados, entre ellos 38 sacerdotes guipuzcoanos detenidos en el seminario de Victoria, o 63 detenidos en el Carmelo de Begoña, etc. A estos habría que añadir los numerosos sacerdotes que se vieron obligados a exiliarse tras la toma del País Vasco por las tropas franquistas. En Santoña, 81 capellanes del Cuerpo de Capellanes de la Armada vasca fueron detenidos, a tres de ellos se les condenó a muerte, aunque posteriormente se les conmutó la pena. De estos sacerdotes castrenses merece especial atención el caso de Victoriano Gondra y Muruaga, conocido por los gudaris como “aita Patxi”. Condenado a trabajos forzados, se enteró que un comunista asturiano padre de cinco hijos había sido condenado a muerte. Gondra se ofreció a ser permutado por él. Los franquistas le dijeron que habían aceptado su oferta, e incluso le pusieron delante del pelotón de ejecución. Una vez ante sus ejecutores se le comunicó que debido a su petición el asturiano había sido indultado. Cuando regresó a su barracón se entero que Esteban Plágano, que así se llamaba el comunista asturiano, había sido fusilado al amanecer. ¿Cabe mayor crueldad?

LOBO

Leocadio Lobo

Algunos, unos pocos, colaboraron activamente con la República, como Luis López Dóriga, propagandista del catolicismo social, fue diputado por el PRRS de 1931 a 1933; Jerónimo García Gallego, diputado republicano independiente de 1931 a 1933, defensor de la soberanía del pueblo y propagandista republicano en Francia; Juan García Morales (seudónimo de Hugo Moreno López), sacerdote, periodista y activo propagandista antifranquista; Leocadio Lobo, nombrado por la República, Jefe de la Sección técnica de las Confesiones y Congregaciones Religiosas, en 1937; realizó propaganda a favor de la Republica por varios países de Europa y en Estados Unidos. Prácticamente todos compartieron su suspensión a divinis por parte de la jerarquía eclesiástica, y el exilio tras finalizar la guerra de España.

JESUS ARNAL

Jesús Arnal

           Los hubo incluso que participaron activamente junto a los milicianos en la defensa de la República. Fue el caso de Cándido Nogueras, secretario del Socorro Rojo en Broto (Huesca), fue encarcelado varios años y posteriormente desterrado; Vera Berástegui, Luis Donate, Santiago Alegre, Lázaro Baqueros, o Jesús Arnal, secretario personal de Durruti.

CONCLUSIONES

El hecho que no admite discusión alguna es la absoluta complicidad del clero con el terror militar y fascista (Tamayo: 104)

La iglesia a la que tanto le ha gustado, y le gusta, airear a sus mártires de la Guerra Civil, se ha olvidado de aquellos que, aunque formaban parte activa de la iglesia, fueron asesinados por ser coherentes con la doctrina cristiana, que se supone es la que defiende la iglesia católica; o defender el legítimo régimen republicano. Se podría decir que todo parecido entre ser cristiano y ser católico es pura coincidencia.

Resultado del reconocimiento de sus “mártires” se vio refrendado por las beatificaciones llevadas a cabo por Juan Pablo II, prolífico en beatificar a las supuestas víctimas de la República, que concluyo con una beatificación masiva de 498 “mártires” españoles el 28 de octubre de 2007. Entre los elevados al santoral había verdaderas bestias sanguinarias como el obispo de Cuenca, Cruz Laplana Laguna, o el salesiano José Blanco Salgado, que disparó contra los trabajadores desde el cuartel de la Guardia Civil sublevada en Morón de la Frontera (Sevilla). Como señala Botey: Las beatificaciones masivas de religiosos y sacerdotes fusilados durante la Guerra Civil en la zona republicana constituye objetivamente, una nueva humillación a los fusilados por los franquistas que durante más de setenta años han sido silenciados.

La iglesia debería pedir perdón por su implicación con el franquismo durante la Guerra Civil y los años de dictadura. Por su colaboracionismo, a veces de forma directa, en el asesinato de miles de personas; y también por todos los beneficios de los que ha disfrutado durante la dictadura franquista, sin importarles de quién provenían y como había accedido éste al poder.

Lejos de pedir ese perdón, la iglesia sigue manteniendo hoy en día que la República no fue democrática, que ejerció un “laicismo agresivo” o que su mayor característica fue una “feroz” persecución contra la iglesia católica. Estas sesgadas interpretaciones las podemos leer en el cardenal Rouco Varela, los profesores de Derecho Eclesiástico, Alberto de la Hera, Rafael Navarro Valls o Ángel López-Sicho –todos ellos miembros del Opus Dei o Acción Católica-. A todos estos preclaros embusteros se les puede leer en el suplemento de ABC, Alfa y Omega, editado por el arzobispado de Madrid. Otros que se suman a esta “cruzada” antirrepublicana son el cardenal Antonio Cañizares, o el arzobispo Fernando Sebastián. Cañizares, en un claro arrebato de enajenación mental, porque no tiene explicación posible, afirmó que la política de José Luis Rodríguez Zapatero era una repetición de la persecución religiosa de la Segunda República.

El cinismo de la actual jerarquía eclesiástica con respecto a los cientos de miles de asesinados por el franquismo, les lleva a firmar que en el otro bando hacían otro tanto. En ningún momento ha habido una condena de la iglesia católica de los asesinatos cometidos por los franquistas durante la Guerra Civil y los cuarenta años de dictadura.

En 1999 la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII solicitaba a la jerarquía eclesiástica que pidieran perdón por su apoyo a la dictadura de Franco. La jerarquía hizo caso omiso; es más alguno, como Ramón Echaren (obispo emérito de Canarias) dijo que los que debían pedir perdón eran los izquierdistas de los años treinta por los sacerdotes asesinados. Otro ejemplo del reaccionarismo que sigue existiendo en el seno de la iglesia católica española, es que aún hoy se mantengan en centenares de iglesias placas conmemorativas de la victoria de Franco con las lista de los “mártires” fallecidos en el bando sublevado.

Habría que recordarles a todos estos “santos varones” las palabras del sacerdote Cándido Nogueras, en 1937:

            […] la iglesia ha empleado siempre su influencia en perseguir al pueblo, a cuyo servicio debía haber estado. Su misión estaba en conquistar los corazones de  los explotados.

            Si Jesucristo estuviera en el mundo formaría también en estas milicias populares, junto a los que tanto quiso. Sería un luchador más por la libertad.

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Badajoz: un genocidio franquista

Introducción

Desde que se pusieron en marcha las columnas que partieron de Sevilla dirección Madrid, dejaron a su paso una estela de horror y muerte. Aunque la de Badajoz fue la matanza que más eco tuvo gracias a la presencia de periodistas extranjeros, estas prácticas genocidas las venían realizando en todas las poblaciones que ocupaban: Almendralejo, Llerena, Mérida, y un largo etcétera. Como apunta Paul Preston, lo que ocurrió en Badajoz podría tomarse como una advertencia a Madrid.

Franco ya había advertido a los habitantes de Badajoz lo que les ocurriría si no se rendían en una proclama fechada en Mérida el 12 de agosto de 1936: Vuestra resistencia será estéril y el castigo que recibiréis estará en proporción de aquella. Cumplió su amenaza a rajatabla. La matanza formaba parte de la táctica de eliminación física del adversario, no importaba que ello conllevara la muerte de muchos inocentes. En la toma de Badajoz se produjeron los hechos más repugnantes; asesinatos, violaciones, saqueos, mutilaciones; todo ello con el beneplácito de los jefes militares franquistas.

La brutal represión se entiende aún menos si tenemos en cuenta que en Badajoz apenas había habido represalias contra los elementos de derechas. De hecho las autoridades evitaron que las enfervorizadas masas tomaran venganza por los bombardeos a que estaba siendo sometida la población. Cuando un grupo de personas intentó asaltar la cárcel para asesinar a las personas que estaban allí encarceladas por apoyar el golpe; los diputados de Izquierda Republicana, Luis Pla Álvarez, Eloy Domínguez Marín y Joaquín Vives Castrillón; junto al gobernador civil, Miguel Granados y el director de la prisión Miguel Pérez Blanco, lo evitaron haciendo que la Guardia de Asalto contuviera a la muchedumbre. Los tres primeros fueron asesinados, Granados logró huir, mientras que Pérez Blanco continúo en la ciudad prestando sus servicios a los franquistas.

Este trágico episodio de la guerra civil española ha intentado ser borrado de la memoria; primero por los propios franquistas desde el primer momento; mintiendo y tergiversando los hechos ocurridos en la capital pacense, como aparece en las normas de censura dictadas por el comandante Cuesta Monereo, que en su apartado noveno dicen: En las medidas de represión se procurará no revestirlas de frases o términos aterradores, expresando solamente «se cumplió la justicia», «le llevaron al castigo merecido», » se cumplió la ley», etc. Pero lo más indignante es que ya en democracia se haya seguido intentando borrar las huellas de lo sucedido. En 2002 el ayuntamiento socialista de Badajoz demolió la plaza de toros, en lugar de convertirla en lugar emblemático de la memoria histórica.

Plaza_de_Toros_de_Badajoz_en_1936

Plaza de toros de Badajoz

No fue solo en la plaza de toros donde se produjeron los asesinatos, por todas las calles de Badajoz corrían ríos de sangre; sangre vertida por hombres y mujeres, que en muchos casos no siquiera habían participado en la defensa de la ciudad. Simplemente por llevar una pulsera de oro o alguna modesta alhaja, los mercenarios moros al servicio de Franco asesinaban sin piedad al portador. Como dijo Rafael Tenorio (TENORIO, 1979:8): […] importan menos las cifras que lo que simbolizan. Doscientos o cuatro mil ¿qué importa?, lo que realmente cuenta es el hecho de matar colectivamente a gente indefensa. Reig Tapia define perfectamente lo que fue la matanza de Badajoz: ¿ Qué grado de sadismo, que perversión patológica hizo posible que dichas autoridades no sólo no impidieran, sino que jalaran a los sádicos matarifes que abandonaron a semejantes sevicias y asesinatos? ¿Bajo que código de honor militar o cristiano actuaron?

La matanza

Surge de los asesinatos perpetrados en Badajoz por las tropas franquistas, un lugar emblemático; la plaza de toros, en ella se acometió uno de los hechos más crueles y sanguinarios de la guerra civil. El periodista francés Marcel Dany le relató a Rafael Tenorio (TENORIO, 1979b: 128) el procedimiento: La plaza de toros sirvió de prisión durante los primeros momentos […] No cesaban de traer nuevos presos en camiones. Yo los vi llegar acompañados de camisas azules de la Falange […] Vi como los llevaban dentro de la plaza de toros, escuché las descargas […] luego vi como sacaban los cadáveres.

Los prisioneros eran reunidos en la arena de la plaza, allí eran ametrallados con saña por las ametralladoras instaladas en las contrabarreras del toril. No contentos con esto, en ocasiones los regulares y legionarios bajaban al ruedo y allí asesinaban a los indefensos presos a bayonetazos. En una de estas ocasiones el miliciano Juan Gallardo Bermejo logró arrebatar la bayoneta a uno de los legionarios-toreros y lo mató con su propia arma. En ese momento se retiraron de la arena moros y legionarios y comenzó el ametrallamiento de las personas allí congregadas. Uno de los que con más saña realizaba estas prácticas era un moro llamado Muley, según testimonio de un superviviente de la matanza, Juan Adriano Albarrán. Entre los asesinados había milicianos, obreros, campesinos, tanto hombres como mujeres; nadie se salvaba del salvaje furor vengativo de las tropas franquistas.

Es difícil hacerse una idea del terror que se cernió sobre la plaza de toros. El testimonio de algunas de las personas que vivieron los horrores solamente sirve para hacernos una pálida imagen de lo que allí sucedió. Las ejecuciones se llevaron a cabo en la plaza de toros, habiéndose distribuido invitaciones para el espectáculo […] Grupos de hombres eran ametrallados como perros de caza eran empujados al ruedo para blanco de las ametralladoras […] En los tendidos los invitados registraban con comodidad las angustias y las muecas de la inválida masa humana que, saliendo de su espanto intentaba escapar a la condena (ZUGAZAGOITIA: 124-125). En Badajoz, los facciosos han cometido el crimen más enorme y espantoso registrado en la historia de España. Más de tres mil antifascistas fueron concentrados en la plaza de toros. Y después de haber ocupado las gradas de las plaza, los elementos oficiales, los falangistas, los militares, requetés, incluso «señoritas», empezó el espectáculo […] (SANZ: 101-102). El periodista Marcel Dany no vio los fusilamientos, pero si nos ha dejado la impresión que le causaron: Yo no pude ver los fusilamientos, pero escuchaba las descargas y oía los lamentos y los gritos de las víctimas. Además tuve tiempo de ver lo que sucedía y escuché testimonios de la gente. Entre los prisioneros había muchas mujeres (citado, TENORIO, 1979b: 128). Uno que si estuvo en la plaza fue Francisco Moreno Martínez; así nos describe lo ocurrido: Nos pasaron a la plaza de toros y nos alojaron en unos pasadizos debajo de las gradas y que no había más luz que la dejaba pasar por las ranuras o aspilleras que había en las murallas. Al día siguiente empezaron los fusilamientos. El sistema que tenían era el siguiente: entraba por la puerta que daba al ruedo de la plaza un cabo bajito de la Legión y pistola en mano y cojeando porque tenían el pantalón ensangrentado como de estar herido. Este señor contaba hasta veinte, los sacaba al ruedo, donde esperaban los guardias civiles que componían el piquete de ejecución, por lo menos siempre que salí allí eran guardias civiles los que fusilaban. (citado MERCHÁN)

Pero no solamente fue en la plaza de toros donde se fusiló, prácticamente toda la ciudad fue testigo mudo de las atrocidades que cometieron las tropas comandadas por el coronel Yagüe.

Muertos Badajoz

Cadáveres en las tapias del cementerio

Los últimos combatientes republicanos que resistieron atrincherados en la catedral hasta que se quedaron sin munición, fueron fusilados en el altar mayor; al día siguiente sus cadáveres aún seguían en el lugar donde habían sido asesinados. No bastaba el asesinato, había que ensañarse, como lo demuestran las fotos realizadas por algunos oficiales alemanes de los cadáveres castrados por los moros. Supuestamente, Franco prohibió, a partir de entonces, que se realizaran castraciones; pero fue una práctica que continuó realizándose allí por donde pasaban los regulares; a otros se les marcó a fuego vivo como si fueran ganado; en la plaza de Penacho, falangistas y moros abrían el vientre de sus víctimas y les metían la cabeza dentro. Otros fueron asesinados frente a la Comandancia Militar o las tapias del cementerio.

Los asesinatos continuaron los días siguientes. Todos los días a las doce de la mañana, en la plaza de Penacho, se producía el «espectáculo» de la ejecución de prisioneros, amenizado con música y a la que estaban obligados a asistir los habitantes de la ciudad.

Asesinados en las calles de Badajoz

El día 20 de agosto se celebró un acto, con misa y desfile incluido, al que se invitó a toda la población. Como culminación del «festejo» fueron fusilados dos alcaldes republicanos de Badajoz, Juan Antonio Rodríguez MAchín y Sinforiano Madroñero Madroñero, el diputado socialista Nicolás de Pablo Hernández, en unión de ocho compañeros y siete portugueses entregados por la policía de Salazar, dos de ellos eran menores de 16 años. En septiembre continuaron las masacres. El día 6, cuarenta y tres heridos que se encontraban en el hospital provincial fueron asesinados en la plaza de toros, mediante el procedimiento de un tiro en la nuca; así lo testimonió Modesto González Jorge, hermano de uno de los asesinados. (ver VILA: 62)

Es difícil cuantificar las víctimas: Jay Allen -según le manifestaron oficiales franquistas- da la cifra de 4.000; Ricardo Sanz, 3.000; James Cleugh -propagandista católico-, 2.000; Tuñón de Lara, 1.200; Paul Preston, 4.000; Reig Tapia, entre 600 y 800 en la noche del día 14, y un mínimo de 1.200 el día 15; A. Disfeito, 8.000; Vila, 9.000; cuatro mil de ellos en la plaza de toros; y Francisco Espinosa -que es el que ha elaborado la investigación más completa- da la cifra de 3.800.

Los responsables

El máximo responsable fue, sin duda, el teniente coronel Juan Yagüe

Teniente Coronel Yagüe

Yagüe ya había tenido una destacada actuación en la feroz represión que se ejerció en Asturias tras la revuelta de octubre de 1934. Tal era su ansia represiva que tuvo un fuerte enfrentamiento con el general López Ochoa, cuando éste llegó a un acuerdo con los obreros llegándole a acusar de ser cómplice de los insurrectos. Tenía pues experiencia en masacrar poblaciones civiles. En Badajoz nadie puso reparos a sus crueles represalias.

En segundo lugar están los militares que mandaban las tres columnas que entraron en Badajoz: el comandante Castejón, y los tenientes coroneles Asensio y Tello; ellos permitieron que las tropas a su mando realizaran todo tipo de tropelías, incluso en ocasiones las animaron.

Yagüe nunca se arrepintió de lo ocurrido en Badajoz; es más se vanagloriaba de ello. Al periodista francés Jacques Berthel le dijo: Es una espléndida victoria. Antes de avanzar y ayudados por falangistas vamos a acabar de limpiar Extremadura. En una entrevista concedida al periodista norteamericano John T. Whitaker, cuándo éste le preguntó si era cierto que había fusilado a miles de personas, contestó: Naturalmente que los hemos matado ¿Qué suponía usted? ¿Iba a llevar a 4.000 prisioneros con mi columna, teniendo que avanzar contra reloj? ¿ o iba a dejarlos en mi retaguardia para que Badajoz fuera roja otra vez? Esta contestación demuestra claramente el talante inhumano de Yagüe.

Pero no solo fueron los militares los que tienen responsabilidad en la matanza de Badajoz; contaron con la inestimable colaboración de falangistas, religiosos y demás «gente de orden», tanto en la práctica directa de asesinatos, como en la elaboración de  las listas de los que deberían ser eliminados. El falangista Mariano Ramalho -un sobrino suyo, Luis Ramalho, fue el primer presidente de la Junta de Extremadura-; el sacerdote Isidro Lomba, encargado de realizar las listas de los que había que ejecutar; Juan Galán Bermejo, también sacerdote, y que se jactaba de haber asesinado él mismo a más de cien «rojos»; Arcadio Carrasco que irónicamente fue nombrado marqués de la Paz y presidente del Sindicato Vertical; Jorge Pinto, terrateniente de Olivenza, que hacia bailar a las mujeres antes de asesinarlas abriéndoles el vientre y sacando sus órganos, Avelino Villalobos; Leopoldo Ríos, Antonio Ardillas, Agustín Carandell, que asesinó a treinta y cuatro presos atados entre si en la puerta del ayuntamiento; el marroquí Ahmed Mohamed Muley, que se ponía el traje de torero y asesinaba a sus víctimas clavándoles una bayoneta en el cuello; Eduardo Esquer, que postriormente sería diputado en las cortes franquistas; y un largo etcétera de personas para las que la vida humana no tenía ningún valor.

Juan Galán Bermejo

Yagüe intentó quitarse la responsabilidad de encima; meses más tarde les dijo a los falangistas Dionisio Ridruejo y Alcázar Velasco, que la orden de realizar la matanza de Badajoz partió del falangista Arcadio Carrasco. No es creíble que un falangista actuara de forma independiente, y menos creíble aún que éste tuviera poder sobre los militares.

Arcadio Carrasco

Mario Neves

Neves era un periodista portugués que actuó como corresponsal del Diario de Lisboa en Extremadura. Fue el primero, junto al francés Jacques Berthet de Le Temps; Marcel Dany, también francés de la Agencia Havas; y John T. Withaker, del New York Herald Tribune, y el fotógrafo francés René Bru, en llegar a Badajoz.

Carnet neves 1936

Carnet del periodista Mario Neves

Mario Neves no simpatizaba con las fuerzas republicanas, aún así dio un ejemplo de honradez al denunciar las atrocidades de las que fue testigo. En su primera crónica emitida el día 15, decía: Escenas de horror y desolación en la ciudad conquistada por los rebeldes […] Acabo de presenciar un espectáculo de desolación y de espanto que se apagará de mis ojos […] Junto a las paredes de la Comandancia Militar, la calle está salpicada de sangre […] Le preguntamos a Yagüe si había muchos prisioneros, nos respondió que sí – y fusilamientos… decimos nosotros. Parece que ha habido dos mil…; el comandante Yagüe se sorprendió con la pregunta declara ¡No deben ser tantos! […] Estas notas redactadas minuciosamente […] no conseguirán dar una pálida idea del espectáculo de desolación y de horror que han visto mis ojos.

Al día siguiente remitió otra crónica al Diario de LisboaNos afirman varias personas que nos acompañan que los legionarios del Tercio y los marroquíes «regulares» encargados de ejecutar la decisión militar deseaban conservar durante algunas horas los cadáveres en exposición, en tal o cual punto, para que el ejemplo produzca sus efectos.

Finalmente la crónica que envió el día 17 fue censurada por las autoridades portuguesas que obligaron a Neves a retractarse y negar que hubiera habido alguna matanza; so pena de ser encarcelado.

Los ataques que sufrió Neves por parte de los propagandistas franquistas fue atroz. El que dio el pistoletazo de salida para la persecución historiográfica de Mario Neves, fue el militar británico McNeill-Moss (que también negó el bombardeo de Guernica). Aducía el propagandista inglés que las crónicas de Neves no coincidían con las otros periodistas. McNeill, tergiversa hasta lo indecible el artículo de Neves; por ejemplo omitiendo párrafos que no le interesaban, como : Algunos cuerpos estaban tumbados aquí [Puerta de la Trinidad]… El mismo espectáculo se repetía en la calle san Juan, junto a la que fueron fusilados los milicianos que habían caído en manos de los rebeldes. Por otra parte McNeill no hizo alusión alguna al segundo despacho enviado por Neves.

Ante la sarta de mentiras de McNeill -repetida pos múltiples panfletistas franquistas nacionales y extranjeros-; Neves se vio obligado a enviar una carta a los periódicos desmintiendo el panfleto de McNeill-Moss: El autor McNeill-Moss, intentando defender un determinado punto de vista, utiliza mi nombre y mi documentación […] escrita por mi después de la toma de Badajoz por las tropas del coronel Yagüe. Sin embargo McNeill-Moss da un sentido falso a lo que yo escribí, empleando mis palabras para enfrentarlas a las informaciones de otros compañeros que fueron conmigo, padeciendo los mismos peligros y las mismas emociones […] No sólo el comandante McNeill-Moss ha dado una interpretación errónea a mis crónicas objetivas, sino que deshecha una parte importante de mis textos y no duda en producir un artículo del que elimina las líneas que no le gustaron, sin indicar siquiera esas mutilaciones […], dado que ha usado mi nombre para hablar de hechos que no corresponden exactamente con lo que yo escribí, he decidido escribir esta carta y pediros que la publiquéis. (citado SOUTHWORTH: 39)

A pesar de los intentos de la historietografía y de los publicistas franquistas, las crónicas de Mario Neves han quedado como el más vivo reflejo de la barbarie con la que se emplearon los sublevados en la ocupación y represión de Badajoz.

Jay Allen

Jay Allen

El periodista norteamericano Jay Allen no estuvo en Badajoz en los primeros días, pero su crónica sobre lo sucedido recorrió el mundo al ser una de las más impactantes escritas durante la guerra civil española. Allen llegó a Badajoz el día 23 de agosto; su artículo titulado Slaugther of 4.000 at Badajoz City horrors, fue publicado el día 30 por el Chicago Tribune y el London News Chronicle. Para su crónica, Allen entrevistó a múltiples testigos de los sucedido. Según él se asesino a 4.000 personas, 1.800 de ellas en tan sólo doce horas en la plaza de toros. A las cuatro de la mañana introdujeron en la plaza por la puerta donde las cuadrillas inician el paseillo en las corridas de toros. Les esperaban las ametralladoras. Después de la primera noche, se calculaba que en el extremo más alejado de la plaza la sangre había penetrado un palmo  de profundidad en el suelo. No lo pongo en duda. Mil ochocientos hombres -también había mujeres- murieron allí en poco más de doce horas. Hay más sangre de la que parece en mil ochocientos cuerpos. En las fechas en que estuvo Allen en la capital pacense, aún se producían cincuenta asesinatos por día. Allen también fue el que testimonió la ayuda del régimen del dictador portugués Salazar a Franco; denunció que las autoridades portuguesas entregaban a Franco a los republicanos que habían huido de Badajoz; y como los aviones de los sublevados utilizaban los aeródromos portugueses para bombardear las poblaciones extremeñas.

Jay Allen, al igual que Neves, sufrió los ataques de los servicios de prensa franquistas dirigidos por Luis Bolín. Uno de los que salió en su defensa fue John T. Whitaker: Jay Allen fue el primer corresponsal que entrevistó a Franco, y en general está considerado como el periodista mejor informado sobre los asuntos españoles. Su narración fue atacada y difamada por hombres pagados de un extremo a otro de Estados Unidos. Uno de los trucos más empleados fue negar que Allen hubiera estado en Badajoz durante la toma de la ciudad. El comunicado de Allen dice rotundamente que llegó más tarde, que no pudo enviar un informe procedente de un testigo ocular, pero que citaba las informaciones franquistas. 

La prensa extranjera

Gracias a los periodistas extranjeros se pudo conocer la verdad de lo ocurrido en Badajoz, sin su testimonio, el genocidio perpetrado en la capital extremeña hubiera sido uno más de los ocultados por los franquistas. En un intento baldío de ocultar lo ocurrido en Badajoz; Yagüe prohibió la entrada de periodistas en la ciudad pacense, así lo atestigua el periodista portugués Leopoldo Nunes, que era simpatizante del bando sublevado. Corrobora esta prohibició el francés Émile Condroyer, que fue el primero en narrar las peripecias que pasó René Bru por plasmar en imágenes el horror que vio cuando llegó a Badajoz.

Además de Neves y Allen, fueron varios los periodistas que enviaron sus crónicas sobre lo sucedido a diversos medios de información europeos y americanos. El día 15 de agosto Marcel Dany envió un telegrama a la agencia HavasLa ciudad de Badajoz ha caído esta noche enteramente en poder de las tropas rebeldes. Ha habido ejecuciones masivas. Ese mismo día apareció en Temps, una ampliación de la noticia: Hasta el momento alrededor de 1.200 han sido fusilados bajo la inculpación de resistencia armada o de graves crímenes […] Los arrestos y ejecuciones en masa, en la Plaza de Toros, continúan […] Solamente en la calle san Juan hay numerosos cuerpos […]. El día 16 apareció en Le Populaire un despacho de la agencia Havas, firmado por Marcel Dany: En la plaza del ayuntamiento, en particular, están tumbados numerosos partidarios del gobierno que fueron alineados y ejecutados contra la pared de la catedral. Han corrido por las aceras ríos de sangre. Por todas partes se encuentran charcos coagulados. (citado SOUTHWORTH: 386). No menos contundente fue otro periodista francés, Jacques Brethet, cuyo relato publicó TempsLos milicianos y los sospechosos arrestados por los rebeldes han sido pasados de inmediato por las armas… cerca de mil doscientos han sido fusilados. (citado SOUTHWORTH: 386).

El día 17 de agosto se lee en los titulares del Temps: NO SON 500, SINO MÁS DE 4.000 MUERTOS. En las páginas interiores aparecía una crónica de Berthet: En estos momentos [15 de agosto] alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas […] Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre […], los arrestos y ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la salle san Juan hay trescientos cuerpos […] (citado TENORIO, 1978: 9). Ese mismo día aparecía en París Soir una crónica de Henri Danjou: Las fuerzas del Tercio hacían blanco sobre los cadáveres, a los cuales se empezaba ya a dar sepultura. Esto es un ejemplo de la crueldad sin sentido que emplearon las tropas franquistas.

El periodista portugués de extrema derecha, Arthuro Portella escribió, en tono triunfalista, en el Diario de Lisboa, que el número de fusilados en Badajoz se elevaba a 4.000 personas. Un caso trágico fue el de otro periodista portugués, Mario Pires, corresponsal del Diario de Noticias, tal impresión le causó lo que vio en Badajoz que enloqueció, teniendo que ser recluido en un centro siquiátrico: En la plaza de toros el sol bate de lleno el ruedo y sobre las formas siniestras de marxistas fusilados. Aquí se hace la concentración de presos. Entran dos grupos de «manos arriba». Quinientos, tal vez seiscientos. No hablan, no protestan. Ninguno de ellos grita su inocencia […] Unos amigos prueban la no culpabilidad de uno de los detenidos. Lo devuelven a la libertad; a la vida. Nunca vi ni espero ver, expresión como la de esa hombre, en el momento de salir de la Plaza de Toros. Nunca vi ojos más brillantes, más expresivos, más dolidos […] (citado ESPINOSA: 209)

El escritor católico francés, François Mauriac publicó un artículo el día 18 en Le Figaro condenando los asesinatos cometidos en Badajoz. Estos hechos y los ocurridos posteriormente en Guernica hicieron que el eminente escritor francés cambiara radicalmente su opinión sobre lo que estaba ocurriendo en España. El periodista norteamericano Peter Wyden clasificó lo sucedido en Badajoz como una premonición de Auschwitz. Estas opiniones no las compartía Yagüe. El periodista John T. Withaker, que acompañó a las tropas de Yagüe durante algunas semanas, escribió: El coronel Yagüe que mandaba las fuerzas franquistas en Badajoz, se reía al oir  los desmentidos sobre las matanzas: «Naturalmente que los hemos fusilado -me dijo- ¿Qué se podría esperar? ¿Pensaban que iba a llevar conmigo a cuatro mil rojos cuando mi columna avanzaba luchando contra reloj? ¿Tenía que dejarles en libertad en mi retaguardia para que Badajoz volviera a ser una ciudad roja? Whitaker no era sospechoso de ser un «rojo» empedernido; habia sido condecorado por Mussolini en agradecimiento a las crónicas que envió desde Abisinia.

Varios de estos periodistas fueron posteriormente represaliados. René Bru fue detenido por orden de Luis Bolín, la Casa Pahté para la que había realizado las fotos tuvo que devolver los behativos para que fuera puesto en libertad. Marcel Dany fue detenido y posteriormente expulsado de Portugal por denunciar la entrega de cincuenta y nueve civiles españoles a los franquistas por parte de las autoridades postuguesas -ya había sido expulsado de España-. Neves fue detenido e interrogado por la policía portuguesa y obligado a retractarse. Jean D’Esme también fue expulsado de España. Arthur Koestler, quién en 1937 defendió la información que proporcionó Neves frente a las insidias de McNeill Moss, fue apartado de su labor periodística en España, cualquier medio que diera cobertura a sus escritos perdería la corresponsalía en la zona controlada por los sublevados.

No cabe duda que gracias a la integridad de estos periodistas la verdadera cara del franquismo quedó al descubierto. Como apunta Francisco Espinosa: La importancia de las informaciones de los periodistas extranjeros radicaba en que de un solo golpe habían hecho caer dos mitos: el de una guerra civilizada y el de la neutralidad portuguesa. (ESPINOSA: 205)

Testimonios

Amén de las crónicas de los periodistas extranjeros desplazados a Badajoz, también contamos con el testimonio de personas que vivieron aquellos terribles momentos. Gracias a ellos podemos conocer con más detalles lo ocurrido en la capital extremeña.

Alfonso González Bermejo: La gente no quiere hablar por el pánico que tienen todavía en el cuerpo sesenta años después. Aquella fue la mayor salvajada del mundo. En Extremadura murieron más de cincuenta mil personas. Legionarios y moros violaban a mujeres y niñas, castraban a los hombres y, sin escrúpulos, se ponían los testículos en la boca como trofeos. La sangre corría por las calles como el agua. (citado DISFEITO). Estas declaraciones realizadas en el 1006, podrían escucharse hoy mismo. En las investigaciones que estoy realizando en la actualidad sobre la represión franquista en pueblos de la comarca de Barros, me encuentro, en la mayoría de las ocasiones, con la negativa a hablar de las personas que fueron testigos de la época -cada vez quedan menos- de lo ocurrido en 1936 y años posteriores. El miedo sigue firmemente instalado en el pensamiento de la gente.

Un defensor de Badajoz, Manuel García Moreno, nos relata cómo fueron los últimos momentos de la defensa: Estaba defendiendo la Puerta del Pilar el 14 de agosto y la abandonamos cuando ya estaban encima de nosotros […] salimos por Villanueva del Fresno y les destrozamos la columna Castejón. Cuando lo tomaron mataron a todos los que cogieron. Los que escaparon nos contaban que los llevaban a la plaza de toros, les colocaban banderillas como a las reses. En el cementerio mataron a dos tíos míos, después de obligarles a cavar su propia tumba, junto con diez mujeres y dieciocho hombres. (citado DISFEITO)

Jorge Morales: El 19 de agosto se celebró un acto cívico-militar con la presencia de obispos y las nuevas autoridades, y al final de la misa, ante todos los asistentes, fue fusilado el ex alcalde republicano de la ciudad junto a otros doce compañeros. Mientras, la banda militar amenizaba el terrible espectáculo. Los cadáveres de los asesinados estuvieron tres días expuestos al sol, con un letrero que decía «estos son los asesinos de Badajoz». Al hijo de un teniente que mataron los republicanos, le preguntaron los moros que quería a cambio de la muerte de su padre, y él pidió que liquidasen a cuatrocientas personas de los pueblos cercanos. En la finca de Los Bonales, fue el fusilamiento; y aunque han pasado setenta años, aún queda alguna señal que otra. (citado DISFEITO)

El diario de la familia Pinna también sirve de recordatorio de aquellas fechas: […] en la plaza de toros, los nacionales metían a todos los dudosos, el que era acreditado por alquién quedaba en libertad. Días después, ya en la cárcel, suponemos que una vez realizada esa depuración sacaban cada día a cien presos y los fusilaban. (citado ESPINOSA: 96-97)

Era tal el estado de ánimo de la población que el coronel Eduardo Cañizares -gobernador militar de la ciudad- no sabía como mejorar esta situación, así se lo comunicó a Franco en un telegrama enviado el 22 de agosto: Muy abatida en el campo y en la plaza. Para levantarla he organizado un desfile, unas manifestaciones y gran propaganda, pero son poco sensibles y el susto no acaba de salírseles del cuerpo. ¿Pero cómo se les iba a pasar el miedo, si en la fecha del telegrama aún se continuaba asesinado a gente de forma indiscriminada?

Historiografía franquista

El primero en cuestionar lo que ocurrió en Badajoz fue el militar -metido a historiador- británico, McNeill-Moss en su obra The legend of Badajoz (Londres, 1937). Si analizamos mínimamente los argumentos de McNeill-Moss para negar la matanza, vemos que estos se basan en una sarta de mentiras sin pies ni cabeza.

Ya hemos referido anteriormente como el propio Mario Neves refutó uno de los argumentos del militar inglés, que negaba la veracidad de sus crónicas porque no coincidían, según él, con las de otros corresponsales. Otra de las supuestas «pruebas» de McNeill-Moss es que el comunicado que publicó la United Press estaba firmado por Reynols Packard, y éste nunca había estado en Badajoz. Lo que no decía McNeill es que los comunicados de prensa de las agencias se atribuían siempre al correspnsal jefe, fuera el o no el autor material de la noticia. La United Press desmintió que Packard fuera el autor de la noticia, pero nunca desmintió la veracidad de la misma. No me extenderé en derribar los argumentos de McNeill-Moss, ya lo hicieron sobradamente Herbert R. Southworth en El mito de la cruzada de Franco, Arthur Koestler en Spanish Testament (Londres, 1937) (Koestler fue detenido por orden Luis Bolín, pasando varios meses en la cárcel); el propio Mario Neves, o Marcel Dany en una carta que remitió a Herbert Southworth: Contriamente a los que dicen los señores MacNeill-Moss o Dahma… Mario Neves sí que estaba en Badajoz con el señor Berthet y commigo durante las primeras horas de la mañana después de la toma de la ciudad […], es decir, mientras las tropas seguían limpiando el barrio alto, mientras se efectuaban registros y arrestos, mientras se fusilaba en la plaza de toros y en las calles y dentro de la catedral todavía estaban los cadáveres de civiles y militares republicanos.  (SOUTHWORTH: 392)

Aunque ningún historiador mínimamente serio, por no decir decente, niega lo ocurrido en Badajoz; el legado de McNeill-Moss tuvo, y tiene, amplia difusión en los historiadores, publicistas y juntaletras neofranquistas. Por ejemplo Juan José Calleja que en su biografía, mejor dicho hagiografía, sobre el general Yagüe, se limita a decir que se reprimía en ambos bandos, y que los «rojos» (sic) tergivesaron lo ocurrido en Badajoz. En similares términos se manifestaron Ramón Salas Larrazábal y Martínez Bande; ambos militares que combatieron en las filas franquistas. De la Cierva y su discípulo más aventajado, Pío Moa, mantienen que se creó la leyenda de Badajoz para tapar los asesinatos de la cárcel Modelo. En 2010 apareció el libro La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda

Los autores son Francisco Pilo Ortiz, Fernando de la Iglesia y Moisés Domínguez, estos «historiadores» tienen la poca vergüenza de decir que Yagüe prohibió la entrada de periodistas para protegerles; ¿de quién? ¿de los muertos que yacían tirados en las calles como perros?; también niegan, porque según ellos los periodistas no lo vieron, la matanza en la plaza de toros; se olvidan de mencionar el testimonio de Berthet, que si lo oyó, porque estaba en la entrada de la plaza de toros, y que vio como sacaban los cadáveres. También mienten cuando dicen que hubo entrevista de Whithaker con Yagüe, ya que esta, según ellos nunca se publicó. Se ve que leen poco, Whitaker la publicó en su artículo Prelude to world war. A witness from Spain, publicada en Foreign Affairs, vol. 21 (1942-1943), pp. 104-106.

La auténtica leyenda de Badajoz no es otra que la puesta en circulación por la propaganda franquista y su pretendida historiografía. (REIG TAPIA: 187)

Conclusiones

Las columnas comandadas por Yagüe fueron dejando un rastro de terror por todas las poblaciones que iban ocupando. Si en Badajoz redoblaron sus sádicos esfuerzos fue por la resistencia que ofreció la ciudad. Ha quedado confirmado, incluso por el propio Yagüe, que los asesinatos que se produjeron se hicieron sin atender a las más mínimas normas de guerra.

El que hubiera que quemar los cadáveres con gasolina para evitar brotes epidémicos es una muestra de la magnitud de la matanza. Nadie que tenga un mínimo de humanidad puede negar, a pesar de los intentos de todos aquellos que «con Franco vivían mejor», de manipular la verdad histórica, que no es otra que en Badajoz se cometió un genocidio.

Bibliografía sucinta

  • ALONSO GARCÍA, Hector (2006): La cuestión de las cifras en la batalla de Badajoz; ponencia presentada en el Congreso La Guerra Civil Española 1936-1939. Madrid.
  • CALVO TRENADO, Raúl (2005): La masacre de Badajoz por el ejercito franquista en 1936, en http://www.profesionalespcm.org/_/MuestrasArtículos2php?id=5855
  • CEBRIÁN VÁZQUEZ, Gonzalo (2014): Los sucesos de Badajoz. 77 años después, en Extremadura. Revista de Historia, nº 1, pp. 228-243
  • DISPEITO, A., GARCÍA RIBERA, A. PÉREZ GALDÓS, F. (2007): Agosto de 1936: la sangre de miles de «rojos» inundó la plaza de toros de Badajoz, en El Otro País (17-8-2007)
  • ESPINOSA, Francisco (2003): La columna de la muerte. Barcelona
  • MARTÍN BASTOS, Javier (2015): Pérdidas de vidas humanas a consecuencia de las prácticas represivas franquistas en la provincia de Badajoz. Tesis doctoral
  • MERINO BASTOS, Javier (2005): Se definen los frentes, en Guerra Civil española. Mes a mes. Madrid.
  • NEVES, Mario (2007). Matanza de Badajoz. Mérida.
  • PECHERO MERCHÁN, José (2012): La guerra civil en Badajoz, http://www.guerracivilbadajoz.com
  • PRESTON, Paul (2011): El holocausto español. Barcelona
  • REIG TAPIA, Alberto (2006): La cruzada de 1936. Mito y memoria. Madrid.
  • SANZ, Ricardo (1977): Los que fuimos a Madrid. Barcelona.
  • SOUTHWORTH, Herbert R. (2011): El mito de la cruzada de Franco. Barcelona
  • VILA IZQUIERDO, Justo (1984). Extremadura: la guerra civil. Badajoz
  • ZUGAZAGOITIA, Julián (1968): Guerra y visicitudes de las españoles, vol. 1. París.

 

Los números de 2014

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LUCES Y SOMBRAS DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA

LUCES Y SOMBRAS DE LA II REPÚBLICA

El día 1 de Abril se cumplieron 75 años del final de la II República. Hoy en día el recuerdo de la II República se ve envuelto en un halo de romanticismo e idealización del primer sistema democrático que se implantó en nuestro país. Pero no todo fueron luces, también hubo sombras, unas sombras tenebrosas que, de alguna manera, propiciaron el advenimiento del régimen más asesino que ha existido en la historia de España.

Cuando se recuerda a la República se suelen cometer, a mi modesto entender, dos errores; el primero hacer una separación entre la II República y la Guerra Civil, sin tener en cuenta que todo es un uno, ya que de 1936 a 1939 aún existía la República; el segundo hablar de la evolución de la República como si hubiera sido un período continuado, sin fisuras ni cambios. Y no fue así, en la II República podemos distinguir 3 períodos bien definidos:

  1. Gobierno Constituyente y Bienio reformador (republicano-socialista) (1931-33)
  2. Bienio Radical-CEDISTA (1934-1936)
  3. Frente Popular – Guerra Civil (1936-39)

El primer periodo puede considerarse como el más fructífero de todo el período republicano, tanto por el número de leyes que se promulgaron como por la importancia de éstas. Sin duda el espíritu que movía a muchos de los próceres que lograron llevar a cabo un cambio de sistema político de manera pacífica, era colocar a España a la altura de las naciones más avanzadas del mundo occidental. Pero no eran, ni mucho menos, unos revolucionarios, sino que eran hombres y mujeres con una importante perspectiva social, muchos intelectuales conscientes de que el sistema político existente estaba muerto y que era necesario un cambio radical para lograr que España fuera un país más moderno y por tanto más justo, democrático, y moderno. Para llevar a efecto sus ideales lo primero que hicieron fue elaborar la Constitución más progresista que existía en aquellos momentos, y superada por muy pocas aun en los tiempos actuales.

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Primer Gobierno provisional de la II República

Pero es necesario resaltar que no todos los republicanos de entonces tenían la misma imagen de lo que significaba la República, dado el variopinto abanico ideológico que existía dentro de las filas del republicanismo; ya que en él cohabitaban personajes de derechas –antiguos colaboradores de la Monarquía, como Alcalá Zamora –primer presidente de la República- o Miguel Maura –ministro de Gobernación-, republicanos de izquierdas con un fuerte sentimiento social, pero lejos de cualquier atisbo revolucionario, como Azaña o Casares Quiroga; a individuos que es difícil encuadrar ideológicamente –quizás porque en realidad no tenían ninguna ideología-, como Lerroux. Por su parte los partidos que apoyaban a la República sin tildarse de tales: PSOE, PCE, POUM, etc., también partían de premisas diferentes. En el PSOE había tres tendencias: centrista (I. Prieto), conservadora (Besteiro) y la más radicalizada que era la representada por Largo Caballero; el PCE –siguiendo las normas dictadas por la Komintern de apoyar a las democracias burguesas haciendo frente común contra el fascismo- estaba por la labor de consolidar la República, mientras que el POUM mantenía una postura de confrontación al defender la instauración de una república a imagen y semejanza de la soviética.

Estas distintas concepciones de cómo tenía que ser el desarrollo de la República fue, en gran parte, la causante de las constantes disensiones que se dieron en las filas del republicanismo español de los años treinta.

Primer bienio

En este período, amén de la elaboración de la Constitución, se promulgaron infinidad de leyes, muchas de ellas con una fuerte carga social. Entre las más importantes están las dirigidas por Azaña: Cambio de la legislación religiosa, restructuración del estamento militar, reforma educativa, reformas sociales –entre ellas la Reforma Agraria-, etc.

Con la primera se intentaba, amén de hacer una verdadera separación Iglesia-Estado, acabar con la constante presencia del elemento religioso en la vida política, económica y social de España; asimismo logró arrebatar a la Iglesia el cuasi monopolio que tenía establecido en la enseñanza, prohibiendo a las órdenes religiosas practicar la enseñanza. La militar tenía como fin modernizar un Ejército –tomando como modelo el francés- que se había quedado anclado en el s. XIX, con un exceso de oficialidad totalmente injustificado.

Pero más importante fue la intensa labor de propagación de la cultura que se realizó, no solo con la creación de miles de nuevas escuelas y la promoción de nuevos profesores, sino también intentado que la cultura llegara a todos los puntos del país a través de las Misiones Pedagógicas – muy ligadas a la Institución Libre de Enseñanza- e iniciativas como la liderada por García Lorca (La Barraca).

También intentó, esta vez con escaso éxito, superar un mal endémico de la sociedad y la economía española, la situación del agro español. Una reforma que en un principio, y sobre el papel, era una verdadera “revolución”, pero que fracasó, en parte porque un buen número de los miembros del Gobierno- entre ellos Azaña- no acababan de verla como algo urgente, y por otro porque el ministro de Agricultura, Marcelino Domingo, ni tenía los conocimientos técnicos, ni la altura política para llevarla a cabo – hasta fue criticado por el propio Azaña- « No harán nada útil y habiendo producido inquietud y perturbación ni Domingo ni sus huestes son capaces de hallar una compensación para la República.» (Diario de Azaña). La lentitud en llevarla a cabo provocó los trágicos sucesos de Casas Viejas (I-1933), Castilblanco (XII-1931) o Arnedo (I-1932) lugares en donde se produjo una terrible represión.[1]

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Campesinos asesinados en Casas Viejas

Desde la misma hora de la proclamación de la República las fuerzas conservadoras comenzaron sus conspiraciones contra la misma. Una de estas llevó al patético intento de golpe de Estado dirigido por Sanjurjo el 10-XII-1932. Este fue un hándicap con el que tendría que luchar la República durante toda su trayectoria.

Segundo Bienio

La desunión que se produce en el seno de la coalición republicano-socialista fue uno de los factores para que en las elecciones de noviembre de 1933 se produjera el triunfo de la derecha representada por el Partido Radical de A. Lerroux y la CEDA.

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Primer gobierno de A. Lerroux

En este período el principal objetivo de los sucesivos gobiernos fue desmantelar todas las reformas realizadas en el bienio anterior, e incluso hubo un intento de cambiar la Constitución, que no prosperó al carecer la coalición de los apoyos necesarios.

Fueron más allá estos gobiernos colocando a militares claramente antirrepublicanos en puestos de responsabilidad, por ejemplo, Franco es nombrado jefe del Estado Mayor Central, además de ser ascendido a general de División-.

En este período es cuando se produce la llamada “Revolución de Octubre” que realmente solo tuvo eco en Asturias y algo en Cataluña. La revolución fue brutalmente reprimida bajo el mando de Franco y del general Yagüe.

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Revolucionarios asturianos detenidos por la Guardia Civil

Frente Popular

En vista del fracaso obtenido en las elecciones de 1933 las fuerzas progresistas volvieron a unirse, y esta vez no solamente los republicanos y el PSOE sino que también se sumaron el PCE, POUM, P. Sindicalista, etc. para conformar el FRENTE POPULAR que triunfó en las elecciones de 1936 y que sería el que estaba en el poder cuando los fascistas dieron el golpe de Estado que desembocó en la guerra civil.

Conclusiones

LUCES

  • Promulgar la Constitución más progresista que ha tenido jamás este país.
  • El intento de hacer de España un país más justo, más democrático, y más moderno.
  • El amplio esfuerzo que realizó para elevar el nivel cultural de los españoles.
  • La gran cantidad de reformas sociales realizadas que mejoraron el nivel de vida de la clase trabajadora.

SOMBRAS

  • La falta de interese comunes en muchas temas de republicanos y socialistas.
  • La actitud timorata ante los anuncios de conspiraciones, sin tomar medidas drásticas.
  • La negativa de Casares Quiroga y Martínez Barrio de armas al pueblo para defenderse de la agresión que se estaba produciendo, perdiéndose unas horas vitales que hubieran evitado, por ejemplo, el triunfo de la sublevación en Sevilla.
  • La actitud de algunos colectivos como la CNT y el POUM que no se dieron cuenta que una vez estallada la guerra lo primero era vencer y luego hacer la revolución, y no a la vez como pretendían anarquistas y poumistas.

En definitiva se podría decir que la actitud de loa gobiernos republicanos de hacer una política de paños calientes fue la verdadera ruina de la República y la causante de su trágico final.

 

[1]Respecto a Casas Viejas la leyenda de “tiros a la barriga” la promovió el que fue encargado de dirigir la represión, el oficial de la Guardia de Asalto Manuel Rojas Feijespan ´que luego dirigió la represión falangista en Granada-, en su declaración en la Causa General.

LAS ELECCIONES MUNICIPALES DEL 12 DE ABRIL DE 1931. TRIUNFO REPUBLICANO

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Celebración en la Puerta del Sol de Madrid

Introducción

Aunque es un tema sobre el que no se ha escrito demasiado – en comparación a otros relacionados con la II República española-; si es uno de los que más controversias ha suscitado en la historiografía sobre el período. Existen dos versiones contrapuestas en relación al resultado de las elecciones: las que defienden que triunfaron los monárquicos, y aquéllos que mantienen que el triunfo fue para los partidarios de la República. Entre éstos últimos me encuentro yo.

Antecedentes

Se podría afirmar que la monarquía dictó su sentencia de muerte el día en que Alfonso XIII apoyó el golpe de Estado que dirigió el general Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, saltándose el orden constitucional. Tras la caída del dictador, Alfonso XIII pretendió – con los gobiernos del general Berenguer y del almirante Aznar- un retorno a la situación anterior al golpe. En este contexto hay que situar la convocatoria a elecciones municipales y no generales.

No fue casual que convocaran elecciones municipales y no generales. Aunque Alfonso XIII y Berenguer pretendía convocar elecciones a Cortes. La negativa a participar en las mismas de los líderes liberales, conde de Romanones y marqués de Alhucemas, provocó, primero la dimisión del general Berenguer y sus sustitución por el almirante Aznar, y el que, finalmente, el rey accediera a que la convocatoria se circunscribiera al ámbito municipal. En términos generales una convocatoria a elecciones municipales suponía una ventaja para la Monarquía, ya que estas condicionaban menos que unas generales, y, por otro lado, eran más fácilmente manipulables. Craso error.

Ante la inminencia de las elecciones, la conjunción republicano-socialista inició una actividad frenética, organizando mítines por toda la geografía española. Asimismo muchos republicanos abogaban por un frente único, así lo pedía el mítico alcalde de Jaca, Pío Díaz Pradas: « […]en estos momentos decisivos […],formar el FRENTE ÚNICO, oponer toda la resistencia posible para conseguir la victoria, no hablar de Partidos, de Sectores de acción moderada, federales, radicales, etc. […] a semejanza de lo que en Jaca hicieron republicanos y socialistas, una unión de espíritus y de fuerzas de todos los sectores antimonárquicos, un solo punto de mira: CAMBIARLAMONARQUÍA POR LA REPÚBLICA COMO ÚNICA SOLUCIÓN PARA ESPAÑA.» (GÓMEZ: 544)

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Manuel Azaña dando un mitin en las Ventas

            La llamada de Pío Díaz fue escuchada en las filas antimonárquicas. En muchas circunscripciones republicanos y socialistas marcharon de la mano hacia la consulta electoral. En Cataluña, Acció Republicana y Acció Catalana se fusionaron para dar lugar al Partit Catalanist Republicá (sector moderado del republicanismo catalán); mientras, Estat Catalá, Partit Republicá de Catalunya y diversas agrupaciones catalanistas formaban Ezquerra Republicana de Catalunya, con Lluís Companys a la cabeza. En el País Vasco los nacionalistas defendían posturas republicanas: « En un mitin celebrado en el Frontón Euskalduna de Bilbao, dijeron que eran republicanos vascos con la enseña de la cruz de Cristo.» (TUÑÓN.2000/1: 223)

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Taxi con la imagen de Fermín Galán

            Aún cuando los monárquicos no estaban tan unidos, en estos momentos, como los republicanos, también intentaron ir de forma conjunta a los comicios. Juan Dávila creó un centro de Reacción Ciudadana, en cuyos mítines participó asiduamente José Mª Gil Robles. En Cataluña, Cambó y su Lliga Regionalista estaban tan convencidos de su victoria –contaba con la abstención de los anarquistas- que fue en solitario. Algo similar ocurrió en Euskadi, donde el PNV se presentó sin formar parte de ninguna coalición.

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Coche con propaganda republicana recorriendo las calles de Bilbao

            A pesar del convencimiento que tenían los monárquicos de que su triunfo sería arrollador; muestra de ello es lo que se leía en El Debate el día 11: «Estamos convencidos de que la jornada de mañana domingo será brillante para los monárquicos. Ha penetrado en lamente de todos, la importancia de estas elecciones. No se trata solamente de elegir nuevas administraciones municipales, sino de ganar una batalla por el orden y la paz social, que en los actuales momentos aparecen vinculados a la Monarquía […]».

No le dolieron prendas al Gobierno intentar amañarlas elecciones para garantizar el triunfo de las candidaturas monárquicas. Uno de los ardides empleados fue anular la Ley de 22 de agosto de 1896 por la que se impedía elegir en poblaciones mayores de 100.000 habitantes a los concejales de los mismos hasta cuatro años después de haber cesado en su cargo, esta suspensión favorecía claramente a los candidatos monárquicos. El motivo de esta suspensión no fue otro que el saber que el voto urbano –único que, incluso antes de 1923, era considerado como el único voto honrado (véase Payne: 47)-, no les sería favorable, ya que no podía ser envenenado con las prácticas caciquiles.

Para las elecciones se aplicó la Ley electoral de 1907. En se establecía –artículo 29- que se proclamarían automáticamente los candidatos que se presentaran en aquella circunscripción donde el número de concejales a elegir fuera el mismo que el de los candidatos que aspiraran a una concejalía[1]. Por este sistema se nombró al 20,25% de los concejales.

Otra treta empleada fue comenzar a difundir el bulo hablaba de supuestas sublevaciones y revueltas comunistas, pintando un sombrío panorama en el caso de que triunfaran los republicanos. Son muy significativas las instrucciones que desde París envió José Quiñones de León a los gobernadores civiles para que estuvieran preparados para reprimir supuestas revoluciones.

Estaba visto que los monárquicos no dudaban en volver a emplear todas las medidas antidemocráticas su alcance, incluyendo la puesta en marcha del entramado caciquil.

Los resultados

Como se observa en la tabla adjunta las cifras que dan los historiadores son muy dispares entre sí, prácticamente ninguno ofrece los datos completos. Recordemos que el número total de concejales a elegir era de 81.099, distribuidos entre 8.943 distritos electorales. Por otro lado, generalmente no dan información de cómo han elaborado sus conclusiones.

Las zonas donde no se procedió a votar, ya que se aplicó el artículo 29 representaba el 20,25% del censo –casi todo rural-. En provincias como Teruel y Cuenca representó más del 40%. A esto habría que sumar el 26,18% de abstenciones, lo que nos da la cifra final de una participación del 53,57% del electorado. Hay que señalar que la participación fue mucho mayor en las capitales de provincia y ciudades importantes que el ámbito rural.

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Enfermo trasladado para poder ejercer su derecho al sufragio.

Cuadro de resultados (concejales electos)

Autor

Monárquicos

Republicanos

Independientes/Otros

Totales

Albert Carreras[2]

30.165

8.950

2.015

41.130

Enrique Martínez[3]

40.324

39.568

1.207

81.099

Juan Pro[4]

19.035

39.501

7.598

66.134

Miguel Martínez Cuadrado[5]

40.324

40.168

608

81.099

Shlomo Ben Ami[6]

29.953

8.370

3.626

41.949

Historia Electoral[7]

40.324

34.469

2.488

77.281

César Vidal[8]

36.168

7.607

43.775

Adolfo Fernández Lafuente[9]

41.224

39.248

13.589

65.872

Stanley G. Payne[10]

34.233

44,8%

4.813

Javier Tusell[11]

40.324

39.568

1.207

81.099

(Concejales capitales de provincias)

Autor

Monárquicos

Republicanos

Independientes/Otros

Total

Albert Carreras

552

1.037

64

1.657

Historia Electoral

552

998

141

1.691

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Mapa de los resultados en capitales de provincia

Cuadro de resultados (porcentajes)

Autor

Monárquicos

Republicanos

Independientes/Otros

Félix Luengo[12]

18,70%

48,97%

32,70%

Fernando Gª de Cortázar[13]

18,70%

48,97%

32,70%

Los datos en los que me he basado son los publicó el Instituto Nacional de Estadística, elaborados a partir de los datos que recibió de las distintas juntas electorales. Estos datos quedan reflejados en el Anuario Nacional de Estadística, de 1931 y 1932. Son, por tanto, datos oficiales, los únicos que, a mi entender, son válidos.

Concejales elegidos en provincias (INE, 1932)

Opción política

Concejales

Republicanos

34.368

Socialistas

4.813

Comunistas

67

Monárquicos

19.035

Indefinidos

6.991

Otros

6.598

Concejales elegidos en capitales de provincia

Opción política

Concejales

Republicanos

772

Socialistas

290

Comunistas

3

Monárquicos

467

Indefinidos

0

Otros

192

Si sumamos los concejales de las candidaturas claramente republicanas (republicanos, socialistas, comunistas) y las monárquicas (incluyendo indefinidos y otros) los resultados son:

Opción política

Capitales

Provincias

Total

Republicanos

1.069

39.248

40.317

Monárquicos

660

32.624

33.284

Análisis de los resultados

            Generalmente una buena parte de los historiadores que han tratado el tema se basan a la hora de realizar su análisis en el número de concejales electos, pero no en el porcentaje de votos recibidos por cada tendencia. Este detalle es de suma importancia, ya que no se puede calificar de la misma manera el voto rural y el voto urbano – y no sólo por la práctica caciquil-. Tomemos el ejemplo de Madrid: la ciudad tenía 950.000 habitantes y elegía a 50 concejales, mientras que el resto de la provincia, con solo 425.000 habitantes, elegían a más de 1.600. Esto mismo podríamos aplicarlo a Barcelona, Valencia, Sevilla, etc. Solamente computando los resultados de las siete mayores ciudades, el 70% del voto fue a parar a opciones republicanas (conjunción republicano-socialista más ERC), mientras los monárquicos apenas pasaban del 14%.

En Madrid el triunfo republicano fue abrumador, imponiéndose incluso en los distritos considerados de derechas, como el de Buenavista (barrio de Salamanca): 30 concejales republicanos por 20 entre monárquicos e independientes/indefinidos; en Barcelona 38-12, Valencia 32-18, Sevilla 32-16, etc. De las cincuenta capitales de provincia solamente en nueve triunfaron las candidaturas monárquicas: Ávila, Burgos, Cádiz, Gerona, Lugo, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria. Lo mismo ocurrió en los núcleos urbanos más importantes, de los que solamente en Jerez de la Frontera, Tuy, Valdepeñas y Vigo, triunfaron las listas monárquicas.

Incluso en lugares que había sido feudo del más rancio caciquismo como Guadalajara (conde de Romanones) y Murcia (Juan de la Cierva) se produjo la victoria republicana.

Aquellos que defienden la ilegitimidad de la proclamación de la República aduciendo que las elecciones de abril de 1931 no eran un plebiscito, sino que eran unas elecciones meramente administrativas, olvidan que, tanto para republicanos – que así lo hacían saber en sus mítines- como para monárquicos si fueron tomadas como un pulso entre los dos sistemas políticos: monarquía o república. Y así lo entendieron la mayoría de los miembros del Gobierno y allegados a la Casa Real tras conocerse los resultados de la votación. Elocuente, en este sentido, es el telegrama que envió el general Berenguer – a la sazón ministro de Gobernación- a los capitanes generales de las distintas regiones militares:

« Las elecciones municipales han tenido lugar en toda España con el resultado que por lo ocurrido en la propia región de V.E. puede suponer. El escrutinio señala hasta ahora la derrota de las candidaturas monárquicas en las principales circunscripciones […] se han perdido las elecciones […]

            Esto determina una situación delicadísima que el Gobierno ha de considerar en cuanto posea los datos necesarios. En momentos de tal trascendencia no se ocultará a V.E. la absoluta necesidad de proceder con la mayor serenidad por parte de todos […]

            Conserve Vuecencia estrecho contacto con todas las provincias de su región, recomendando a todos absoluta confianza en el mando, manteniendo a toda costa la disciplina y prestando la colaboración que se le pida al orden público.

            Ello será garantía de que los destinos de la Patria han de seguir sin trastornos que la dañen interesadamente, el curso lógico que les impóngala suprema voluntad nacional.»

También es elocuente las declaraciones del conde de Romanones en vísperas de la consulta, Romanones aseguró que en las elecciones: «se ventilaba el porvenir de España y su forma de Gobierno.» (citado por FERNÁNDEZ: 53)

El día 13, a su llegada a Palacio para entrevistarse con el monarca, el almirante Aznar fue interrumpido por los periodistas allí congregados. Cuando recabaron su opinión sobre los resultados de las elecciones, la respuesta fue contundente: « ¡Que quieren ustedes que les diga de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano!»

El historiador Miguel A. Muñoz, que realiza un excelente análisis de los resultados de las elecciones del 12 de abril, sostiene que no tienen razón los que ilegitiman la proclamación de la República aduciendo su carácter no plebiscitario; pero tampoco da la razón a aquellos que las utilizan para dar esa legitimidad. No obstante el final de su análisis es contundente: «Tengo para mí que si se hubiera efectuado una consulta plebiscitaria en aquel momento […], el resultado hubiera estado a favor de la proclamación de la República.» (MUÑOZ: 118)

El análisis de los resultados no puede obviar lo ocurrido en el mundo rural- mucho más atrasado y, en gran medida, subyugado al ancestral caciquismo. Tras las reclamaciones efectuadas a la Junta Electoral Central, las elecciones hubieron de repetirse en 2.478 pueblos – los conocidos como burgos podridos-, solamente en uno de ellos había triunfado la candidatura republicana.

El conde de Romanones no se escondió a la hora de dar la cara ante los medios de comunicación: « El resultado de las elecciones no puede ser más lamentable para los monárquicos. Ésta es la realidad y es preciso decirlo, porque ocultarlo sería contraproducente e inútil.» (TUÑÓN. 1966: 226)

Revista de prensa

Es interesante, para poder hacerse un juicio más exacto de lo que realmente significaban las elecciones municipales ver lo que se leía en la prensa en los días posteriores a la celebración de la consulta electoral:

El Heraldo de Madrid (13-IV-1931):

En portada se leía: « En el gran plebiscito de ayer España votó por la República.»

Página 1: « Tiene además, el resultado de estas elecciones otra significación tan clara como sorprendente. Han demostrado que en las regiones tradicionalmente letárgicas, que en regiones dominadas siempre por una fuerza caciquil que se creía invencible, se despierta con vigor insospechado una conciencia de los derechos y virtudes ciudadanas, un anhelo de reivindicación, un ansia de significarse y libertarse [—]»

            « Ayerbe pueblo magnífico. Diez republicanos por el artículo 29.»[14]

            Página 7: en esta página se refieren a la acogida de los resultados electorales en distintos  diarios franceses:

Le Petit Perisien: «Un grave acontecimiento político.»

            Le Matin: «Una gran ola republicana invade España.»

            Le Figaró: « Los primeros resultados que se conocen de   en España anuncian el éxito de los republicanos.»

            L`Homme Libre: «El escrutinio de ayer es un verdadero plebiscito del pueblo español.»

El Siglo Futuro. Diario católico (13-IV-1931):

Portada: « Una derrota y una lección.»

Página 1: « ¿Para qué cubileteos con las cifras? ¿Para qué descender a buscar explicaciones a la derrota de los candidatos de la coalición monárquica en divisiones, defecciones, cobardías desorganizadas y otras causas? El hecho flagrante ahí está. El hecho es que la masa socialista y los elementos burgueses simpatizantes con el izquierdismo coaligado han dado el triunfo a los candidatos republicanos. […] Con tristeza, pero sin sorpresa escribimos estas cuartillas.»

La Voz (13-IV-1931)

            Portada: «Las izquierdas han logrado una victoria aplastante en Madrid, Barcelona y casi todas las capitales de provincia.»

Página 6, en ella se publicaba una entrevista con el conde de Romanones:

–          No se puede negar la evidencia, señores. Es, sin  duda, muy lamentable el resultado del día de hoy y sería inútil que buscásemos paliativos que estarían evidentemente fuera de toda lógica.

–          ¿Tendrán consecuencias políticas las elecciones de hoy?

–          ¡Cualquiera sabe! Precisamente, ante los hechos que eran  los resultados obtenidos se hace más indispensable en el Gobierno no perder la serenidad. Yo no pienso perderla y cada uno de los que forman el Gobierno la tendrán para apreciar las circunstancias frente a las cuales nos encontramos.

En esta misma página aparece una entrevista con Melquiades Álvarez.

–          El triunfo republicano es definitivo. Por ahí dicen, don Melquiades, que hoy habrá crisis y que mañana serán ustedes, los constituyentes llamados a Palacio. ¿Qué le parece?

–          Pues lo siguiente: Que ha sido una gran torpeza acudir a las municipales con el propósito de imposibilitar la forma constituyente […] El país es republicano y quiere que la República se instaure en España. Rebelarse contra estos designios sería desacatar la sagrada voluntad,  del pueblo único, soberano y fuente de todo poder […] Cúmplase su voluntad.

 El Debate (13-IV-1931)

            « Sería pueril negarle gravedad a la jornada de ayer. La tiene y muy grande. Cierto que no hay en España una mayoría de concejales republicanos, pero cierto es también que la hay en casi todas las  grandes capitales […] Y esto quiere decir que un sector enorme de la opinión española se pronunció ayer en contra de la Monarquía.» 

ABC (14-IV-1931)

            Página 23: «La coalición antimonárquica ha logrado en los comicios municipales mucho más de lo que esperaba.»

« La jornada electoral del domingo acentúa la crisis en que nos hallamos desde la caída de la Dictadura. Sólo el Parlamento puede darle solución legítima.»

            A la vista de lo publicado en los periódicos del momento, parece claro que todos, en mayor o menor medida, reconocían el triunfo de las candidaturas republicanas. Asimismo se desprende que los comicios no solamente habían supuesto una consulta administrativa, sino que se habían transformado en un verdadero plebiscito.

Consecuencias

Son sobradamente conocidas la consecuencia final de las elecciones: el fin de la monarquía y la proclamación de la República.

La monarquía antes de entregar el poder realizó un último intento para evitar lo que ya era irremediable. El Gobierno contactó con el Comité Revolucionario proponiendo que se pospusiera la celebración de la victoria al 10 de mayo, fecha para la que se preveía realizar unas elecciones constituyentes – en lugar de las provinciales previstas-. Tras estas elecciones se establecería el régimen por el que se dirigiría la nación.

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Comité Revolucionario

            Pero ya no había vuelta atrás. Hasta las instituciones que habían sido soporte de la Monarquía, entre ellas la Guardia Civil, le daban la espalda. Así lo reconocía Romanones: « después de cenar, Romanones preguntó a Sanjurjo: “Hasta hoy ha respondido usted de la Guardia Civil, ¿podrá hacer lo mismo cuando mañana se conozca la voluntad de país? Según Romanones, Sanjurjo se limitó a bajar la cabeza. Según Gabriel Maura, el general respondió: “Hasta ayer sábado, por la tarde, respondía de ella, completando la frase con un significativo encogimiento de hombros.”» (TUÑÓN. 1966: 226)

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Conde de Romanones                             General Sanjurjo

            El día 13 ya se conocen gran parte de los resultados. Miles de ciudadanos salen a la calle, todos gritan ¡Viva la República y muera la Monarquía! A última hora del día se produce un incidente en las cercanías del Palacio de Telecomunicaciones, cuando la Guardia Civil carga sobre un grupo de manifestantes –entre ellos estaba García Lorca- produciéndose varios heridos.

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Carga policial en la Puerta del Sol de Madrid

            El día 14 a las siete de la mañana, Eibar es la primera ciudad en la que se proclama la República, izando la enseña republicana en el balcón del Consistorio. A Eibar le siguieron Valencia, Sevilla, Oviedo y Zaragoza.

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Proclamación de la República en Eibar

            Mientras en Madrid una muchedumbre ocupaba la Puerta del Sol celebrando el triunfo republicano. El rey pidió que se disolviera a la gente allí congregada. El capitán al mando de la guardia que había en Gobernación, al recibir la orden contestó: « Dígale usted a Su Majestad que por obedecer sus órdenes yo estaría dispuesto a salir yo sólo a la Puerta del Sol, para que las turbas me despedazasen. Pero no puedo ordenar a la fuerza que salga, porque no me obedecerían los soldados.» (MAURA: 163)

Ante el discurrir de los acontecimientos Miguel Maura a las seis de la tarde se dirige a Gobernación acompañado de Largo Caballero. Una vez allí tomó la dirección en nombre de la República, conminando al ministro, Mariano Marfil a abandonar el edificio. En menos de tres horas se realizó el cambio de autoridades en todas las provincias, sin que se registrara el menor incidente.

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Proclamación de la República en la Ptª del Sol de Madrid

            La profecía de José Ortega y Gasset se había cumplido: « Delenda est Monarquía»

Conclusiones

La persistencia en algunos historiadores, pseudohistoriadores, y publicistas, de que la proclamación de la república fue ilegítima, basándose en que las elecciones del 12 de abril de 1931 no eran un plebiscito sino una mera consulta administrativa, no parece sostenerse.

Creo haber demostrado como, tanto monárquicos como republicanos, se tomaron la convocatoria a las elecciones como un verdadero desafío del que saldría la forma política sobre la que, a partir de esos momentos, se desarrollaría el devenir de España. También la reacción de la prensa y de los políticos consultados tras conocerse el resultado de los comicios así lo confirman.

Por si hubiera alguna duda sobre el triunfo republicano es conveniente señalar la repetición de las elecciones que se realizaron el 31 de mayo de 1931 en 2478 poblaciones en las que se habían repetido las elecciones debido a las reclamaciones interpuestas en la Junta Central. El resultado no deja lugar a dudas; prácticamente en todas hubo triunfo republicano.

En Sevilla se repitieron en 72 municipios (71.3% del total) de los 889 concejales elegidos ninguno fue monárquico. En Ávila capital: 7 republicanos, 5 socialistas, y 2 monárquicos, con triunfo republicano en Arenas de San Pedro, Piedrahita, Barco de Ávila, Hoyo de Pinares. En Cádiz: 20 republicanos, 11 socialistas, 2 gremialistas, 3 liberales y 4 monárquicos; en otros ocho pueblos donde se repitió la elección hubo triunfo republicano. Lugo: 12 socialistas, 10 alianza monárquica, 1 ORGA, y derecha liberal, republicana; en todos los demás pueblos donde se repitieron hubo triunfo republicano. Toledo, se repitieron comicios en 102 pueblos, los resultados globales de los 40 de los que tengo datos dan el siguiente resultado: PRRS, 86; PR, 69; DLR, 100; PSOE, 106; centristas, 7; monárquicos, 11, AR, 3. Burgos, en la capital volvieron a triunfar los monárquicos, en 87 pueblos se repitieron las elecciones, triunfando las candidaturas republicanas en Briviesca, Melgas, Quintanar de la Sierra y Villacarjo. Navarra, se repitieron los comicios en 29 localidades, con un considerable avance de las candidaturas republicanas. Huelva, se repiten en 39 pueblos, en los 24 de los que conozco los resultados salieron 144 concejales del PRR, 52 de DLR; 82 del PSOE; 2 federales; 7 independientes, o del PRRS, y 3 monárquicos. Guipúzcoa, resultados de algunas poblaciones: Alegría de Oria, 6 católicos fueristas, 3 republicanos; Beasaín, 11 republicanos, 2 monárquicos; Berastegui, 11 republicanos, 1 fuerista; Vergara, 5 del PNV; Deva, 8 del ONV, 1 del PSOE, 1 republicano. Oviedo, se repiten en 38 localidades: DLR, 26 concejales; Republicanos liberales demócratas, 56; PSOE, 38; republicanos, 40; PRRS, 39, monárquicos, 8, otros republicanos, 103; independientes, 11; federales, 2. Santander, el global de los pueblos en que se repitieron las elecciones arroja el siguiente saldo: PSOE, 40; monárquicos, 8; independientes, 53; republicanos, 227. Palma de Mallorca: 22 republicanos, 8 PSOE, 2 regionalistas. Granada, se repiten en 140 pueblos, en todos ellos vence la coalición republicano-socialista. Málaga, de los pueblos de los que se conocen los resultados dan 173 concejales republicanos y 78 socialistas. Castellón, se repite en 63 pueblos, se conocen los datos de 45 con el resultado de 434 republicanos y 34 monárquicos. La Coruña, se repitieron en todas las poblaciones excepto en La Coruña, El Ferrol y Santiago de Compostela; el triunfo republicano fue arrollador. Vigo, se celebran elecciones parciales para cubrir 18 puestos: PSOE, 7; PRG, 7; Agrarios, 4. León, se repiten en 14 pueblos, en todos ellos vence la conjunción republicano-socialista. Cataluña, se celebran en 47 municipios, en la mayoría vencen las candidaturas que defienden la República. En la importante localidad de Badalona los resultados fueron: AR, 10; ERC/PSOE, 9; Lliga Regionalista, 13.

A mayor abundamiento en las elecciones generales celebradas el 28 de junio de 1931 nuevamente se produjo un abrumador triunfo de las candidaturas que apostaban por la República.

Parece meridianamente claro que las elecciones del 12 de abril de 1931, si eran consideradas plebiscitarias por sus protagonistas. Seguir manteniendo lo contrario es ser “más papista que el Papa”. Seamos pues consecuentes con la realidad histórica de aquellos momentos; y esta no era otra que el pueblo español, en su inmensa mayoría, no deseaba seguir siendo gobernado desde un régimen monárquico, apostando claramente por la constitución de un régimen republicano.

La Segunda República española se instauró por voluntad popular, todo lo contrario que el régimen de terror que durante cuarenta años tuvo al pueblo español bajo una bota militar.

El que aún haya publicistas, como Pío Moa, que defiendan la legitimidad del golpe de Estado perpetrado por los militares el 18 de julio de 1936,aduciendo que se alzaron contra un régimen ilícitamente constituido, no demuestra sino la tergiversación que, desgraciadamente, aún utilizan algunos para seguir mostrando una realidad de la historia reciente de España que es radicalmente falsa.

Bibliografía

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  • VIDAL, César (2005): Paracuellos-Katyn, Madrid

 

Páginas de Internet


[1] En la única capital que se eligieron por el artículo 29 fue en Melilla, con el siguiente resultado: 3 republicanos, 1 socialista, 1 indefinido.

[2] Estadísticas Históricas de España, siglos XIX-XX, Madrid, 2005

[3] Atlas Histórico de España,vol.2, Madrid, 1999

[4] Atlas Histórico de Historia de España, Madrid, 1999

[5] La burguesía conservadora (1874-1931), Hª de España Alfaguara, vol. VI, Madrid, 1976

[6] Los orígenes de la Segunda República Española 1931-1936, Barcelona, 1995

[8] Paracuellos-Katyn…,Madrid, 2005

[9] Las elecciones del 12 de abril, en Historia 16, nº 60, pp. 49-55

[10] La primera democracia española: la Segunda República española 1931-1936,Barcelona, 1995

[11] Historia de España en el siglo XX, vol. 1, Madrid, 2007

[12] La Segunda república y la Guerra Civil,  Madrid, 2013

[13] Atlas Histórico de España, Barcelona, 2005

[14] Ayerbe se significó en la sublevación de Jaca.

La sublevación de Jaca y Cuatro Vientos

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Alegoría en memoria de los capitanes Galán y García Hernández

ANTECEDENTES

La situación política-social provocada por la dictadura de Primo de Rivera, era insostenible. Determinados elementos contrarios al sistema implantado por el dictador ya habían intentado su cambio mediante un medio muy utilizado en períodos anteriores: el pronunciamiento militar.

Un primer intento se produce con el levantamiento del 24 de junio de 1926, más conocido por la Sanjuanada. Dirigido por varios generales – Varela, Weyler, Riquelme, etc.- fue un total fracaso al ser descubierto el complot y detenidos sus organizadores. En ésta asonada ya participó uno de los protagonistas de la sublevación de Jaca, el capitán Fermín Galán.

Politicos implicados en la Sanjuanada

Políticos implicados en la Sanjuanada

            Otro intento se produjo el 29 de enero de 1929, esta vez dirigido por José Sánchez Guerra, antiguo ministro de Alfonso XIII, que contaba con el apoyo de civiles como Azaña, Lerroux, Blasco Ibáñez o Eduardo Ortega y Gasset. Iniciado en Valencia, el golpe fue otro rotundo fracaso, acabando con el encarcelamiento de Sánchez Guerra –que fue absuelto en el juicio celebrado en noviembre del mismo año-. Este golpe no pretendía la instauración de la República, sino retornar al sistema liberal vigente anterior al golpe de Primo de Rivera.

Jose Sanchez GUerra

José Sánchez Guerra

            Es a partir de la caída de Primo de Rivera cuando los elementos republicanos, hasta entonces limitados a realizar política de café, comienzan a crecer y a pensar que la única manera de instaurar la República era mediante un golpe militar. Esta idea comienza a tomar cuerpo en la reunión que varios elementos opuestos al régimen mantienen en el conocido como Pacto de San Sebastián de agosto de 1930.

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Participantes en el Pacto de San Sebastián

            Se crea un Comité Ejecutivo Revolucionario integrado por Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura, Indalecio Prieto, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Fernando de los Ríos.

Desde el verano de 1930 se venía produciendo un deterioro cada vez mayor de la situación, agravada por los problemas económicos que comienzan a presentarse con una mayor crudeza, terminado el periodo de auge económico que había provocado la neutralidad de España en la I Guerra Mundial. Se produce una primera crisis ministerial con la dimisión del ministro de Hacienda Manuel Argüelles, al verse incapaz de frenar la caída de la peseta.

La situación en el otoño de 1930 era de efervescencia revolucionaria. El domingo 29 de noviembre se celebró un mitin multitudinario de afirmación republicana en la plaza de toros de las Ventas de Madrid. Ante miles de asistentes hicieron uso de la palabra varios representantes del republicanismo: Gerardo Abad, Marco Miranda, Martínez Barrio, Manuel Cárceles, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux.

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Azaña dirigiéndose a los asistentes en el mitin de las Ventas

            Todos los oradores pidieron el fin del sistema y la implantación de la República. Marcelino Domingo habló de la necesidad de cambiar el régimen para modernizar el país: « Nada de entusiasmos y depresiones histéricas. No sólo tenemos el deber de derruir, sino de edificar un nuevo régimen, sostenerlo, consolidarlo, defenderlo y fecundarlo para convertir esta sociedad del siglo XVII en una sociedad del siglo XX.». Lerroux habló de la necesidad de instaurar la República como medio de alcanzar nuevas metas: « Hay que implantar la República para España, no para los hombres: para la justicia, para restablecer la satisfacción interior, para rendir tributo a la ciencia y al trabajo.». Manuel Azaña calificó el régimen de tiránico: «Seamos hombres, decididos a conquistar el rango de ciudadanos o a perecer en el intento. Y un día os alzareis a este grito que resume mi pensamiento ¡Abajo los tiranos!». El más duro en su intervención fue Alcalá Zamora, que en una parte de su discurso se dirigió directamente a los militares: « La república quiere aún implantarse en paz. Resuelta, si no lo consigue, a implantarse en guerra. Pero hay una necesidad de que cada uno, para cumplir su deber para llenarse de razón, escuche cuál es el puesto que le corresponde: A nosotros, no intentar la algarada infantil, sino el esfuerzo arrollador y decisivo. Y a ellos, cuando España en pie pronuncie su voluntad en marcha, seguirle como escolta, precederla como vanguardia, abrirse en filas como en una procesión cívica; inclinar la bandera en señal de respeto, como en una parada. O a nuestro lado, o apartándose: enfrente, nadie, porque nadie tiene derecho a cerrar el paso a la voluntad decidida de España.»

Los periódicos del día siguiente resaltaron el comportamiento cívico tanto de los oradores como de los asistentes, como reconoció el propio conde de Romanones a preguntas de los periodistas: « Me pareció muy bien. Resalta la nota de orden y disciplina y el sentido gubernamental de algunos oradores.»[1]

En octubre se producen huelgas en Bilbao, Murcia, Logroño, Málaga, y Sevilla. El día 10 de ese mismo mes son detenidos varios civiles, y militares pertenecientes a la AMR, entre ellos Ramón Franco.

R. Franco

ABC, 11-X-1930

 El día 14 de octubre la policía causa dos muertos en el entierro de cuatro obreros muertos por el derrumbe de un edificio en Madrid. Estas muertes provocaron que se declarara la huelga general en Madrid, Barcelona y otras capitales. Ese mismo mes el Comité Revolucionario se transforma en Gobierno Provisional de la República.

La situación era insostenible. Ya eran numerosos los civiles y militares que veían como única salida a la situación una insurrección armada.

PREPARATIVOS DE LA SUBLEVACIÓN

Amén del Comité Revolucionario Central, se habían conformado comités revolucionarios en diversas provincias y localidades del país. El de Jaca lo integraban los capitanes Fermín Galán, Salvador Sediles, Ángel García Hernández y Miguel Gallo; los tenientes Guillermo Marín y Eustaquio Mendoza; y los civiles Antonio Beltrán “El Esquinazu”. Alfonso Rodríguez “El Relojero” y Julián Borderas – estos dos últimos miembros de la Agrupación Socialista de Jaca.

Relojero, Esquinazu, Mariano Laclaustra

El Relojero, El Esquinazu, junto al anarquista Mariano Laclaustra

  Galán cuenta con el apoyo en Zaragoza del catedrático Sánchez Ventura, y en Huesca del profesor de la Normal de Maestros, Ramón Acín. Estos dos personajes de ideas anarquistas serían los encargados de preparar la sublevación en sus respectivas ciudades.

El día 7 de diciembre de 1930 los conspiradores se reúnen en la cafetería Ambos Mundos de Zaragoza para ultimar los planes del alzamiento. Ese mismo día llegan a Jaca un grupo de ateneístas de Madrid, entre los que se encuentran José Rico Godoy, Ramón Martínez Pinillos y Fernando Cárdenas.

Cafeteria Ambos Mundos 7-12-30

Salones de la cafetería Ambos Mundos

 En la noche del día 8 se produce otra reunión en Jaca en la que se decide que el alzamiento se producirá el día 12 a las cinco de la madrugada. En la reunión Galán manifestó su deseo de no retrasar más el alzamiento: « En caso de que tuvieran que darnos alguna orden, que la den por medio de algún emisario. Que no hacemos caso de ningún aviso postal, ni telegráfico, ni telefónico.»[2]. Esta frase de Galán reviste gran importancia tal y como se desarrollaron los acontecimientos. Tras la reunión, Galán envió un telegrama a Rafael Rodríguez Delgado que inmediatamente le transmitió a Azaña el contenido del mismo, éste le respondió que era conocedor de los planes de Galán por habérselos comunicado Graco Marsá; y que el Comité había decidido enviar a Jaca a Casares Quiroga para detener la sublevación.

No se sabe si Rodríguez Delgado conocía la nueva fecha, según Graco Marsá. Según éste: «El Gobierno Republicano había fijado una fecha que no conocíamos pero que sabíamos era posterior al día catorce.»[3]

A pesar de eso el día 11 se recibe en Jaca el telegrama diciendo «Los libros están en camino» que era la contraseña para indicar que todo estaba preparado para la sublevación.

Para preparar la sublevación Galán se reunía todos los días, en el hotel La Paz de Jaca, con el capitán Sediles, los tenientes Mendoza y López Mejías, el capitán de la reserva Pialla y el alférez Ramón Manzanares. El plan inicial era tomar Huesca, en donde se les uniría el regimiento de Artillería, posteriormente se amagaría con ir hacia Zaragoza, cuando en realidad marcharían a Lérida y desde allí continuar hasta Barcelona, donde esperaba contar con la colaboración de la CNT.

Parece claro que la relación de Galán con el Comité Revolucionario no era todo lo conexa como sería de desear, o al menos con alguno de sus integrantes. Así lo ve Carlos Sampelayo: « Las relaciones de aquel “gobierno fantasma” – que más tarde habría de ser real- con Fermín Galán habían sido siempre tensas, sobre todo con don Niceto. En cambio Lerroux le daba siempre la razón […]» (SAMPELAYO: 22)[4]

Según Gabriel Coca Medina, redactor de El Socialista, en la redacción del periódico no todos estaban de acuerdo que hubiera que hacer una revolución, sobre todo entre los militares más veteranos. Incluso Besteiro en una conversación con él –partidario de la sublevación- le enfrió el ánimo revolucionario.[5]

No parece haber duda que la idea de Galán sobre cómo debería realizarse el alzamiento y el sistema político a instaurar posteriormente diferían de los planes del Comité Revolucionario. Todo índice que los miembros del Comité estaban lejos de desear que se realizara una verdadera revolución en España. Su ideal era la proclamación de una república burguesa.

Lo que es cierto es que los preparativos no se hicieron con la debida discreción. El Gobierno estaba al tanto de los movimientos de los sediciosos. Así se lo hizo saber el general Mola –entonces director de la DGS- en una carta enviada a Fermín Galán:

«Madrid, 27 de noviembre de 1930
Señor don Fermín Galán – JACA
Mi distinguido capitán y amigo:
Sin otros títulos para dirigirme a usted que el de compañero y el de la amistad que me ofreció en agradecimiento por mi intervención en el violento incidente de Cudia Mahafora[6], le escribo. Sabe el Gobierno y sé yo sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse con tropas de esa guarnición: el asunto es grave y puede acarrearle daños irreparables. El actual Gobierno no ha asaltado el poder, y a ninguno de sus miembros puede echársele en cara haber tomado parte en movimientos de
rebelión: tienen, pues, las manos libres para dejar que se aplique el Código de Justicia Militar inflexiblemente, sin remordimiento de haber sido ellos tratados con menor rigor. Eso, por un lado; por otro, recuerde que nosotros no nos debemos ni a una ni a otra forma de gobierno, sino a la Patria, y que los hombres y armas que la Nación nos ha confiado no debemos emplearlos más que en su defensa. Le ruego medite sobre lo que le digo, y, al resolver, no se deje guiar por un apasionamiento pasajero, sino por lo que le dicte su conciencia. Si hace algún viaje a Madrid, le agradecería tuviera la bondad de verme. No es el precio a la defensa que de usted hice ante el general Serrano, ni menos una orden; es simplemente el deseo de su buen amigo que le aprecia de veras y le abraza

Emilio Mola»

LAS CONTROVERSIAS SOBRE LA FECHA

Como hemos visto anteriormente ya habían existido varios aplazamientos. El Comité había fijado finalmente la fecha del 15 de diciembre para que se produjera el estallido revolucionario.

El día 14 se procedió al arresto de varios de sus miembros: M. Maura, Alcalá Zamora, Álvaro de Albornoz, L. Caballero, Fernando de los Ríos y Casares Quiroga; logrando escapar de la policía I. Prieto, M. Azaña, Marcelino Domingo y A. Lerroux. Maura citó la conversación que mantuvo con los agentes que fueron a detenerlo:

« […] les pregunté quiénes más iban a ser detenidos. Me dijeron que Alcalá Zamora, Azaña, Domingo, Casares, Albornoz y Prieto. Pregunté si no estaba en la lista don Alejandro, y el inspector sin la menor vacilación exclamó:

¡Oh no, a don Alejandro no le molestarán!

Don Alejandro tenía bula, sin duda alguna.

Sobre la fijación de la fecha para la sublevación hay testimonios muy dispares. En principio, según el Comité, la fecha fijada finalmente era el 15 de diciembre. Pero la discrepancia que existe entre los testimonios de algunos de los implicados al menos demuestra que la descoordinación era total.

Feliciano Benito (anarquista). « Se nos dijo que el movimiento sería el 29 de noviembre; días después que el 5 de diciembre […]» (La Tierra, 30-VII-1931, Cómo traicionaron los socialistas el movimiento de Diciembre)

Bernardo Pou (secretario de la CRT y miembro del Comité Revolucionario en Cataluña): « Ya se había aplazado varias veces el movimiento cuando se señaló la fecha definitiva, la del 10 de diciembre. Todos preparamos activamente […], pero hubo contraorden.»[7]

XVI Congreso de la UGT« […] la ejecutivas se reunieron el doce y se dio cuenta de la fecha en que debía comenzar el movimiento (15 de diciembre) y de cuantos detalles tenían con él relación […]» (Memorias y Actas del XVI Cº de la UGT, Madrid, 1932)

Salvador Sediles mantiene como fecha dada por el Comité la del 12 de diciembre: «Está explicado cómo a pesar de nuestro deseo y necesidad de salir cuanto antes, no lo hicimos hasta recibir órdenes del Comité» (SEDILES: 87)

Niceto Alcalá Zamora: « Cuando todo pareció propicio, se fijó la fecha el 15 de diciembre […] La fecha del alzamiento fue discutida y prevista varias veces, pero sin llegar a fijarla definitivamente, más que una sola, por la precaución fundadísima de evitar, como conseguimos, el desconcierto inherente a las órdenes y contraórdenes.» (Alcalá Zamora, De la prisión al poder, cap. II, El Sol, 10-V-1931) No parece haber duda que Alcalá Zamora no dice toda la verdad en esta declaración.

Lo que plantea una interrogante es que si el día 11 llega a Jaca el telegrama con el visto bueno, ¿cómo es posible que Rodríguez Delgado y Graco Marsá mantuvieran que ellos desconocían la fecha fijada?

Según algunas fuentes el Comité pospuso la fecha del 12 al 15 a petición de las guarniciones de Tarragona y Valencia.

CASARES QUIROGA

CAsares

Casares Quiroga

La actuación del que luego sería presidente del Gobierno de la República en los hechos de Jaca, no deja de ser, cuanto menos, discutible. Duramente atacado por los historiadores anarquistas, que le tachan de traidor, su comportamiento parece más producto de su natural indolencia y falta de reflejos a la hora de tomar decisiones, que de una intencionada maniobra para hacer fracasar el movimiento de Jaca.

El día 11 Casares se trasladó a Jaca cumpliendo las órdenes del Comité Revolucionario.  Su misión era contactar con el capitán Fermín Galán para convencerle de que pospusiera la sublevación hasta el día 15. Se trasladó en un vehículo acompañado por Graco Marsá y el doctor Pastoriza, en otro vehículo viajaban algunos ateneístas, entre ellos Rodríguez Delgado.

«Según confirmó Rodríguez Delgado al historiador Manuel Tuñón de Lara, del grupo de ateneístas tan sólo él conocía los propósitos del Comité Revolucionario Nacional de atrasar la fecha. Efectivamente el profesor Jesús Prado Arrarte ignoraba este propósito, iban convencidos de que al día siguiente se sumarían al grupo de militares rebeldes, como así ocurrió.» (AZPIROZ 1984: 37)

Uno de los protagonistas del viaje. Prado, declaró a J.M. Azpiroz y F. Elboi « El día diez por la tarde un representante del Comité Revolucionario Nacional nos reunió para ordenarnos que nos trasladáramos a Jaca al día siguiente. Así lo hicimos, íbamos convencidos de que la sublevación se produciría en la madrugada del doce. El coche en el que yo viajaba llegó exactamente cuando en el reloj de una de las iglesias de la ciudad daban las cinco. En ese preciso instante los comprometidos jacetanos se dirigían a sublevar los cuarteles.» (AZPIROZ 1984: 44)[8]

Casares paró durante el trayecto de Madrid a Jaca para cenar. Finalmente llegó a la población oscense a la una de la madrugada, trasladándose al hotel La Paz, ya que no habían logrado habitación en el hotel Mur. A pesar de la insistencia de Graco en localizar A Galán para comunicarle el aplazamiento, Casares se negó aduciendo que estaba cansado y que se iba a dormir.

A este respecto Salvador Sediles dio una versión:

« Salió de Madrid el susodicho ciudadano en compañía de dos revolucionario: los señores Graco Marsá, periodista y Manuel Pastoriza, médico. Traían orden de que no se empezase hasta el lunes y, naturalmente, tenían la obligación de comunicárnoslo […] Casares Quiroga sabía perfectamente que Galán estaba hospedado en el hotel Mur. Y si no lo sabía él lo sabía Graco Marsá […] Es decir lo saben todos, y suponen, tienen que suponer, que nosotros estábamos en vela aquella anoche esperando el último plazo, el acontecimiento decisivo.

Al llegar a la ciudad hay que buscarnos donde sea, despertarnos si estamos dormidos, hay que darnos la orden. Buscarnos es fácil, estamos allí, donde siempre; estamos despiertos levantados en el cuarto de Fermín.

Pero los emisarios, Casares Quiroga, Graco Marsá y Pastoriza, al llegar a Jaca con tiempo suficiente para cortar la rebelión que había que empezar seis horas después, no se encaminaron al hotel Mur `…] se dirigieron al hotel La Paz, en el extremo opuesto de la ciudad. A alojan allí con nombre supuesto y se meten en la cama […] y el señor Casares Quiroga se guarda la orden en el fondo de su conciencia.» (SEDILES: 85-86)

Por su parte Graco Marsá mantuvo que se fueron a dormir porque creían que tenían todo el día para localizar a Galán, ya que, según él, se había recibido un segundo telegrama que decía «retrasad envío sábado». De este supuesto segundo telegrama no hay rastro. Y además Graco cae en una contradicción. ¿Por qué insistía, según su propio testimonio, en localizar a Galán, si tenían todo el día para hacerlo?

Si nos atenemos al testimonio de Salvador Sediles, no hay duda de que la actuación de Casares Quiroga fue de una total irresponsabilidad, y todo indica que su testimonio es más fiable que el de Graco Marsá. Lo que es cierto de todo punto es que en su obra Graco Marsá éste cae en numerosas contradicciones.[9]

Casares Quiroga conoció que se había producido la sublevación por boca de Graco Marsá, que había salido del hotel para entrevistarse con Fermín Galán. Según Graco Marsá la reacción de Casares al conocer la noticia fue la de eludir toda responsabilidad: « Yo, desde luego, no puedo hacerme responsable de la sublevación […], la fecha estaba dada para la madrugada del lunes, y yo sólo puedo avalar los actos que se realicen según el plan hecho por el Comité. Esta gente ha hundido a la República por unos años; yo me marcho, o me entrego.» (MARSÁ: 58)

A través del testimonio de Rafael Rodríguez Delgado conocemos algo más sobre la actitud de Casares: « Casares Quiroga decía que se alzarían a las cinco de la madrugada del día 12, puesto que así lo había comunicado Galán a Azaña; por el intermedio de Rafael Rodríguez Delgado […] Azaña confiaba en que Casares Quiroga llegaría a tiempo para prevenir a Galán, quién desde luego parecía dispuesto a aplazar la fecha del alzamiento si se trataba de unos pocos días. El hecho de que el coche en que Rodríguez Delgado que se dirigía desde Madrid a Jaca sufriera una avería y no llegara a su destino hasta las ocho de la mañana del día 12, cambió tal vez el curso de los acontecimientos […] Si hubiera hablado con Galán la noche antes habría sido aplazado.» (TUÑÓN, 1973, pp. 204-205)

De lo que no hay duda es que Casares mintió al Comité cuando le dio su versión de los hechos al afirmar que cuando llegó a Jaca la sublevación ya había comenzado. Así mismo su versión de lo que pretendía Galán: instaurar un gobierno de corte anarquista en Zaragoza hasta su proclamación en Madrid, carece de todo sentido.

Azpiroz y Elboj plantean algunas incógnitas y conclusiones que bien merecen una profunda reflexión y un intento de continuar la investigación para darles una respuesta convincente.

« 1. Que fuera Graco y no Casares Quiroga quién primero se entrevistara con Galán.

2. Que Casares hable de incumplimiento de una fecha que, si alguien tenía que haberla comunicado era él.

3. Que fue precisamente Casares quién no cumplió con los planes del Comité.

4. La gran acusación contra los rebeldes de haber hundido a la República por unos años.

Habría que plantearse otras incógnitas como ¿por qué se fue a dormir Casares sin contactar con Galán? ¿No estaría interesado en que fracasara el alzamiento?

Viendo la actitud que tomó Casares Quiroga el día 18 de julio, en su calidad de presidente del Gobierno de la República, negándose a armar al pueblo para hacer frente a la sublevación militar, nos da una prueba de que el político gallego lo que más temía es que las fuerzas populares tomaran el poder e iniciaran una verdadera revolución. Hay pues más que indicios para pensar que Casares Quiroga no hizo todo lo que estaba en su mano para parar el levantamiento de Jaca. ¿Por omisión o plenamente consciente?

LA SUBLEVACIÓN

sublevacion1

Sublevados junto a civiles

            A las cinco de la madrugada Galán, Gallo y García Hernández sublevan al Regimiento nº 19 del Cuartel de la Victoria; poco después Salinas, Mendoza y Marín se dirigen a la Ciudadela a sublevar a la Batería de Artillería allí ubicada y detener al teniente coronel Alfonso Beorlegui[10], que estaba al mando de la Batería. Hacia las seis de la mañana se había completado el levantamiento, tras la detención del comandante militar de la plaza, el general Fernando Orruela.

Inicios sublevacion Jaca

Primeros momentos de la sublevación

            Hacia las 7,15 de la mañana se produjo un enfrentamiento entre el sargento de la Guardia Civil Demetrio Gallego López y el sargento del Regimiento de Galicia Francisco García Oliván, con una patrulla del regimiento de Galicia mandada por el sargento Burgos, en los aledaños de la plaza de la Catedral. De resultas del enfrentamiento muere el sargento Oliván, siendo heridos los soldados Luis Bobadilla y Policarpio Urruzola.

Sargentp Demetrio Gallego López

  Sargento Demetrio Gallego  

jaca-catedralp                     Plaza de la Catedral                        

La resistencia opuesta al alzamiento fue mínima. Galán se entrevisto con los miembros de la Guardia Civil, llegándose a un “pacto de caballeros”. Los guardias -17- quedaron acuartelados en la Casa Cuartel, mientras las armas eran guardadas en otra estancia de la dependencia custodiadas. Por su parte el teniente coronel de Carabineros Joaquín Rodríguez Mantecón se entrevistó con Alfonso Rodríguez “el Relojero” – con el que mantenía cierta amistad-, llegando al acuerdo que los Carabineros no intervendrían. También se acordó que si la sublevación triunfara se diría que los Carabineros se unieron a ella después de salir de Jaca, en caso contrario se diría que los que habían quedado en Jaca habían depuesto su actitud entregando la plaza al teniente coronel de Carabineros.

Posteriormente Rodríguez Mantecón envió a dos guardias a que avisaran al resto para que se dirigieran a la Comandancia. Al salir los dos agentes se encontraron, en la calle Mayor, con un grupo de militares al mando del alférez Rodríguez que les pidieron que les entregaran las armas, al negarse los carabineros se produjo un tiroteo de resultas del cual murieron los carabineros Sabino Ballastino y Manuel Montero, siendo herido el civil Rafael Robles Soldevilla.

La poca resistencia al alzamiento lo refleja que solamente se produjeran dieciocho detenciones: general Fernando de Urruela y Sanabria; coronel Miguel León Garabito; tenientes coroneles, Ignacio Zapino Cabrero, Alfonso Beorlegui Canet, siete comandantes – entre ellos el ayudante de Urruela, que además era miembro del Somatén, y Garabito Fons-, seis capitanes – entre los que se encontraba el de carabineros Díaz Montes- y un teniente que se habían negado a unirse al alzamiento. Unos fueron trasladados al Ayuntamiento mientras que otros quedaban retenidos en sus domicilios.[11]

Cuando Graco Marsá se dio cuenta que el alzamiento había comenzado se unió a él, junto a Lumpuy y Pastoriza. Antes Graco le había comunicado la noticia a Casares Quiroga, le contesta que él no se responsabiliza de lo sucedido y que esperará en Jaca la entrada de las tropas gubernativas para entregarse.

Una vez controlada la situación se procedió a la requisa de vehículos, que tardó varias horas en llevarse a cabo por la resistencia de algunos propietarios a ceder su vehículo; además el abastecimiento de combustible se hacía mediante embudos lo que provocó más retraso. Este retraso sería crucial para el desarrollo de los posteriores acontecimientos. Finalmente la columna que partía por carretera lo hacía a las 14,30 mandada por Galán, mientras que la que lo hizo por ferrocarril no salió hasta las 16,40 dirigida por Sediles.[12]

Antes de partir se nombró una Junta Municipal Revolucionaria al frente de la cual se puso al republicano moderado Pío Díaz Pradas – que puede considerarse como el primer alcalde de la II República-[13]. El nuevo alcalde salió al balcón del Ayuntamiento pronunciando estas palabras: « En nombre del Gobierno provisional revolucionario, queda en la ciudad de Jaca, proclamada la República.». La Junta ordenó el cese de toda actividad mercantil e industrial, con excepción de aquellos establecimientos que vendieran artículos de primera necesidad. Asimismo se ordenó a todos los vecinos que tuvieran armas que se personasen en el Ayuntamiento para recibir órdenes. Se permitió la libre circulación por toda la ciudad, incluso en los cuarteles, con excepción del Ayuntamiento. Poco después se dio lectura al bando escrito por el propio Galán:

Bando de Galán

Manifiesto de Fermín Galán

Esquinazu, parte guerra

El Esquinazu procede a leer el bando de Fermín Galán

 Antes de partir de Jaca comenzó una pertinaz lluvia que provocó que los soldados salieran empapados. En Jaca se quedaron unos ochenta soldados que, junto a algunos civiles serán los encargados de mantener el orden y cumplir las misiones propias de la retaguardia.

EL CAMINO DE LAS COLUMNAS

Las columnas toman el camino de Ayerbe para desde esta localidad continuar la marcha hacia Huesca. Mientras el gobernador militar de Huesca, general Manuel de las Heras, conocedor de la noticia, parte para Ayerbe, población a la que llega sobre las 16,00 horas, le acompañan varios oficiales. Poco después se les une un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Cerdeño Martín, que tras mantener una conversación con el general continúa su camino. Hacia las cinco de la tarde una compañía de Vías y Obras levanta las vías férreas del tramo entre Ayerbe y Riglos-Concilio.

En las inmediaciones de Anzáñigo lo sublevados se encuentran con el general de las Heras. Al que acompañan algunos oficiales y una docena de guardias civiles. Se establece un diálogo entre el general y un oficial de la columna; sin saber muy cómo el diálogo se transformó en un tiroteo entre ambos bandos. De resultas del enfrentamiento armado mueren el capitán de la guardia civil Mínguez y el número Palús; resultando heridos el teniente coronel Cafén y el propio general de las Heras. De las Heras ese refugió en el santuario de la Virgen de Izarbe. Al día siguiente fue trasladado a La Peña, donde se realizaron las primeras curas, llegando finalmente a Huesca en la tarde del día 13, en donde finalmente falleció a causa de sus heridas.

Cadaver capitan Minguez

Cadáver del capitán Mínguez

   En relación a las heridas sufridas por el general de las Heras, hay cierta controversia. El parte médico decía que presentaba una herida en el antebrazo izquierdo. Dos días después varios diarios (Diario de Huesca, Montearagón, La Voz de Aragón) informaban que el general había sido herido en las nalgas.

Otra incógnita a despejar es que ¿por qué el general de las Heras se opone a la columna de sublevados, con apenas una docena de guardias civiles? Algunas fuentes apuntan a que el general de las Heras estaba en principio comprometido con la sublevación, pero que al ver que no tenía carácter nacional decidió que había que parar el movimiento; otras mantienen que intentó mantener el principio de autoridad y evitar un derramamiento de sangre. Sea como fuere lo que no hay duda es que el general de las Heras actuó con una total falta de responsabilidad.

Tras el incidente con el general de las Heras, la columna reinicia su camino hacia Ayerbe, lugar al que arriba a las 22,30. Los sublevados son recibidos entusiásticamente por la población que les proporciona víveres y bebidas. Ayerbe, localidad con fuerte tradición republicana ya había proclamado la República antes de la llegada de la columna.

Ayerbe

Ayerbe tras la llegada de la columna sublevada

 No todos los habitantes de la población estaban con la sublevación. La telegrafista Anita Companys había estado informando de todos los movimientos de los sublevados a las autoridades gubernativas. La prensa informó erróneamente que la persona que había estado en contacto con el Gobierno había sido la telefonista Anita Torrero. A pesar del craso error, el general Berenguer premió a ambas, enviándoles sendos brazaletes de diamantes.

Telefonista Anita Torrero

La telefonista de Ayerbe Anita Torrero

 

En Ayerbe se unieron a la columna unos cincuenta civiles. Todos juntos partieron de la localidad sobre la 1,30 de la madrugada; aún les separaban 22 kilómetros de Huesca.

La tardanza en la salida y el desplazamiento de las tropas sublevadas había provocado que el Gobierno hubiera tomado las medidas necesarias para frenar el movimiento. Desde Huesca había partido el general Dolla Lahoz con numerosas tropas y piezas de artillería. Las tropas del Regimiento de Infantería Valladolid 74 y las del 5º Regimiento de Artillería se apostaron en las lomas de las Coronas de Cillas, al mando del coronel Juan Muñoz Barredo.

Artilleria en Cedillas

Artillería emplazada en Cillas

  Cuando la columna de los sublevados divisa a las tropas gubernamentales, Galán envía a García Hernández, Salinas y el Esquinazu a parlamentar; los tres emisarios se acercan a los gubernamentales enarbolando bandera blanca. No hubo diálogo, los tres emisarios fueron inmediatamente detenidos.

Las tropas sublevadas se mantienen inactivas, hay una gran confusión, unos quieren iniciar el ataque, otros siguen pesando que las tropas gubernamentales no abrirán fuego. Galán, al que posiblemente le venía grande el tomar iniciativas ante una situación como la que se presentó –quizás porque no esperaba encontrarse con resistencia en su camino a Huesca- no sabe qué hacer.

Las tropas gubernamentales comienzan el ataque con fuego de artillería y fusilería. Cuando suena los primeros disparos se produce una desbandada general entre los rebeldes. El general Dolla ordena que el escuadrón de Caballería Castillejos salga en persecución de los huidos. Tras la refriega, que apenas dura hora y media, hay tres muertos – cinco según otras versiones- y veinticinco heridos, que son atendidos en el santuario de la Virgen de Cillas. Las tropas de Dolla toman a ciento setenta y uno prisioneros.

Las tropas sublevadas que habían huido en desbandada dejaron numeroso material abandonado que fue recogido por las tropas gubernamentales.

Camiones abandonados por los sublevados

Camiones abandonados por los sublevados

            A media mañana varios aviones sobrevolaron la zona lanzando octavillas firmadas por el capitán general en la que conminaba a los sublevados a rendirse: « En toda España hay absoluta tranquilidad, muchos batallones y baterías vienen a prenderos. Si arrojáis las armas y os entregáis, tendré benevolencia con vosotros; de lo contrario seré inexorable en el castigo».

Aunque Galán había logrado huir en un vehículo, mandó parar el mismo a la altura de Biscarrués, en donde se entregó a las autoridades. Con su entrega, Galán intentaba quitarles responsabilidades a Salinas y García Hernández. Un grupo de huidos fueron detenidos en Ayerbe cuando llegaron las tropas dirigidas por el general Dolla

Tropas del Gobierno en Ayerbe

Tropas del Gobierno en Ayerbe junto a los sublevados detenidos

ACTITUD EN OTRAS CIUDADES

En toda España la descoordinación fue el elemento destacado. En la práctica totalidad del país se declaró la huelga general, pero los militares permanecían acuartelados. Esta pasividad pudiera ser que se debiera a que la mayoría de los miembros del Comité Revolucionario habían sido detenidos.

Amén de en Jaca y Cuatro Vientos, solamente en San Sebastián hubo un pequeño grupo que asaltó el Gobierno Civil. En Huesca se declaraba la huelga general en el mismo momento en que los sublevados llegaban a Cillas.

En Zaragoza, la UGT y la CNT no acaban de ponerse de acuerdo en las medidas a tomar, discutiendo si deben ser ellos o los militares los que tomen la iniciativa, solamente el cenetista Ramón Ejarque, junto a algunos compañeros del sindicato, se decide a secundar a los sublevados. El día 13 la huelga general se extiende por toda la ciudad. El día 18, el Heraldo de Aragón da noticias de la huelga[14]: « Durante el sábado [13] el paro se generalizó de manera extraordinaria; únicamente salieron algunos tranvías […] pero conducidos por militares y obreros esquiroles y custodiados por tropas […]. Hasta los cafés cerraron sus puertas faltos de personal […] el servicio, que se prestó al público en algunos establecimientos por los dueños, encargados y botones, y en otros por grupos de jóvenes de conocidas familias zaragozanas […] La huelga cundió en todas las fábricas, talleres, obras.» (citado GÓMEZ. 388)

Ante la situación de huelga general en Zaragoza, el capitán general de Aragón emite un amenazante bando:

«Don Jorge Fernández de Heredia y Adalid, Capitán general de esta región.

Hago saber que habiendo abandonado el trabajo en esta población sin motivo justificado algunos mal aconsejados obreros y estando dispuesto a evitar coacciones y mantener a todo trance el orden público `…] ordeno que todos los talleres, comercios, mercados, obras, fabricas y establecimientos públicos permanezcan abiertos durante la jornada legal de trabajo a cuyos dueños haré responsables del incumplimiento de esta orden.

Asimismo hago saber que someteré a la jurisdicción militar cuantas alteraciones de orden público puedan cometerse, llegaré a la aplicación de penas y sanciones incluso hasta imponer las más severas […]

Los obreros de los ramos y servicios públicos de abastecimientos y comunicaciones de toda la población que se nieguen a trabajar o abandonen sus labores, serán juzgados sumariamente […]

Con arreglo al reglamento, los individuos pertenecientes al somatén serán considerados como fuerzas armadas a efectos de sanción, penalidad y competencia para conocer de los delitos contra ellos cometidos.

Zaragoza, 13 de Diciembre de 1930 (citado GÓMEZ: 389)

            En Lérida, tras el fracaso de la sublevación, el general Berenguer procedió a disolver el Regimiento Navarra, acusado de haber estado implicado en el alzamiento de Jaca y de ser un nido de republicanos.

En las Cinco Villas – comarca de amplia tradición republicana- que comprende las poblaciones de Gallur, Tauste, Mullén, Uncastillo y Ejea de los Caballeros, si hubo un importante apoyo a la sublevación.

En Gallur, conocida por “la Pequeña Rusia”, fue donde mayor dureza revistieron los enfrentamientos. En esta población actuaron conjuntamente anarquistas, republicanos y socialistas –todo lo contrario que en el resto de España-. Cortaron la línea telefónica, levantaron las vías ferroviarias, etc. Las fuerzas revolucionarias se hicieron con el control del pueblo. Cuando llegó a la población el Regimiento Saboya comenzaron a producirse detenciones. Es en estos momentos cuando comenzó un fuerte tiroteo que dejó un saldo de cuatro heridos.

En Mullén, cuando la Guardia Civil se personó, el juez Andrés Pardo les comunicó que todo estaba en orden. Aunque la huelga fue pacífica el Comité local fue detenido. Igual ocurrió en Uncastillo, donde los líderes más significativos fueron detenidos y clausurado los centros republicano y de la UGT. En Ejea de los Caballeros hubo ciertas alteraciones del orden público que terminaron cuando llegó el Ejército.

El día 15 se declaró huelga general en muchos lugares de España –una excepción fue Madrid-. En diversos lugares se produjeron violentos enfrentamientos, como en Gijón. En la ciudad astur los manifestantes incendiaron la iglesia de los jesuitas; como resultas de los enfrentamientos hubo un muerto. En Cantabria hay fuertes enfrentamientos que se saldan con varios heridos y tres muertos. Un guardia civil en Torrelavega y dos obreros en Santander. En San Sebastián un grupo de manifestantes intentó asaltar el cuartel de la Guardia Civil, muriendo un sargento y un número y resultando varias personas heridas.

En Barcelona los insurrectos lanzaron una proclama, firmada, entre otros, por Jaime Aiguader i Miró (socialista), Manuel Carrasco Formiguera (Acción Catalana), Lluís Companys (ERC), Joaquín Maurín (comunista) y J. Xirau

« Ha estallado el movimiento revolucionario en toda España. Su único objetivo, por el momento es la implantación de la república. Los partidos republicanos y obreros de Barcelona y Cataluña entera […] piden ayuda a todos, especialmente al Ejército, para que el cambio de régimen pueda llevarse a cabo […] con el menor derramamiento posible de sangre.

Queremos que la huelga y todo el movimiento se desarrolle en Barcelona de un modo pacífico. Condenamos, por tanto, todos los actos de violencia y salvajismo que, seguramente intentaran los elementos provocadores […]

¡Viva la República!» (citado GÓMEZ. 391)

            Posiblemente fuera en Alicante el lugar en donde el movimiento tomo caracteres más violentos. El detonante fue el asesinato por parte de la Guardia Civil del joven socialista Manuel Zaragoza. La población de Callosa de Segura rodeó el cuartel de la Guardia Civil con la intención de incendiarlo. La revuelta se extendió a municipios cercanos: Crevillente, Elche, Elda, Móvar y Aspe, lugares en donde es proclamada la República. El Gobierno envió tropas desde Murcia y una bandera de la Legión que había llegado desde Ceuta. Hasta el día 18 se producen constantes enfrentamientos.

También en Andalucía se produjeron incidentes de consideración en Sevilla, Córdoba y otras poblaciones; con un saldo final de varios muertos y heridos.

La repuesta a la llamada a la huelga general en toda España no fue lo unánime que deseaban sus promotores. En parte fue debido a las discrepancias surgidas en el seno de la UGT; por ejemplo en Madrid no se llevó a cabo por la negativa de Besteiro y sus seguidores a realizar el llamamiento, ya que estaba en contra de apoyar el movimiento insurreccional.

El día 20 puede marcarse como el final total de la insurrección.

JUICIO DE FRMÍN GALÁN Y GARCÍA HERNÁNDEZ

El capitán general de la región Jorge Fernández Heredia, siguiendo órdenes de Madrid, ordenó al gobernador militar de Huesca, Joaquín Gay Borrás, que se iniciara inmediatamente un juicio sumarísimo.

Juicio sublevados

Los acusados durante la celebración del juicio

  A las diez de la mañana del día 13 comienzan los interrogatorios. El primero en declarar es el teniente Manuel Muñiz Izquierdo, tras él lo hace Luis Salinas, que manifiesta no saber quién mandaba la columna, ni el objetivo de la rebelión. A las once cuarenta y cinco presta declaración Ángel García Hernández, que dice que las fuerzas eran mandadas por Galán y que el objetivo era cambiar la forma de Gobierno, posteriormente declaró otras dos veces a petición propia. En la tercera declaración manifiesta: « Que fue llamado por el capitán Galán al cuartel y le dijo que había un movimiento general en toda España. Que formaba el capitán Galán parte del Comité Central Revolucionario, y que lo publicó en el bando que dio en Jaca; que el declarante se encontró con el hecho consumado de la tropa sublevada y… creí más natural seguir con ella.» (citado GÓMEZ: 319)

Cada poco tiempo se van recibiendo órdenes desde Madrid para que el proceso se acelere todo lo que sea posible. Ante estas premuras el juez instructor, comandante Adolfo Nieto Castro, protesta por la presión que está recibiendo; que las cosas deben hacerse con mesura para evitar que se pueda proceder a una condena injusta. Su protesta provocó que fuera cesado y sustituido por el comandante Antonio Santos Oteiza.

A la una de la madrugada del día 14, Fermín Galán escucha la diligencia del procesamiento.

« Preguntado si fue el director del movimiento iniciado en Jaca el día 12 de diciembre y en caso afirmativo causas que motivaron el hacerlo, dijo: Que en efecto, dentro de lo local que el sector de Jaca representaba dentro de la nación, fue él el director de ese movimiento, siendo las causas que lo motivaron las derivadas de un convencimiento pleno cuya raíz tenía su identidad en la esencia misma del actual estado interior de nuestro país.

            Preguntado qué actos se realizaron con anterioridad y posteriormente, dijo: Que ligado desde los tiempos de la Dictadura a ideas liberales, exaltadas durante este tiempo de privación de ellas, el declarante llevó a cabo una suma de actos presididos por este espíritu, de cuyo conjunto surgieron convicciones profundas. Tal suma de actos referida, le ligaron con elementos activos para consecución de una más amplia libertad. […]

            Preguntado por cuantos actos realizados en ese día en Jaca antes de la salida de la columna con un Guardia Civil y unos Carabineros, dijo: Que situado en el puesto de mando en la Sala de abanderas de su Regimiento, de la que no salió para nada durante el tiempo que la columna permaneció en Jaca, no sabe cómo se produjeron esos actos y violencias, de los cuales tuvo conocimiento con posterioridad, sin que sepa quiénes fueron los autores materiales. […]

            Preguntado por lo sucedido en las proximidades de esta capital con las fuerzas, dijo. Que tal era la convicción que tenía de que el choque no podía producirse por palabras y promesas formales continuadas y aún recibidas el día anterior, sin que pueda decir de quiénes, que en la aproximación a las fuerzas desplegadas de Huesca avanzó con un mínimo de precauciones; y al hacer alto, dos capitanes amigos, uno de Infantería y otro de Artillería, se adelantaron en un coche ligero con enseña blanca a recibir la confirmación del abrazo tantas y tan repetidas veces ofrecido. Grande fue la sorpresa cuando a los pocos momentos de partir, y sin que para nada volvieran las tropas de Huesca, desplegadas, rompieron el fuego sobre la columna estacionada; sin más sostén que una insignificante avanzada y flanqueos. La tropa impregnada de la inmediata fraternidad con las tropas de enfrente, recibieron con la natural sorpresa el vivísimo fuego al que se la sometió durante breves momentos; algunos soldados contestaron al tiroteo, pero pudo notarse cómo con rapidez se llegó al alto el fuego, produciéndose un silencio por ambas partes, que de nuevo rompieron las tropas de Huesca cuando se iniciaba la retirada; el declarante afirma que una vez que vio que  la fraternidad entre las tropas no existía, ni un solo momento vaciló en ordenar la retirada, que se produjo en dispersión por los efectos de las ametralladoras y de la artillería de las tropas de enfrente. […]

            Preguntado si tiene algo que decir, dijo: Que desea hacer constar que a razón que le ha guiado a presentarse voluntario a la autoridad está inspirada en su deseo que se conozca la verdad, aún en contra del mismo declarante, y que lo dicho es la verdad de lo ocurrido. Y leída que le fue esta declaración, la reconoce como suya a firma y ratifica en su contenido; firmándola con el Juez y Secretario que certifico.»

A las cinco de la mañana del día 14 se formó el tribunal presidido por el general Arturo Lezcano Piedrahita, como vocales actuaron el general Joaquín Gay Borrás, los tenientes coroneles  Enrique Cortiles Baelga y Julio Marina Muñoz, y los coroneles Lorenzo Moliner Armengol y Juan Muñoz Barredo; el vocal ponente fue el auditor de brigada José Casado García; las acusaciones corrieron a cargo del coronel José Laguna Pardo, actuando como defensor el capitán José Mª Vallés Foralada.

A las nueve de la mañana dio comienzo el juicio, en el cuartel Pedro I de Huesca. En el banquillo de los acusados se encontraban Fermín Galán, Ángel García Hernández, Luis Salinas, Manuel Muñiz Izquierdo, Miguel Fernández Gómez y Evaristo Gisbert Bay.

Las sentencias que se iban a dictar parece que estaban más que decididas antes del comienzo del mismo. En el transcurso del proceso, ya comenzaron a oírse voces pidiendo clemencia para los acusados, ante el temor que se dictaran sentencias de muerte. Una de ellas se la hizo llegar Ossorio y Gallardo –presidente del Colegio de Abogados- al propio general Berenguer:

« […] Trazar entre las ideologías contendientes una línea de sangre, acentuaría el funesto resurgir, que se advierte ya, de las maneras con que los dos primeros tercios del siglo XIX envilecieron a España. […]

            El ejecutar penas capitales producirá en la mayoría de los españoles una emoción de índole muy peligrosa cuyas consecuencias son para prevenirlas. […]

            Por Dios y por España, señor Presidente, agote sus esfuerzos en que no surja lo irremediable; que si a sangre del facineroso sólo mueve a conmiseración, la sangre del delincuente político es simiente de represalias, enconos y protestas que ponen en peligro aquello mismo que al verterla se quiere defender, y fácilmente da ocasión a luchas fratricidas de incalculable alcance. Para volver a su nuevo cauce, no es sangre lo que demanda España, sino justicia y libertad.» (citado GÓMEZ: 346)

El periódico El Liberal, en su editorial del día 13, le recordaba al rey que él debe su puesto a una insurrección armada: « En España la sublevación tiene su tradición gloriosa para monárquicos y para republicanos. Es gloriosa para la Monarquía la tradición de la sublevación, porque debe su restauración al hecho consumado en Sagunto. Y lo es para los antidinásticos porque la revolución del 68 fue un acontecimiento de igual naturaleza. Y lo es también para los más amigos del orden, para los mismos  partidarios de la dictadura, porque lo ocurrido el 13 de septiembre de 1923 fue una sublevación triunfante, sin más que la presentación de las armas.»

Hasta el propio abogado defensor era consciente de cual iba a ser el fallo del tribunal, quizás por eso sus esfuerzos se centraron en evitar la condena de muerte para el capitán García Hernández: «El capitán don Ángel García Hernández creyó, como los demás, en el cambio de Gobierno. El dinero que llevaba era de los soldados de la Compañía de ametralladoras que mandaba en Jaca y suyo. Obró bajo la sugestión del capitán Galán. Durante la marcha no mandó fuerza alguna. Al llegar a Cillas se presentó en unión de Salinas, antes del combate, al señor coronel Muñoz Barredo, quien, con un oficial les remitió a presencia del general Dolla. No fue autor material ni ordenador, de ningún acto violento, ni se reunió previamente con nadie.»; su alegato final pedía clemencia para los acusados: «  ¡Excelentísimos señores, compasión! No son malos, son equivocados. ¡Aisladles si son peligrosos, pero no los suprimáis! ¡Señor Dios de los Ejércitos, ten piedad de ellos! ¡Protégeles, devuélveles la libertad, sálvameles la vida!» (citado GÓMEZ: 348-351)

La sentencia fue demoledora: Galán y García Hernández son condenados a muerte; el resto a cadena perpetúa con la accesoria de pérdida de empleo.

Varios estudiosos del tema señalan que la sentencia fue sugerida desde Madrid, ordenando que hubiera dos penas de muerte que en principio debían ser para Galán y Sediles, pero el encontrarse el último fugado, le sustituyó García Hernández.

EJECUCIÓN

A las 11,30 el capitán general comunica la sentencia al Gobierno. Desde Madrid le piden que espere. Todos piensan que la ejecución demorará al menos veinticuatro horas ya que se realizan ejecuciones en domingo. Mientras Galán y García Hernández son recluidos en el dormitorio de un oficial del cuartel, les acompañan su defensor y dos capellanes.

A las 13,30 Berenguer comunica al capitán general que proceda a ejecutar la sentencia. En el Consejo de Ministros no todos estuvieron de acuerdo con la decisión tomada, Estrada, Sangrio y el duque de Alba se mostraron contrarios al cumplimiento de la sentencia. Berenguer al parecer visitó al monarca para que firmara el indulto; no solo no lo hizo sino que apremió para que la pena se cumpliera a la mayor brevedad.

Lugar de ejecución

Lugar donde fueron ajusticiados los capitanes Galán y García Hernández

  Se designaron dos piquetes formados cada uno por ocho soldados, un cabo y un sargento, y dirigidos por dos alféreces del Regimiento de Infantería: José Pérez Lafuente y Faustino Fuente Arce.

Poco antes de ser trasladados al lugar de la ejecución se les ofreció confesión a ambos, García Hernández así lo hizo, pero Galán se negó, diciéndole al sacerdote: «No se canse. Como amigo, deme un abrazo y todos los que quiera; me hacen falta en estos momentos. Pero como sacerdote pierde usted el tiempo conmigo.»

En un camión fueron trasladados al polvorín de Fornillos, lugar previsto para la ejecución. Cuando ya están colocados frente al paredón, ambos se niegan a ser vendados, abrazan a los alféreces jefes de los pelotones y Galán les pide ser él quién de la orden de disparar. Antes pidió poder fumarse un pitillo, una vez encendido le regaló su mechero al alférez que mandaba el pelotón de ejecución. Las últimas palabras de Fermín Galán son « ¡Fuego y viva la República!»

García Hernández murió en el acto, le habían alcanzado cuatro disparos, dos de ellos mortales. Galán tuvo que recibir dos tiros de gracia, uno por parte del alférez José Pérez, el otro por uno de los soldados del pelotón. El domingo 14 de diciembre de 1930 se vistió de luto por los dos hombres que se convertirían en los primeros mártires de la Segunda República española.

Poco después el general Berenguer manifestó, en relación a las ejecuciones: « Palacio quedó plenamente convencido de la ejemplaridad de las ejecuciones de Galán y García Hernández que evitarán la difusión de ideas revolucionarias en el Ejército.» Quizás en el Ejército si lo logró, pero el efecto contrario se produjo entre todas aquellas personas que deseaban el cambio de régimen; incluso provocó que algunas que estaban indecisas se inclinaran al campo republicano.

Con más acierto en el análisis político de lo que suponía la muerte de Galán y García Hernández, muchas personalidades pensaron que estas muertes se volverían en contra de la Monarquía. Ese fue el caso de Ángel Ossorio y Gallardo, que en la carta que envió al general Berenguer el día 13 le hacía ver el tremendo error en que iban a caer: « Existe en nuestra Patria ciertos estados de inquietudes tan hondos, tan generalizados, de tan abundantes asensos y exaltados apasionamientos que nadie puede calcular en cuantos pechos rebotarían las balas que acabaron con la existencia de uno solo […]»

Según Miguel Maura, Galán y García Hernández fueron fusilados sin la conformidad, ni fue consultado el Gobierno, lo que contradice otras versiones que aseguran que Alfonso XIII y Berenguer se negaron a firmar el indulto.

JUICIO AL RESTO DE ACUSADOS

El día 13 de marzo de 1931 comenzó el juicio contra el resto de sublevados militares en Jaca. La sesión se celebró en el Cuartel de la Victoria de Jaca. Se sentaban en el banquillo setenta y siete acusados. Muchos de los acusados habían tenido que sufrir unas pésimas condiciones en la prisión. Causa de ello fue la muerte de un joven detenido en Ayerbe, José Mª Pascual Laburta, presa de unas fiebres tifoideas contraídas en la prisión y para las que no recibió atención médica.

El periodista Enrique Bejerano, tuvo ocasión de visitar a los presos en Jaca, así explicaba su situación: « […] duermen en camastros improvisados. Dos banquillos de hierro, tres tablas y un jergón de esparto. Las sábanas las cambian de tarde en tarde, por cuyo llegan a un estado de suciedad repugnante. No tienen derecho a paseo todos los días ni a recibir visitas diarias […]»

Prisión del Capitán Sediles

El capitán Sediles en prisión

  El Tribunal estaba presidido por el general Agustín Gómez Morato, actuando como vocales los generales Francisco Franco Bahamonde, José Castro Vázquez y Arturo Lezcano Piedrahita, junto al comandante Emilio Luna Barba; el ponente fue el auditor de Brigada José Casado García –el mismo que en el juicio de Galán y García Hernández-, como fiscal actuó el comandante Julio Requejo Santos. Los encausados sobre los que recaía la petición de pena más elevada eran el capitán Sediles, los alféreces Manzanares y González, el teniente Mendoza y el sargento Burgos para los que se pide la máxima pena, para el resto la petición es de cadena perpetua.

Proceso Sediles y cia

Aspecto de la Sala en el juicio contra el capitán Sediles y el resto de detenidos

   A las diez de la mañana dio comienzo el juicio. El día 11 le correspondió al capitán Sediles declarar. Sediles no oculta que formaba parte de la trama conspiradora que pretendía instaurar la República. Hay un hecho que engrandece la postura que tomaron los reos; todos ellos manifestaron que se habían adherido al movimiento con plena libertad, no recurriendo a la eximente de cumplimiento de órdenes.

La mayoría de los defensores se acogió a tres puntos fundamentales para la defensa: 1) la situación de ilegalidad en la que se encontraba el país desde hacía ocho años, 2) la obediencia debida de las clases –suboficiales, sargentos y asimilados- a sus mandos naturales, 3) el agravio comparativo con el trato dado a quienes se sublevaron en otras ocasiones.

Durante el juicio destacó la defensa del capitán de Aviación Enrique Domingo Rosich[15], que hizo una acalorada defensa de Sediles, Mendoza, Marín, el teniente Antonio Romero y los maestros armeros Telesforo Urdongaray y Rogelio Segovia. En varias ocasiones el presidente del Tribunal le amonestó por el fondo y la forma de su defensa, incluso llegó a conminarle a guardar silencio.

Capitan Enrique Domingo Rosich

Capitán Enrique Domingo Rosich

 El capitán Domingo utilizó similares argumentos a los que expondrían los defensores de los encausados por haber firmado el Pacto de San Sebastián[16]:

« […] no es posible apreciar actos llevados a afecto por mis patrocinados como si hubieran tenido lugar dentro de la vida normal del Estado, olvidando todos los antecedentes que los han originado. Las leyes […] tienen aplicación para servir las necesidades de derecho, y en España, desgraciadamente nos encontramos desde hace muchos años frente a situaciones de hecho […] la consecuencia inevitable es que no resulta lícito al poder público n a quienes le ejercen o detentan, saltar por encima de las leyes […] cuando así les conviene y exigir luego la fría e implacable aplicación de las mismas frente a terceras personas, cuando éstas no se prestan a servir los deseos de las usufructuarias del Estado. […]

            […]Tal era en España la situación de derecho en el año 1923 ¿Cómo se modificó? ¿Por un acto de soberanía del pueblo, única fuente legítima del Poder? ¡No! Todo aquel estado de cosas cambió por un acto de fuerza, por un golpe de mano mil veces más delictivo y reprobable que el movimiento revolucionario que hoy se está juzgando […] Pues bien, si el origen de la situación actual tuvo como causa la sublevación iniciada por el general don Miguel Primo de Rivera, precisa entrar en el examen de la naturaleza de aquellos sucesos. […]

            […] Por eso afirmo, como principio fundamental de la defensa que aquí no se ha podido dar el delito de que se acusa a mis patrocinados porque no existía el Estado de Derecho […]» En este momento el Tribunal impide al defensor que continúe su alegato, a pesar de su protesta aduciendo que aún le quedan cinco folios que leer.

El día 16 de marzo se da por concluido el juicio; al día siguiente se leerá la sentencia. El capitán Salvador Sediles Moreno es condenado a muerte, otros sesenta y seis a cadena perpetua. Los que se habían quedado en Jaca y habían hecho el pacto con los carabineros son condenados a penas menores o directamente absueltos. El propio Consejo de Guerra pidió al Gobierno que modificara las penas para algunos de los encausados, para el capitán Sediles y once condenados a perpetua solicita se mantengan las penas impuestas.

El capitán Sediles entra en capilla el día 17. Inmediatamente se convocó una manifestación en Jaca que reunió a cinco mil personas. Las presiones para que fuera conmutada la pena de muerte fueron en aumento, de tal modo que obligaron al rey a firmar la petición de clemencia. El Gobierno, en vista de cómo estaba la situación, envió un telegrama a los gobernadores civiles para que dieran la noticia, a pesar de que aún no se había publicado en la Gaceta. Finalmente se conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. Al teniente Eustaquio Mendoza García y al alférez Ramón Manzanares Molina se les mantuvo la pena de cadena perpetua.

En cuanto a los civiles que participaron en la sublevación –exceptuando los miembros del Comité- muchos de ellos ya estaban en libertad. Restaban cincuenta y nueve encausados, de los cuales cincuenta seguían en prisión y nueve estaban en paradero desconocido. Para cuarenta y cinco se pedía cadena perpetua –entre ellos Antonio Beltrán “el Esquinazu”, Pío Díaz, Alfonso Rodríguez “el Relojero” y Julián Borderas. El juicio estaba previsto se celebrara en la segunda quincena de abril; no hubo lugar ya que el 14 de abril fue proclamada la Segunda República.

Como dato curioso hay que señalar que, durante el juicio, salió a la luz un documento escrito por Fermín Galán. En el citado documento se encontraban reflejadas algunas de las ideas que Galán tenía para la venidera República. Llama la atención que una de estas ideas era la creación de unos Estados Unidos de Europa. Todo un adelantado a su tiempo.

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DEL FRACASO

Las causas del fracaso de la sublevación son de variada índole. Por un lado están los errores de táctica militares, por ejemplo el no conocer con certeza los apoyos con que se contaba, sobre todo en lo que respecta a apoyos de otras guarniciones militares. También la tardanza con que la columna partió de Jaca y el lentísimo transcurrir de la misma, lo que propició que el Gobierno pudiera tomar las medidas necesarias para hacer frente a los sublevados.

Otro detalle importante fue la total desconexión que se produce entre el Comité Revolucionario y los dirigentes del movimiento en Jaca. A este respecto cabria preguntarse si la meta de todos era la misma. Tengo dudas al respecto. Mi impresión es que la mayoría de los miembros del Comité no tenían intención de que se produjera un cambio drástico del sistema; no me refiero a que no persiguieran la proclamación de la República, sino al que modelo que pretendían de la misma difería mucho del que postulaba Fermín Galán y sus seguidores.

A este respecto son significativas las palabras de Salvador Sediles: «Gratuitamente han afirmado muchas personas […] que aquello de Jaca fue obra de unos locos […] Se ha dicho también que fuimos impacientes. También creo haber demostrado lo contrario y seguiré demostrando que aunque teníamos suficiente razón para serlo, aunque nos habían agotado la paciencia hasta la última hora, no lo fuimos, y nuestra salida obedeció a órdenes concretas y causas aún no explicadas con la claridad y honradez debidas por las mismas personas ilustres y beneficiadas que nos censuran.» (SEDILES: 34)

No menos importante fue la falta de apoyo del elemento civil, que debería ser vital con la convocatoria de huelga general en toda España, hecho, que como hemos visto anteriormente, no se llevó a afecto. En este hecho no cabe duda que la responsabilidad de parte de la UGT –con Besteiro a la cabeza- fue crucial.

No cabe duda que Galán se precipitó y que no supo llevar la dirección militar de forma adecuada; pero bajo mi punto de vista no fue él el único culpable. Gran parte de responsabilidad cae en el Comité Revolucionario que no pudo, o no quiso, dar una mayor cohesión al movimiento.

La mayor consecuencia que tuvo la sublevación de Jaca, y su desenlace, fue que una vez más se ponía de manifiesto la falta de visión política del Gobierno de la Monarquía. La creación de dos mártires provocó que muchas personas que aún estaban indecisas sobre qué postura tomar respecto a la situación política, se decantaran por apoyar a aquellos que luchaban por el derrocamiento de Alfonso XIII y la instauración de un sistema republicano. No hay duda que las filas del republicanismo se vieron incrementadas por el desenlace final de la sublevación de Jaca.

Si José Ortega y Gasset hablaba del “Error Berenguer”, los sucesos de Jaca si pueden ser considerados un error del general Berenguer, y por ende del monarca Alfonso XIII.

LA SUBLEVACIÓN DE CUATRO VIENTOS

Al día siguiente del fusilamiento de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, se produce un nuevo levantamiento en la base aérea de Cuatro Vientos.

Si en el levantamiento de Jaca se observó una total descoordinación, en el de Cuatro Vientos ocurrió otro tanto. Un reflejo de lo mal que estaba organizado el movimiento lo da el testimonio de uno de los protagonistas, el entonces comandante de aviación Ignacio Hidalgo de Cisneros.

En aquella época, Hidalgo de Cisneros se encontraba destinado en Melilla. Según su testimonio el teniente coronel Antonio Camacho Benítez si dirigió a él diciéndole que estuviera preparado porque en cuatro días debía salir para Madrid y unirse al alzamiento que se realizaría en Cuatro Vientos.

hidalgoIgnacio Hidalgo de Cisneros

   Según Hidalgo él no tenía ni idea de la sublevación que tenía como objetivo instaurar la República en España. Camacho le había dicho que había recibido una lista de cuatro oficiales que tenían que desplazarse a Madrid, y uno de ellos era él – los otros tres eran el teniente Joaquín Mellado Pascual, el alférez José María Valle y el teniente coronel Agustín Muñoz Grandes-[17]. En un principio Hidalgo se negó a secundar los planes, aunque posteriormente reconsideró su postura y finalmente viajó hasta Madrid en compañía de Mellado y Valle.

Siguiendo instrucciones, en Madrid tenía que ponerse en contacto con el teniente coronel de Aviación Felipe Díaz Sandino. Con Sandino se entrevistó en el cuarto en el que estaba confinado, había sido arrestado bajo la acusación de tener contactos con elementos republicanos, en el pabellón que tenía la Aviación en el Ministerio de la Guerra. Sandino le remitió a Miguel Maura para que le diera instrucciones. Así lo hizo Hidalgo y cual no fue su sorpresa cuando fue Maura el que le preguntó si todo estaba preparado entre los militares. Al contestarle que él no tenía ni idea de los preparativos, Maura le pidió que fuera a ver A Ramón Franco y que se pusiera de acuerdo con él.

El testimonio de Hidalgo de Cisneros es una prueba fehaciente de la falta de preparación del alzamiento, en términos coloquiales se podría decir que era una «verdadera chapuza»

Los planes ideados por la Junta Revolucionaria otorgaban a Cuatro Vientos un papel de suma importancia. Los sublevados tenían que apoderarse el aeródromo, y preparar unos aviones que lanzarían panfletos sobre Madrid llamando a la insurrección. Desde la radio de la base aérea se  notificaría la proclamación de la República a la vez que se hacía un llamamiento a la población para que apoyase el nuevo régimen. Al mismo tiempo, la guarnición de Campamento, que estaba comprometida con el alzamiento, se dirigiría a la capital para, con ayuda de los obreros, que se suponía habían secundado el llamamiento a la huelga general, tomar el palacio real y los edificios públicos con valor estratégico.

C. Vientos 15-12-30

Aspecto de Cuatro Vientos el día 15 de diciembre

 A las cuatro de la madrugada del día 15 de diciembre parten en taxis para Cuatro Vientos, Queipo de Llano, Hidalgo de Cisneros, Martínez Aragón, Ramón Franco y otros sublevados. Llegan al aeródromo a las seis de la mañana. Nada más llegar intentan que se unan los oficiales que se encontraban en la base, muy pocos son los que secundan el llamamiento, siendo el resto encerrados en el cuarto de banderas. Hacia las ocho de la mañana parten dos aviones Breguet 19 para lanzar unas octavillas sobre Madrid anunciando la proclamación de la República.

Breguet 19

Breguet 19

  Poco después aparece el teniente Joaquín Collar Serra con algunas bombas que había logrado sustraer del polvorín de Retamares. Una hora después parte Ramón Franco con la intención de bombardear el palacio real. Cuando se encuentra sobrevolando Palacio, observa que hay varios niños jugando en la plaza de Oriente lo que le hace desistir de su misión. También observa que, en contra de lo que estaba previsto, no había movimiento de gentes por las calles. Por otro lado Queipo intentó llegar con una columna a los cuarteles de Campamento, teniendo que retornar a la base al encontrarse en el camino con las tropas que había enviado el Gobierno para sofocar el alzamiento, comandadas por el general Orgaz.

R. Franco sobrevuela Palacio

Ramón Franco sobrevolando el Palacio Real

Mientras el Gobierno alertado del movimiento ordena que se desplacen hacia el aeródromo fuerzas de infantería y artillería. Cuando estas llegan a las inmediaciones de Cuatro Vientos, los carros de combate desplazados por el Gobierno comenzaron a rodear el aeródromo, a la vez que la artillería abría fuego. No hicieron falta muchos disparos; los sublevados emprendieron la huida rápidamente.

     Tanques diriéndose C. Vientos

                        Tanques dirigiéndose a Cuatro Vientos           

Casa afectada bombardeo artilleria

                   Casa afectada por los disparos de la artillería

Queipo de Llano, Ramón Franco, Hidalgo de Cisneros, entre otros, huyeron en tres aviones dirigiéndose a Portugal, en donde fueron retenidos por las autoridades. Poco después las tropas gubernamentales hacían su entrada en el aeródromo.

tropas gubernamentales en Cuatro Vientos

Tropas del Gobierno entran en C. Vientos

   El juicio contra los sublevados de Cuatro Vientos se inició el 12 de marzo de 1931. Había treinta y seis procesados – catorce de ellos en rebeldía, entre ellos Queipo, Franco, Hidalgo de Cisneros, Rada, el teniente coronel Puig García, etc.- El fiscal pidió para l mayoría de ellos la pena de muerte o la cadena perpetua. Nada se llevaría a cabo con la proclamación de la República un mes después.

El alzamiento de Cuatro Vientos, como anteriormente el de Jaca constituyó un rotundo fracaso. No obstante no todo fue negativo la experiencia insurreccional sirvió para afianzar la posición de los republicanos, logró una mayor cohesión, a partir de esos momentos, de las fuerzas contrarias a la monarquía, que finalmente conseguirían su objetivo tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

Sin duda la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos demostró varias cosas: la falta de coordinación de las fuerzas antimonárquicas; las distintas concepciones que tenían los conspiradores sobre el modelo de República a imponer y el poco apoyo popular que tuvo. Asimismo pone en entredicho la actuación de algunos personajes relevantes de la política del momento, como fue el caso de Casares Quiroga, con una falta de responsabilidad manifiesta, o de Julián Besteiro, que con su posición evitó que la huelga que debía llevarse a cabo en Madrid en apoyo de la sublevación se llevara a efecto. También es paradójico que en la sublevación participaran personajes que posteriormente se incorporarían al bando que se levantó contra la República en 1936; es el caso de Queipo de Llano o de Ramón Franco.

En cualquier caso se puede decir que los movimientos de Jaca y Cuatro Vientos fueron el preludio de lo que ocurriría meses después: la caída de la Monarquía y la proclamación de la República. Un nuevo horizonte aparecía en la historia de España.

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[1] ABC, 30-IX-1930

[2] J. Arderius y J. Díaz Fernández: Vida de Fermín Galán, Madrid, 1931, p. 278, citado por José Mª Azpiroz y Fernando Elboj en La sublevación de Jaca, Zaragoza, 1984, p. 34

[3] Citado por M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX,  París, 1973 t. 1, p. 36

[4] Carlos Sampelayo Carrasco fue testigo de los hechos.

[5] Gabriel Coca Medina, La revolución de diciembre de 1930, en Tiempo de Historia, nº 7, pp. 6-13, 1975

[6] Operación en la que intervino Galán en agosto de 1924, cuando era teniente de la Legión, y en la que estaba al mando el general Mola.

[7] Eduardo de Guzmán: Cómo pudieron salvarse las vidas de Galán y García; entrevista a Bernardo Pou, publicada en La Tierra, 28-IX-1931

[8] El vehículo que transportaba a Prado y otros ateneístas sufrió una avería en el camino., de ahí la tardanza en llegar a Jaca

[9] Antonio Graco Marsá, La sublevación de Jaca. Retrato de un rebelde, Madrid, 1931

[10] Cuando estalló la sublevación del 18 de julio, Mola le nombró Delegado de Orden Público en Pamplona, poniéndole al mando de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto.

[11] Posteriormente Rodríguez Mantecón se atribuyó la liberación de los que se encontraban retenidos en el Ayuntamiento.

[12] Cuando no llevaban mucho recorrido tuvieron que proseguir por carretera al encontrase cortadas las vías férreas.

[13] Como vicepresidente se nombró a Clemente Baras Miranda; Secretario, Isidro Cavalled; y seis vocales; Alfonso Rodríguez “el Relojero” fue nombrado delegado de Orden Público

[14] Los días 14, 15,16 y 17 no se había publicado el diario.

[15] Cuando finalizó el juicio el Gobierno lo encarceló en el castillo de la Aljafería de Zaragoza

[16] Al parecer el alegato que presentó fue escrito por Ossorio y Gallardo; posiblemente esto fuera así, ya que utilizó los mismos argumentos que el presidente del Colegio de Abogados utilizó en la defensa que realizó de Alcalá Zamora y Miguel Maura en el juicio contra los miembros de la Junta Revolucionaria.

[17] Sorprende que aparezca el nombre de Muñoz Grandes, uno de los militares sublevados contra la República en 1936. Finalmente Muñoz Grandes no viajó a Madrid al encontrarse realizando unas maniobras; según el testimonio de Hidalgo de Cisneros.

El Pacto de San Sebastián. Antecedente de la II República

Antecedentes

            El fin del sistema político implantado tras la restauración de la monarquía borbónica, no daba más de si, habiéndose mostrado incapaz de dar una solución a los diversos problemas político-sociales y económicos por los que atravesaba España. Como remedio a la situación el general Primo de Rivera protagonizó, con la aquiescencia de Alfonso XIII un golpe de Estado que ponía fin al sistema liberal y a la Constitución vigente. Este fue el primer paso para el fin de la monarquía.

            Durante la Dictadura, que contó en un principio con no poco apoyo popular, no hubo una oposición realmente fuerte. Los anarquistas habían sido prácticamente borrados, los socialistas se aprestaron a colaborar con el nuevo régimen en mor de una política oportunista; mientras que los republicanos no tenían la suficiente fuerza como para ejercer una oposición que pusiera en peligro el gobierno de Primo de Rivera.

            No es hasta febrero de 1926 cuando, con ocasión de la conmemoración de la I República, comienza a pergeñarse una unión entre las distintas facciones republicanas con la creación de la Alianza Republicana, auspiciada desde el exilio por el escritor Vicente Blasco Ibáñez. Pero será con la caída de Primo de Rivera en 1929 cuando verdaderamente comience a tomar cuerpo la idea de que la monarquía ya no es viable como sistema político.

            Antes de la reunión celebrada en San Sebastián se realizaron algunas previas, como la que se celebró en París entre Eduardo Ortega y Gasset y Francesc Maciá, en donde se logró el apoyo catalán a la conspiración republicana.

El Pacto

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Firmantes del Pacto de San Sebastián

            A la reunión, llevada a cabo el 17 de agosto de 1930, asistieron miembros de las diversas agrupaciones republicanas existentes, regionalistas y socialistas, estos últimos representados por Indalecio Prieto en calidad de observador. La lista completa la formaban: Alejandro Lerroux (Partido Republicano Radical), Manuel Azaña (Acción Republicana), Marcelino Domingo (Partido Radical-Socialista), Álvaro de Albornoz (Partido Radical Socialista), Ángel Galarza (Partido Radical Socialista), Niceto Alcalá Zamora (Derecha Liberal Republicana), Miguel Maura (Derecha Liberal Republicana), Manuel Carrasco Formiguera (Acción Catalana), Matías Mallol Bosch (Acción republicana de Cataluña), Jaume Aiguader (Estat Catalá), Santiago Casares Quiroga (Federación Republicana Gallega). A título personal acudieron Indalecio Prieto, Felipe Sánchez Román y Eduardo Ortega y Gasset; Gregorio Marañón[1] que no pudo acudir a la cita se adhirió mediante una carta remitida a los congregados.

            En un principio los asistentes se reunieron en el hotel Londres de la capital donostierra, pero como años más tarde recordaría Indalecio Prieto, no se sabía muy bien porque estaban reunidos allí, ya que nadie había pedido permiso al gerente del hotel para celebrar la reunión. Ante esta situación la reunión se celebró finalmente en el Círculo Republicano de San Sebastián, que presidía Fernando Sasiaín.

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Mesa en la que reunieron los asistentes

            En definitiva el Pacto de San Sebastián era la confluencia del viejo republicanismo, representado por Lerroux, del nuevo con su máximo exponente en Manuel Azaña, y de los recién incorporados como Alcalá Zamora o Miguel Maura. Junto a ellos los nuevos nacionalismos progresistas y la adhesión del socialismo más centrista.

            La reunión dio comienzo a la tres de la tarde, siendo el primero en tomar la palabra Manuel Carrasco Formiguera que, como era de esperar, reclamó la autonomía catalana: « A nosotros los catalanes, no nos interesa esta reunión, si previamente no se conviene en que el advenimiento de la República entraña la más absoluta autonomía para Cataluña.» (citado por MAURA: 71), a lo que Miguel Maura respondió, de forma un tanto airada, que de seguir en esa línea iríamos a una guerra civil.

            Los acuerdos allí tomados no trascendieron más allá de su reafirmación en la necesidad de acabar con la monarquía y de intentar resolver la cuestión catalana. Así como la conformación de un comité revolucionario que se encargaría de dirigir la caída del sistema monárquico. Una exigua nota de prensa fue todo lo que salió a la luz tras la reunión:

            « Examinada la actual situación política todos los componentes concurrentes llegaron en la exposición de sus peculiares puntos de vista a una perfecta coincidencia, la cual quedó inequívocamente confirmada en la unanimidad con que se tomaron las diversas resoluciones adoptadas.

                La misma absoluta unanimidad hubo de apreciar la conveniencia de gestionar rápidamente y con ahínco la adhesión de las demás organizaciones políticas y obreras que en el acto previo de hoy no estuvieron representadas para la finalidad concreta de sumar su poderoso auxilio a la acción que sin desmayos pretenden emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político

                Como se observa la nota de prensa poco decía más allá de la necesidad de un cambio de sistema político y el llamamiento a las otras fuerzas opositoras, especialmente al PSOE, UGT y CNT.

El diario La Voz publicaba al día siguiente una ampliación de lo acontecido en la reunión:

            « A pesar de la reserva guardada por cuantos asistieron a la reunión de las izquierdas hemos podido obtener alguna ampliación a los puntos de vista recogidos en la nota oficiosa facilitada a la prensa.

                El problema referente a Cataluña, que es el que más dificultades podría ofrecer para llegar a un acuerdo unánime, quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el estado Español.

                Este acuerdo se hizo extensivo a todas aquellas otras regiones que sientan la necesidad de vida autónoma (…) Tanto para las Cortes Constituyentes como para la votación del Estatuto por las regiones se utilizará el sufragio universal

            Haciendo una vez más patente la ceguera que acompañaba tanto a Alfonso XIII como a sus ministros, las autoridades no le dieron la mayor importancia a esta reunión. Así lo pone de manifiesto el general Mola, por entonces director general de Seguridad:

            « El día 20 recibí una información en la que se decía que en San Sebastián habían coincidido significadas personalidades del partido republicano y algunos destacados elementos catalanes, invitados previamente por aquéllas (…)

                Dos días más tarde llegó a mí poder otro informe en el cual se daban algunos detalles de la conferencia, obtenidos por mediación de persona bien enterada. (…) En esa reunión quedó acordado emprender una activa campaña para derribar a la Monarquía, aprovechando el malestar que se dejaba sentir en todos los órdenes de la vida nacional, aceptando todas las colaboraciones revolucionarias, fueran o no republicanas. Los catalanes – que iban muy bien aleccionados- sólo accedieron a prestar su concurso sobre la base de que, si llegaba a implantarse la República, ésta habría de reconocer a Cataluña su personalidad y dar satisfacción completa a sus aspiraciones, que no se concretaron, lo que dio origen a bastantes reparos del señor Lerroux (…) “Según me dicen –terminaba el informador- todo ha quedado prendido con alfileres, no obstante lo cual ellos se las prometen muy felices.”

                Di cuenta de estos hechos al ministro de la Gobernación y presidente del Consejo pero, a decir verdad, en aquella ocasión ni ellos ni yo concedimos gran importancia a los acuerdos (…).» (MOLA: 89)

                En noviembre los firmantes del Pacto decidieron redactar un manifiesto dirigido a la Nación, antes de que se llevara a efecto la insurrección. En principio se redactaron tres manifiestos, escritos por A. Lerroux, Alcalá Zamora e Indalecio Prieto. En contra de lo que mantienen algunos historiadores que fue el de Prieto el que finalmente se publicó, no fue así, sino que el elegido fue el redactado por Alejandro Lerroux. El Mismo Prieto así lo manifestó: « Previamente se convino en publicar un manifiesto dirigido al pueblo español, siéndonos encargada la redacción a Alcalá Zamora, a Lerroux y a mí. Cada uno de los tres presentaría un texto y el Comité elegiría. El primero fue el mío. Gran silencio acogió su lectura. “queda desechado”, fallé yo mismo, rompiendo las cuartillas. Al día siguiente presentó el suyo don Aniceto:”es mucho peor que el mío”, dictaminé osadamente. Y por exclusión de los nuestros se aprobó después el de don Alejandro Lerroux, que tampoco era muy brillante.» (PRIETO: 41)

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Manifiesto elaborado por el Comité Revolucionario

El manifiesto era un verdadero llamamiento al derrocamiento de la Monarquía:

« ¡Españoles!

                Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y un impulso que nos mueve a procurarla. Puestas sus esperanzas en la República el pueblo español está ya en medio de la calle.

                Para servirle hemos querido transmitir la demanda por los procedimientos de la ley y se nos ha cerrado el camino; cuando pedimos justicia, se nos arrebató la libertad, cuando hemos pedido libertad se nos ha ofrecido como concesión unas Cortes amañadas como las que fueron barridas, resultante de un sufragio falsificado, convocada  por un Gobierno de dictadura, instrumento de un rey que ha violado la Constitución y realizadas con la colaboración de un caciquismo omnipotente.

                Se trata de salvar un régimen que nos ha conducido al deshonor como Estado, a la impotencia como Nación y a la anarquía como Sociedad.

                Se trata de salvar a una dinastía que parece condenada por el Destino a disolverse en la delicuescencia de todas las miserias fisiológicas.

                Se trata de salvar un rey que cimienta su trono sobre las catástrofes de Cavite y Santiago de Cuba, sobre las osamentas de Monte Arrait y Annual; que ha convertido su cetro en vara de medir y que cotiza el prestigie de su majestad en acciones liberadas.

                No hay atentado que no haya cometido, abuso que no se haya perpetrado, inmoralidad que no haya trascendido a todos los órdenes de la Administración pública para el despilfarro escandaloso.

                Hemos llegado por el despeñadero de esa degradación al pantano de la ignominia presente. Para salvarse y redimirse no le queda al país otro camino que el de la revolución.

                Ni los braceros del campo, ni los propietarios de la tierra, ni los patronos, ni los obreros, ni los capitalistas que trabajan, ni los trabajadores ocupados en la huelga forzosa, ni el productor, ni el contribuyente, ni el industrial, ni el comerciante, ni el profesional, ni el artesano, ni los empleados, ni los militares, ni los eclesiásticos…, nadie siente la interior satisfacción, la tranquilidad de una vida pública jurídicamente ordenada, la seguridad de un patrimonio legítimamente adquirido, la inviolabilidad del hogar sagrado, la plenitud de vivir en el seno de una nación civilizada.»

Más tarde alguno de los signatarios del Pacto, dieron su opinión sobre lo que había significado el mismo. Alcalá Zamora, durante el debate sobre el artículo 1º de la Constitución, manifestó que el Pacto tenía dos metas: derribar a la monarquía y tratar el problema de Cataluña[1]. Por su parte, Alejandro Lerroux relató cómo se produjo la invitación a los catalanes, y que el acuerdo se basaba en el reconocimiento de los derechos de Cataluña, siempre que ésta reconociese los derechos del hombre y que el estatuto debería ser refrendado por las cortes republicanas.[2]


[1] Diario de Sesiones, 17-IX-1931, p. 969

[2] Diario de Sesiones, 20-V-1932, p. 5701

El procesamiento de los firmantes del Pacto

            Tras la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos, las autoridades decidieron acusar a los firmantes del Pacto de un delito de rebelión militar, al entender que el manifiesto firmado por los mismos estaba directamente relacionado con los sucesos acaecidos.

            Fueron juzgados en presencia del tribunal Fernando de los Ríos, Alcalá Zamora, Miguel Maura, Largo Caballero, Álvaro de Albornoz y Casares Quiroga; en rebeldía, ya que había logrado evitar su detención, Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Martínez Barrio, Marcelino Domingo y Luis Nicolau d’Olvert.

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Los procesados antes de dar comienzo la vista

                El Tribunal lo presidía el teniente general Ricardo Burguete y Lana, ejerciendo de fiscal Valerio Villanueva. La defensa de los acusados corrió a cargo de Francisco Bergamín (Fernando de los Ríos), Ossorio y Gallardo (M. Maura y Alcalá Zamora), Victoria Kent (Álvaro de Albornoz)[2], Sánchez Román (Largo Caballero) y Jiménez de Asúa (Casares Quiroga)

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Victoria Kent y Álvaro de Albornoz

            El fiscal les acusó de rebelión militar y de preparar una conspiración comunista, pidiendo quince años de prisión para Alcalá Zamora –al entender que era el cabecilla de la conjura- y seis años para el resto de acusados.

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Sala donde se realizó el proceso

La defensa de los acusados se basó en que no había concurrido delito alguno, ya que la situación era de ilegalidad desde el golpe de Primo de Rivera. Así se manifestaba Ossorio y Gallardo: « No han delinquido porque no hay Constitución en España (…) Conspirar contra el Rey y la Constitución no son dos cosas distintas sino una sola, porque el Rey es pieza integrante de la Constitución y no cabe conspirar contra la Constitución por la sencilla razón que la Constitución no existe desde el 13 de septiembre de 1923»

El proceso fue la mejor caja de resonancia que podía tener la causa republicana. Tanto los abogados defensores como los acusados realizaron unos alegatos – muchas veces interrumpidos por los aplausos y vítores del público presente en la sala- que eran un demoledor ataque a la monarquía y un claro alegato a la instauración de la República.

            En las alegaciones finales el fiscal, que mostró un gran respeto por los acusados, reconoció que no eran comunistas, y aludiendo que el manifiesto solamente era una prueba de la conspiración, y nada por sí mismo. El tribunal consideró el delito como de “excitación a la rebelión militar” pero que había eximentes y que no había relación directa con la sublevación de Jaca, condenándoles a la pena mínima de seis meses y un día. El presidente del tribunal y dos miembros más emitieron un voto particular considerando inocentes a los acusados y solicitando la libertad provisional.

            Al día siguiente el conde de Romanones comentaba a la prensa su opinión sobre el veredicto: « A mí me ha parecido muy bien, como me lo parecen todas las sentencias que dictan los Tribunales españoles. Desde el momento en que se descartó el nexo entre el manifiesto y los sucesos revolucionarios, no podía ser otra la sentencia. Creo oportuno señalar la total ausencia del Gobierno de cuanto se ha relacionado con este proceso, de tal modo que la sentencia ha sido conocida por los periodistas antes que por los ministros. No lo critico, porque creo que el Consejo Supremo en este caso como en todos, ha obrado y debe obrar con absoluta independencia. La responsabilidad o la gloria deben ser del Alto Tribunal de un modo exclusivo

También realizó manifestaciones a la prensa el general Burguete: « (…) Tengan confianza en el Ejército, que está arrepentido de aquellas Juntas militares pasadas que prepararon aquel pronunciamiento del 13 de septiembre, tan escarnecido por generales y jefes hoy, en su mayoría procedentes de aquella inolvidable Academia Militar, donde se nos enseñó a aborrecer que los militares hicieran otro uso de la política que el voto que hoy les autoriza la ley para pronunciarse expresamente, únicamente lo que la conciencia les dicte»

Conclusiones

            Se puede afirmar que el Pacto de San Sebastián fue el principio del fin de la Monarquía. El antiguo régimen estaba superado. Ni el periodo de monarquía-liberal, ni menos aún los años en que el rey se apoyó en el dictador Primo de Rivera, sirvieron para frenar el deseo de la sociedad de cambiar sus estructuras socio-políticas. De abordar un nuevo período histórico en donde el progreso, las libertades y la justicia social se instalaran de forma perpetua en la sociedad española.

            El Pacto de San Sebastián suponía el reflejo de la máxima que poco más tarde haría famosa José Ortega y Gasset. « delenda est monarchia»

Bibliografía sucinta

García Alix, Conrado: El grupo del Pacto de San Sebastián, en Revista de Historia Moderna, nº 24, pp. 479-494, 1998

García Queipo de Llano, Genoveva: El reinado de Alfonso XIII. La modernización fallida, Hª de España H16, nº 25, 1996

Maura, Miguel: Así cayó Alfonso XIII. De una dictadura a otra, Madrid, 1962

Mola, Emilio: Lo que yo supe: memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad, Madrid, 1933

Prieto, Indalecio: El Pacto de San Sebastián (escrito el 29-XI-1943), reproducido en Tiempo de Historia, nº 27, pp. 38-41, 1977

Tuñón de Lara, Manuel: La España del siglo XX. La quiebra de una forma de Estado, vol. 3, Madrid, 2000

Tusell, Javier: Historia de España en el siglo XX, vol. 1, Madrid, 2007

ABC, 22-3-1931, 24-3-1931

El Debate, 18-8-1930

El Imparcial, 22-3-1931

El Sol, 18-8-1939, 24-3-1931

La Libertad, 24-3-1931

La Vanguardia, 14-3-1931


[1] Sánchez Román, Ortega y Gasset y Marañón formarían parte de la Agrupación al Servicio de la República

[2] Era la primera vez que una mujer actuaba de abogada defensora en una causa juzgada por un tribunal militar

Melchor Rodríguez García: Un hombre bueno en la Guerra Civil

Los primeros tiempos

Nace en Sevilla el 30 de mayo de 1893. Siendo un niño fallece su padre  en un accidente ocurrido en el puerto de Sevilla, en donde trabajaba de maquinista. Para poder sacar adelante a sus hijos su madre trabaja como costurera y cigarrera.

Placa Casa Melchor

Placa en la casa sevillana donde nació.

            Hasta los 13 años estudió en la escuela asilo. A esa temprana edad comenzó a trabajar como caldero. Combinó su trabajo con el de novillero –aparece en el Cossío como único torero que combinó toreo y política-. Un agrave cogida sufrida en Madrid en 1918 le hace replantearse su carrera como torero; en 1920 se retirará definitivamente de los ruedos.

En 1921 se ve obligado a trasladarse a Madrid ya que la policía sevillana le andaba buscando por su participación en distintas huelgas. En Madrid se gana el sustento trabajando como chapista. Poco después ingresará en la Agrupación Anarquista de la Región Centro con el carné nº 3. Ese mismo año contrae matrimonio con Francisca Muñoz –bailaora amiga de Pastora Imperio-, con ella tiene una hija a la que pone de nombre Amapola.

Militancia anarquista 1920-1936

Su militancia le costó numerosas detenciones –más de cuarenta-, tanto durante el periodo de la dictadura de Primo de Rivera como ya proclamada la II República. Tan repetidas eran sus estancias en prisión que cuando su hija Amapola le preguntaba a su madre, donde está su padre, ésta le contestaba: « Pues donde va a estar, hija mía, en su casa, en la cárcel.»

Durante la Dictadura de Primo de Rivera fue detenido más de treinta veces. Trabajador incansable compaginaba su actividad como chapista con la presidencia del Ateneo de Divulgación Social, y la colaboración en diversos diarios: CNT, La Tierra, Solidaridad Obrera, etc.

En esta época fue nombrado por la CNT responsable nacional del Comité de Presos. Asimismo fue uno de los comisionados para acudir a Jaca e intentar convencer a Fermín Galán de atrasar la sublevación.

En esta época se relaciona con otros líderes anarquistas como Cipriano Mera, Mauro Bajatierra, o Celedonio Pérez.[1]

Despacho Delegacion

Melchor Rodríguez junto a compañeros anarquistas

            No paró su actividad en defensa de los derechos de los trabajadores. La proclamación de la República la vivió en la cárcel Modelo de Madrid, donde compartía prisión con los firmantes del Pacto de San Sebastián.

El 6 de julio de 1931 es uno de los dirigentes de la huelga convocada por la CNT, esta participación le costó un nuevo ingreso en prisión. No sería la última vez que pasaría por los centros penitenciarios. El 15 de febrero de 1932 es nuevamente encarcelado por liderar la huelga de chapistas. En 1933 nuevamente ingresó en prisión varias veces: en julio es detenido y trasladado al penal de Ocaña al ser acusado de participar en el asalto que se perpetró a la sede de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética -según Casares Quiroga, el asalto fue un complot urdido por la FAI, las JONS y grupos fascistas-. En prisión coincidió con Ramiro Ledesma Ramos con el que mantiene vivos debates, ante el intento de Ledesma de atraer a los anarquistas a su causa. En diciembre del mismo año, ingresa nuevamente en prisión tras pronunciar un mitin en el teatro Monumental de Madrid.

Melchor Rodríguez

Melchor en la cárcel de Porlier. 1934

            A pesar de su impecable curriculum revolucionario, en 1936 se le abrió un expediente de expulsión de la FAI. Se le acusaba de pactar con el Gobierno.

Durante este periodo se hizo famoso por sus arremetidas contra algunos líderes republicanos: a Maura le llamaba «el de los 108 muertos», a Niceto Alcalá Zamora le citaba como «el cura», lanza duras críticas contra Casares Quiroga, etc. Más de una vez estas críticas que vertía desde la prensa libertaria en la que colaboraba, acabaron con sus huesos en la cárcel.

Desde las páginas de La Tierra clama contra la represión que estaba sufriendo la clase trabajadora, haciendo un balance de los muertos por la represión oficial desde el 14 de abril de 1931 al 14 de abril de 1932: « ¡Pasajes!, ¡Parque de María Luisa!, ¡Jefatura de de Barcelona!, ¡Arnedo!, ¡Malos Aires!, ¡barco maldito!, ¡España proletaria. enlutada!. (…), que no tengamos que lamentar el desolador balance de otro 14 de abril, en cuyo aniversario, y mientras el luto, el dolor y la miseria se ensaña en los humildes hogares de los deudos de las ¡ciento sesenta y seis! Víctimas, no han fallado divertimentos que el pueblo que sufre no pudo compartir.

Sobre la matanza de Casas Viejas, escribió: « ¡Asesinos! ¡Malditos asesinos, yo os maldigo y cualquier persona decente! ¡Los republicanos son peores que los monárquicos! ¡Tenemos que echar a este gobierno, no se puede asesinar a los hambrientos trabajadores porque pidan trabajo y tierra!.

De los asesinatos de Casas Viejas logró escapar milagrosamente María Silva Cruz «La Libertaria»[2]. Melchor, junto con Miguel Pérez Cordón, la visitan en el penal de Cádiz. A partir de ese momento iniciaran una campaña para conseguir su libertad. Una vez liberada, Melchor la presenta en Madrid en un mitin multitudinario celebrado en el cine Europa.

MAria Silva Cruz

María Silva Cruz

            Incluso dentro de los círculos anarquistas Melchor se tuvo que enfrentar a las críticas de muchos correligionarios. Melchor era crítico con los atracos que estaban perpetrando algunos anarquistas; refiriéndose a ellos dice: « Nos han deshonrado, han deshonrado a muchos compañeros y nos han costado mucho dinero, puesto que aunque hayan ingresado lo obtenido en el Comité nos cuesta más sacar a la gente de la cárcel.»

Tras los acontecimientos de 1934 hay duros enfrentamientos en la FAI entre los partidarios de llegar a acuerdos con la UGT y los contrarios, entre los primeros se encontraba Melchor Rodríguez. A partir de ese momento la figura de Melchor será cuestionada por algunos faistas. Tras un nuevo encarcelamiento, Melchor Rodríguez y Celedonio Pérez visitan, tras ser puestos en libertad, al ministro de la Gobernación Eloy Vaquero, pidiendo ponga en libertad a los presos anarquistas. En dos días son liberados 250 presos de la cárcel Modelo. Esta visita no cae bien en la FAI, que emite un comunicado descalificándole. Melchor replica de las páginas de La Tierra, diciendo que él no ha hecho nada deshonesto ni censurable. La Federación de grupos Anarquistas le ordena una rectificación. Celedonio Pérez cede, no así Melchor Rodríguez.

Un pleno celebrado a finales de febrero de 1935 le expulsa de la FAI. El Comité Peninsular –con sede en Barcelona-, dice que no sean seguidos los procedimientos, haciendo un llamamiento a la concordia. Finalmente el 11 de enero de 1936, en una reunión  de la FAI las aguas vuelven a su cauce revocando la decisión anteriormente tomada.

Su última detención antes del estallido de la guerra se produce el 19 de junio de 1936, acusado de ser el promotor de los incidentes habidos durante la huelga de la construcción; es puesto en libertad el 16 de julio.

Guerra Civil

En el tiempo que duró el fratricida enfrentamiento que asoló España desde 1936 a 1939, en donde la figura de Melchor Rodríguez alcanza su cénit como político y, sobre todo, como ser humano.

El día 10 de noviembre de 1936 es nombrado Delegado Especial de Prisiones, a los cuatro días dimite por no estar de acuerdo con la política que se estaba realizando en las prisiones madrileñas – el día anterior los comunistas habían fusilado a doce prisioneros-. El 4 de diciembre, García Oliver[3] – debido a las presiones ejercidas por el  cuerpo diplomático y del presidente del Tribuna Supremo, Mariano Gómez- le convence y nuevamente ocupa su cargo, esta vez como Delegado General de Prisiones.

Con él terminaron las sacas desde las cárceles madrileñas. Una de sus primeras medidas fue prohibir la salida de presos entre las siete de la tarde y las siete de la mañana. Gracias a su dirección se terminó con el traslado de presos desde varias cárceles madrileñas a Paracuellos y Torrejón de Ardoz para ser asesinados.

El día 8 de diciembre da muestras de una heroicidad digna de encomio. El 6 de diciembre los franquistas habían bombardeado Guadalajara, una muchedumbre asaltó la cárcel y asesinó a 319 de los 320 presos allí recluidos. El día 8 se produjo un bombardeo en Alcalá de Henares. Mucha gente indignada por el ataque se dirigió a la cárcel con la intención de sacar a los presos y ejecutarlos allí mismo. El director Antonio Fernández Moreno se negó a entregar a los reclusos sabiendo que eso sería su muerte, pero fue Melchor el que consiguió evitar el linchamiento dirigiéndose a los allí congregados. Entre los encarcelados se encontraban personajes de relevancia: Muñoz Grandes, Raimundo Fernández Cuesta, Alberto Martín Artajo, Peña Boeuf, los hermanos Luca de Tena, Boby Deglané, Serrano Suñer, Rafael Sánchez Mazas, Valentín Gallarza, Ricardo Zamora, el doctor Gómez Ulla, etc. Ricardo Horcajo decía de su actuación en Alcalá: « (…) pocas veces se ha logrado parar a una turba enfurecida solamente con la palabra.»

El director remitió una carta a Melchor Rodríguez el 1 de enero de 1937 alabando la actitud que había tenido en los acontecimientos:

«Luchó usted como hercúleo gladiador, para llegar hasta donde nos encontrábamos, y enterado de las pretensiones de la muchedumbre (…) hizo uso de la palabra, protestando, recriminando, con una valentía, con claridad meridiana (…), que emocionó a todos de tal forma que los que le escucharon desistieron de sus pretensiones.

            Más cuando salieron a la calle, los que no le habían oído a usted fueron de opinión contraria (…) Tal fue el cariz que tomaron las cosas que tuvo usted que hablar de nuevo durante mucho rato (…) y en aquellos momentos de triste recordación: apuntándole centenares de fusiles; entre protestas, amenazas y blasfemias (…), esperando oír el primer disparo para ver en usted la primera víctima (…)

            Venció como un titán de la palabra (…) coronándose con ello el éxito formidable de una victoria gloriosa en la que se salvaron la vida de mil quinientas treinta y dos hombres que aquella tarde cobijaba la Prisión (…).[4]

Asimismo recibió las felicitaciones de G. Henny y F. Schlayer. Ambos firmaron una carta que le enviaron agradeciendo su labor humanitaria:

« Nuestro distinguido amigo:

            Enterados de la valiosa intervención que tuvo Vd. en estos últimos días en la Cárcel de Alcalá, tenemos una gran satisfacción al felicitar a Vd. efusivamente por esta actitud tan completamente en consonancia con los propósitos que tuvo Vd. a bien exponernos en la primera entrevista que celebramos y cuyos propósitos merecieron ya en teoría nuestra más entusiasta aprobación. Cuánto más la merece, pues, ahora esta brillante puesta en práctica que Vd. ha realizado, y que al haber salvado la vida a muchos de los presos confiados a su fiel custodia, constituye un timbre de gloria imperecedero para su personalidad y sus principios humanitarios.

            Permita Vd. que le expresemos una vez más nuestra sincera amistad (…) Con este motivo le estrechan la mano con verdadera cordialidad, suyos affmos.. amigos

            G. Henny (Delegado de la Cruz Roja Internacional) F. Schlayer (Encargado de negocios de Noruega).[5]

En el archivo de la familia de Javier Martín Artajo hay un escrito de puño y letra de Melchor donde explica los sucesos de Alcalá: « La muchedumbre aterrorizada por los incendios provocados y las víctimas causadas por la aviación rebelde, se amotinó rabiosa y juntándose con las milicias y hasta con la propia guardia militar que controlaba la prisión, se dispusieron a repetir el hecho brutal realizado cinco días antes en Guadalajara (…), fueron siete horas de enfrentamiento dialéctico, insultos, amenazas y forcejeos con la muchedumbre (…); que batalla más larga tuve que librar hasta lograr sacar al exterior a todos los asaltantes, haciéndoles desistir de sus feroces propósitos (…)»

Posiblemente la actitud que mantuvo mientras estuvo en el cargo de Delegado General de Prisiones, mejorando sensiblemente las condiciones de vida de los reclusos, fuera consecuencia del prolongado tiempo que pasó en prisión durante la Dictadura de Primo de Rivera y en los primeros años de la República.

Sería innumerable las acciones de justicia y humanidad que Melchor Rodríguez realizó durante la guerra civil. El 23 de julio de 1936 incautó el palacio del marqués de Viana para cobijar a personas que estaban siendo perseguidas. En esta labor le ayudaron miembros del grupo Los Libertos[6]. Terminada la contienda cuando el marqués de Viana regresó a su palacio dijo que no le faltaba ni una cuchara. El día 11 de noviembre logró parar una saca de la cárcel Modelo, salvando la vida de 400 presos que iban a ser conducidos a Paracuellos; ese mismo día repitió la acción en las cárceles de Porlier y San Antón. Esta acción estuvo a punto de costarle la vida –los comunistas le buscaban para fusilarle-[7]. Personalmente salvó la vida a más de doscientas personas, a unos escondiéndoles, a otros facilitando su huida del territorio controlado por la República.

Melchor Rodríguez tuvo poderosos enemigos en las propias filas del republicanismo. Uno de ellos fue José Cazorla[8]. El 17 de abril, Melchor publicó una nota en el diario CNT atacando duramente a José Cazorla; asimismo acusaba a los comunistas de mantener sus propias checas. El debate que se produjo posteriormente fue una de las causas que llevó a Largo Caballero a disolver la Junta de Defensa de Madrid.

« Por no hacer interminable este escrito, aduciendo críticas y copias de documentos cruzados entre Cazorla, como delegado de Orden Público, y yo, como Delegado Especial de Prisiones, en relación con la orden dada por el tal Cazorla referente a sacar de las cárceles del Gobierno a los absueltos por los Tribunales populares, tras ser detenidos gubernativamente por él, para, valiéndose de engaños y órdenes verbales secretas, dadas a los agentes a su mando, conducirlos a cárceles clandestinas y a batallones de milicias comunistas, con el objeto de llevarles a las avanzadillas para emplearlos de “fortificaciones” (según él), declaro hallarme dispuesto a comparecer ante autoridades o Comités responsables, para verbal y documentalmente demostrar la funesta “política” seguida desde la Consejería de Orden Público por Santiago Carrillo y Serrano Poncela primero, y por José Cazorla últimamente. Éste, sobre todo, ha resucitado los viejos métodos de Martínez Anido y Arlegui[9] (…), está deshonrando con su perniciosa labor al Gobierno de la República (…)»

Durante la guerra, y posteriormente, la inquina que tenían los comunistas-stalinistas hacia Melchor era manifiesta. En un informe de Stoyán Minéyevich Ivanov “Stepánov” dice de nuestro protagonista: « Melchor Rodríguez, anarquista. Antiguo director de las prisiones republicanas. De este sujeto que se pasea libremente por las calles de Madrid con los fascistas, el diario Ya de 21 de abril de 1939, a la vez que insertaba una foto suya, afirmaba: “Melchor Rodríguez que, desde su puesto de director de Prisiones de la región del Centro, defendió valientemente a miles de nacionales encerrados en las cárceles rojas” . Se ve que el agente estalinista no se enteró de que fue condenado a muerte y que pasó años en las cárceles franquistas.

En marzo de 1937 es destituido de su cargo al frente de las prisiones madrileñas. Poco después los funcionarios del Cuerpo de Prisiones de Madrid, Alcalá de Henares y Guadalajara le rindieron un homenaje en donde le regalaron una placa y un reloj de oro.

Recibidneo homenaje

Homenaje de los funcionarios de prisiones a Melchor Rodríguez.

            Melchor Rodríguez en carta a Antonio Fernández Moreno –director de la Escuela de Reforma de Alcalá de Henares- explicaba su cese:

« (…) haber sido ECHADO (esta es la frase más gráfica y adecuada a mi caso y o las de “destitución” o “dimisión”, pues hasta la fecha presente, ni el Ministerio de Justicia, ni ninguna de las autoridades a las cuales estaba subordinado mi cargo de Delegado Especial de Prisiones, ni las Organizaciones Confederadas y específicas de la CNT y la FAI, nadie, absolutamente nadie, me ha pedido ni me ha dado la más leve explicación respecto al motivo o motivos por los cuales a mí se me arrojaba del cargo como se arroja a la calle una cosa que estorba, que no vale nada (…).

Sin duda su cese estuvo relacionado con el enfrentamiento que mantuvo con José Cazorla en particular, y con los comunistas en general.

El último cargo público que ejerció fue el de alcalde de Madrid. Nombrado por el coronel Casado a él le correspondió entregar la capital de España a las tropas franquistas. En estos momentos sufre una gran decepción personal: descubre que su secretario Juan Bautista y algunos otros subordinados eran miembros de la Quinta Columna.

Con Juan BAutista

Melchor despachando con Juan Bautista

Faceta literaria

Gran amante de la poesía, Melchor compuso numerosos poemas cargados de humanismo y de sentimiento libertario. Durante su vida mantuvo lazos de amistad con distintos personajes del mundo literario.

Melchor con los hermanos Quintero

Melchor recitando un poema a la bandera.

                He aquí algunas pinceladas de su labor poética.

«Belleza, Amor, Poesía,

Igualdad, Fraternidad,

Sentimiento, Libertad,

 Cultura, Arte, Armonía.

La Razón, suprema Guía.

La Ciencia, excelsa verdad.

Satisfacción, Alegría.

Todo esto es Anarquía.

Y Anarquía, ¡Humanidad!

Posguerra y franquismo

Tras la guerra fue condenado a muerte a pesar del testimonio favorable de hombres como Muñoz Grandes, R. Fernández Cuesta, Martín Artajo, y haberse recogido más de 2000 firmas solicitando su perdón. Finalmente le fue conmutada por veinte años y un día. En 1944 se le concedió la libertad provisional. La mayor parte de su condena la había pasado en el penal del Puerto de Santa María.

A su salida de la cárcel recibió numerosas ofertas de trabajo de las personas a las que había ayudado durante la guerra; todas las rechazó –incluso el puesto que le ofreció en el Sindicato Vertical. Se ganó la vida, bastante modestamente, actuando como corredor de seguros para La Adriática y escribiendo algunos artículos y poemas en diversos diarios –sobre todo en el Ya. Otra fuente de ingresos provenía de las letras de pasodobles y cuplés junto al maestro Padilla.

Nunca abandonó su militancia anarquista, siendo uno de los más firmas apoyos del Comité Nacional de Enrique Marco Nadal. En 1947 fue detenido acusándosele de introducir propaganda en la cárcel de Alcalá de Henares; fue condenado, cumpliendo año y medio de condena en la cárcel de Carabanchel. En 1965 se opuso rotundamente a las actividades del cincopuntismo[10].

Melchor en 1964

Melchor Rodríguez García en 1964.

            Melchor Rodríguez García falleció el 7 de julio de 2009 en la más absoluta pobreza. Su entierro aglutinó a personas con las más dispares posiciones políticas: franquistas, falangistas, anarquistas, todos se unieron para dar su último adiós a esta gran persona. Se féretro fue envuelto con la bandera de la CNT mientras se cantaba A las barricadas. Martín Artajo recitó uno de los poemas de Melchor. El acto de su entierro fue una muestra de cómo es posible que las relaciones humanas pueden estar por encima de ideologías.

Una anécdota muestra como la amistad puede superar todas las barreras que, en un momento determinado puedan separar a las personas: Martín Artajo acudió al entierro con una corbata con los colores de la CNT. Según su hijo Javier Martín, en su lecho de muerte Martín Artajo le pidió a Melchor que besara un crucifijo, Melchor le contestó: « Vale, ya que te empeñas, yo beso ese trozo de madera, pero tú te comprometes a ponerte una corbata anarquista.»

 

 

Conclusiones

Dentro de las atrocidades que se produjeron durante la contienda, y de la actitud verdaderamente desalmada de muchos de los que en ella participaron, actitudes como las de Melchor Rodríguez García consiguen que aún se pueda confiar en el género humano.

Melchor jamás utilizo sus cargos o relaciones en provecho propio, todo lo que hizo fue en beneficio de personas que estaban encarceladas o perseguidas. Su figura es quizás el más claro ejemplo del anarquismo humanitario que se pueda dar.

Algunas de sus frases son buena muestra del carácter de este gran humanista: « Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas.»; « Si he actuado por humanidad no ha sido por cristiano, sino por libertario.».

El único reconocimiento que se ha hecho de su figura ha sido la inauguración el 7 de julio de 2009 de un centro de inserción social en Alcalá de Henares que lleva su nombre. Las múltiples peticiones que se han hecho para que una calle de Madrid lleve el nombre –algo que si ha hecho Sevilla- del último alcalde republicano de la capital han caído hasta ahora en saco roto.

calle melchor 2

Calle sevillana en homenaje al líder anarquista.

Bibliografía

  • Barbería, José Luis (2009): Le llamaban el Ángel Rojo, en El País 10-1-2009.
  • Domingo Álvaro, Alfonso (2008): Melchor Rodríguez y los Libertos, en Germinal, nº 6, pp. 81-107
  • Domingo Álvaro, Alfonso (2009): El Ángel Rojo: la historia de Melchor Rodríguez. Córdoba
  • Domingo Álvaro, Alfonso y Gutiérrez Medina, José Luis (2009): El Ángel Rojo. Reconocimiento a una figura olvidada. Madrid.
  • Gibson, Ian (1983): Paracuellos. Cómo fue. Barcelona.
  • Íñiguez, Miguel (2008): Enciclopedia Histórica del Anarquismo español. Vitoria, p. 522
  • Lluch Güemes, Federico (2005): Yo viví en el Madrid del año 1936. Madrid.

 


[1] Cipriano Mera apoyaría en los últimos días de la guerra el golpe de Estado del coronel Casado; Mauro Bajatierra fue fusilado por los sublevados el 28 de marzo de 1939; a Celedonio Pérez se le atribuye el intento de atentado contra Franco y Hitler en 1940.

[2] Nieta de Seisdedos.

[3] Ministro de Justicia.

[4] Citado por Ian Gibson, p. 178

[5] Citado por Ian Gibson, p. 180

[6] Entre otros eran miembros de éste grupo: Feliciano Benito, Celedonio Pérez ( al que Melchor nombró director de la cárcel de San Antón), Francisco Trigo, Salvador Canorea, Santiago Canales, Avelino González Mallada, etc.

[7] En el archivo de la FAI de Ámsterdam hay documentos de su puño y letra en las que se cuenta las veces que estuvo a punto de morir durante la Guerra Civil.

[8] Sustituto de S. Carrillo al frente de la Consejería de Orden Público de la JDM, desde el 25 de diciembre de 1936.

[9] Ambos se hicieron desgraciadamente famosos por los métodos represivos que ejercieron en Barcelona durante la dictadura de Primo de Rivera. Martínez Anido fue ministro de Gobernación con Primo de Rivera y ministro de Orden Público en el primer gobierno de Franco. Miguel Arlegui, fue Jefe de la Dirección General de Seguridad de Barcelona desde 1920 a 1922, posteriormente Director de Orden Público con Primo de Rivera. A ellos se debe la aplicación de la llamada Ley de Fugas.

[10] Se llama así a los pactos que se realizaron en 1965 entre algunos miembros de CNT a título individual –Lorenzo ÍñigoFrancisco RoyanoSaturnino CarotSebastián Calvo y posteriormente el propio Enrique Marco Nadal– con  el Sindicato Vertical. Se basaba en cinco puntos de acuerdo, siendo firmado entre junio y julio de 1965.